MADS
Chris me llevó a casa y se quedó conmigo todo el resto del día, estuvimos en el sofá de mi casa, yo acurrucada en su pecho mientras él me rodeaba con sus grandes y fuertes brazos, no hubo besos apasionados ni sexo desordenado, solo él dándome lo que necesitaba en ese momento, su total e incondicional apoyo.
En esa época trabajaba como auxiliar administrativa en una empresa de arquitectura y gracias a eso podía pagar las cuentas y el seguro de mi madre, pero necesitaba algo adicional porque me negaba a dejar de estudiar, me faltaba poco para terminar mi carrera de diseño, estaba dispuesta a hace lo que fuera por lograr mis metas, tanto que llevaba días pensando en buscar trabajo en una discoteca de moda los fines de semana, las propinas eran buenas y yo era de buen ver, así que creía que me iría bien como mesera o bar tender, cualquier sacrificio sería nada con tal de ayudar a mi madre y salir adelante, no iba a rendirme tan fácil, si la vida pensaba que me había vencido estaba muy equivocada, era la jodida Madison Reed, ningún obstáculo era lo suficientemente alto o difícil de superar para mí.
Para mi total sorpresa, recibí una llamada del hospital la tarde del martes, cada vez que me llamaban, me ponía ansiosa, tenía miedo de que fuera el día en el que me informaran que mi madre se había ido, era mi más grande temor, por lo tanto, ver el número del hospital en mi móvil me hacía temblar por todo el cuerpo, respondí dudosa como siempre.
— ¿Hola? — Que no sean malas noticias, que no sean malas noticias, repetía en mi cabeza una y otra vez.
— ¿Madison?, te tengo excelentes noticias. — Me llamaba Karol, la enfermera a cargo de mi madre, sus palabras me hicieron llenar de aire mis pulmones de nuevo porque había contenido la respiración por un momento.
— ¿Qué sucedió? — Respondí con voz temblorosa.
— Un benefactor anónimo se hizo cargo del tratamiento y gastos médicos de tu madre. — No entendía de que hablaba, pensé que había escuchado mal o estaba delirando.
— No comprendo a que te refieres, ¿puedes explicarme por favor?. — No creía en milagros ni en esas tonterías del universo.
— Lo que escuchaste, hoy una persona nos contactó y quiso hacer un aporte desinteresado para los cuidados de tu madre. — Estaba en shock y no sabía que decir, todos mis problemas se habían solucionado en un solo instante.
— No sé que decir, ¿por qué mamá? ¿dijo quien era? — Tuve la esperanza que Benjamín hubiera hecho esto para reivindicarse, pero él no tenía ni idea de lo que yo estaba pando, tal vez no se resignaba a perderme y me había investigado...
— No, lo hicieron a través de una empresa. — La esperanza crecía y mi corazón latía a mil por hora en mi pecho, ¿sería posible que Ben hubiera hecho esto sin importarle nada más?
— ¿Sabes cuál es su nombre? — Cerré los ojos y tragué fuerte.
— Las vueltas de la vida constructores. — La esperanza murió en mi pecho, no era la empresa de los Black, no fue Ben, le importaba un bledo mi vida de mierda. Aunque estaba decepcionada, también me sentía agradecida por ese misterioso benefactor, no lo podía creer, necesitaba averiguar a cerca de esa empresa y no tenía idea de por qué se hicieron cargo del tratamiento médico de mi madre, eso no ocurría en el mundo real.
— ¿Sabes lo que eso significa? — Preguntó alegre, claro que lo sabía.
— Lo sé... — La cosas iban a cambiar y era para mejor, la tormenta se estaba calmando.
— Gracias a ese dinero podrás tenerla en casa con atención 24/7 de una enfermera especializada y no tendrás que preocuparte por sus necesidades básicas mientras estás fuera de casa o en el trabajo. — El mayor problema de mamá era que sus músculos ya no le funcionaban para levantarse o agarrar cosas, sentía fuertes dolores y necesitaba ser cuidada como un bebé en sus necesidades más básicas y su sistema inmunológico era tan débil que tenía infecciones en la orina y vejiga todo el tiempo, su cuerpo estaba muy deteriorado.
— Gracias Karol, no sabes lo feliz que me haces. — Ella se despidió diciendo que le agradeciera a Dios por poner personas generosas en mi camino, esto no parecía algo real, ahora podría ver a mi madre a diario en sus días buenos y malos, estar a su lado en casa y pasar más tiempo a su lado; parecía un salvamento en medio del huracán en que se convirtió mi existencia, no podía creerlo aun cuando salí esa tarde del trabajo y mi teléfono sonó, vi el nombre de Chris y me apresuré a contestar.
— Hola extraño, — Tenía una sonrisa boba en la cara por escuchar su voz y eso no me gustó, no quería ilusionarme de nuevo, era demasiado pronto.
— Al parecer alguien está de mejor humor hoy — Volví a sonreír al pensar en lo que sucedió con mi madre.
— Ocurrió un milagro, mi madre volverá a casa, alguien hizo un donativo al hospital donde está recluida para que se ocupen de ella desde casa, tendrá una enfermera que la cuide a tiempo completo y no tendré que preocuparme más por su tratamiento. — Le conté feliz y emocionada, esperaba que todo no fuera solo un sueño.
— Nunca debes perder la fe Madison, puedes perder cualquier cosa menos eso. — Me encantaría volver a tener de eso alguna vez, pensé con tristeza.
— No sé quién lo hizo, pero debo investigar para agradecerle a esas personas, me han quitado un gran peso de encima. — La mañana siguiente me pondría manos a la obra.
— Estoy muy feliz por ti, que te parece si te invito a cenar para celebrar. — De verdad quería aceptar, pero una parte de mí se negaba a seguir con lo que sea que teníamos.
— Lo siento, pero estoy ocupada. — Mentí descaradamente, no tenía nada que hacer esa noche ni las siguientes, ni en un futuro cercano, solo estaba abrumada por él y por su insistencia de estar en mi vida, no puedes estar enamorada de un hombre por años y levantarte un día sintiendo cosas por alguien que acabas de conocer, eso no era posible... ¿O si?
— ¿Cuándo podré volver a verte? — Lo imaginaba todo hermoso haciendo mala cara y casi cedo.
— No lo sé, de verdad estoy muy ocupada.— Luego de colgarle me sentí como una total idiota.
Esa noche en casa comencé a preparar todo para traer a mamá de nuevo, aunque eso me llenaba de alegría, sentía como que algo me faltaba, ¿por qué le dije que no podía verlo?, ¿por qué me negaba a empezar de nuevo?, Benjamín se había casado hacía poco más de un mes y por momentos dudaba y pensaba en que debí aceptar su propuesta, pero una parte de mí se negaba a perdonarlo por haber sido tan superficial, mi cabeza era un remolino y mi corazón estaba lleno de emociones inesperadas, Christopher Black se había metido en mi piel, pero no quería que se metiera en mi corazón, no podía simplemente dejar ir a Ben.
Benjamín me había enviado un par de mensajes en diferentes ocasiones, para saber como estaba mi madre y como me sentía yo, mensajes que contesté con monosílabos y no hablábamos más, seguro la culpa lo estaba carcomiendo por dentro; esperaba que sufriera mucho por su mala decisión, que se arrepintiera y viniera arrastrándose como la rata de alcantarilla que era, pero al bastardo era tan orgulloso que nunca, ni una sola vez me rogó que lo perdonara, eso era lo que más rabia me daba, el muy miserable luego que me negué a participar en su juego retorcido, ni una sola vez me pidió que lo pensara, solo asumió que me quedaría en casa esperando por él.
El jueves en la tarde me confirmaron del hospital, que el sábado traerían a mi madre de nuevo conmigo, tenía todo listo para eso y me sentía feliz y emocionada, pero también sentía que me faltaba algo a pesar de mi alegría, no había parado de pensar en Christopher, sus hermosos ojos verdes me torturaban en las noches, necesitaba verlo y sacarlo de mi sistema, me llamó un par de veces y no contesté, también me envió mensajes que ignoré, no sé por qué simplemente no dejaba mi estupidez y le daba una oportunidad, no aguanté más y el viernes me levanté muy temprano; decidí ir a su casa antes del trabajo, necesitaba verlo con desesperación, mi cuerpo me rogaba por sentirlo, no pude esperar más y fui a verlo, cuando llegué vi un ato aparcado en la entrada junto a su camioneta, casi no toco a la puerta pensando que tal vez tendría visitas o peor aún alguien de su familia estuviera con él, luego de pensarlo por unos buenos 15 minutos decidí tocar a la puerta y para ni sorpresa me atendió una hermosa pelirroja de largas piernas vestida solo con una gran camiseta del ejército, me miró de arriba a abajo y pregunto despectiva:
— ¿Quién eres? — No parecía ser alguien de la familia de Chris.
— Soy Madison, ¿quién eres tú? — Me cayó mal, no me gustaba que estuviera en casa de Chris medio desnuda.
— Soy Christine, ¿qué quieres? — Estaba parada en la puerta con sus espectaculares piernas al aire en una postura ofensiva, pero yo no iba a dejar que me amedrentara.
— Busco a Chris. — No quería pensar que él se rindió tan fácil y cayó en brazos de la primera que le guiñó los ojos.
— Está en la ducha, ¿Vas a seguir o que? — Sentí unas ganas gigantescas de golpear algo cuando me di cuenta que esta no era una mujer al azar, por su tono y seguridad, ella seguramente lo conocía desde antes que yo.
—No, ya me voy. — Le di la espalda e hice un gran esfuerzo para no ponerme a llorar ahí mismo, no le daría ese gusto a nadie.
— ¿¡Quieres que le dé alguna razón!?— Gritó a mi espalda, quería sacarle el dedo medio y mandarla al carajo, pero ella no tenía culpa que yo fuera una idiota.
— Si, ¡que dijo Madison que se joda!. — No lo podía creer había sido engañada por los dos malditos Black, lágrimas comenzaron a rodar por mi mejilla mientras corría a mi auto enojada e indignada, debía ser la chica con la peor suerte del planeta, o la más tonta y crédula para el caso, una cosa era cierta, los malditos Black se podían ir a la mierda y nunca salir de ahí.