Germán entró a su despacho, comenzó a trabajar, vivía rodeado de mujeres, una de ellas había puesto la mirada en él, siempre vestia de traje, era educado, atractivo de ojos claros. Marisa cada vez que entraba a su oficina, trataba de qué él se fijara en ella; Germán tenía su corazón lleno, en él estaba Elizabeth, aquella joven adolescente casi adulta, él era mucho mayor qué ella, incluso tenía algunas canas, su cara era bonita, de belleza interior.
— Marisa, por favor quiero qué lleve estas carpetas al despacho de abajo.
Ella dijo:
—¡Sí cómo no!, ahí lo llevo.
Marisa vestía de una forma muy elegante, con traje azul tacos altos, cada vez que subía por los escalones hacia la parte de arriba, se escuchaba él ruido de los tacos, también trabajaba una mujer humilde, limpiaba él despacho de Germán, él comenzó a tener confianza en ella y contar lo qué sentía por Elizabeth.
Nora se dedicaba a llevar él café todas las mañanas, la mujer qué limpiaba, él le contaba su historia desde niño.
—Mi enamorado de una chica qué estudia en la facultad, estuve con ella en una fiesta, después no nos vimos más, hasta él otro día qué la Vi, me contó qué su padre falleció, luego nos despedimos.