CAPÍTULO VIIIKARINA entró en la oficina donde Robert Wade estaba trabajando. —Buenos días, Karina —dijo, poniéndose de pie al verla entrar. —Buenos días, Robert. Llevaba una carta en la mano y se veía muy bonita en un traje de mañana, de muselina blanca estampada con flores y adornada con cintas azules y color de rosa, entrelazadas alrededor de su diminuta cintura. —¡Felicidades por esa carrera que ganó en Ascot!— exclamó Robert—. ¡Debe haber sido muy emocionante! —Mucho más que eso —sonrió Karina—. Y su señoría ha sido muy bondadoso al prometerme que me ayudará a establecer mi propia cuadra. ¡Para el mes próximo tendré tres caballos en entrenamiento y espero tener media docena más antes que termine el año! Rober Wade contempló con una sonrisa su rostro lleno de animación. —Ya a des