Hasta mañana

682 Words
Caminaron uno al lado del otro hasta cruzar un vecindario, en la tercera casa de esa calle, Danielle se detuvo. —Gracias por acompañarme. —Fue de mi entero gusto. ¿No le molesta que le diga Dani? —No, para nada, Anthony. —Bien, que descanse. Danielle le dio la mano en señal de despedida, no quería que creyera que era una mujer muy atrevida o algo por el estilo. Después de soltarse la mano Anthony se dio media vuelta. —Anthony… —Sí… Se volvió a ella deseando que ella le diera algún indicio para que siguieran viéndose. A él le había encantado conocerla, con ella se sentía él mismo. No sentía la necesidad de ser un tipo frívolo y con mal carácter. —Ya que le gustó mi raro escrito, me gustaría obsequiárselo. Ella se acercó a él. Sacó la hoja de sus libros y se la entregó. Ni ella misma sabía porque lo había hecho así. Anthony se la recibió, estaba impresionado. —Sí, me gustó mucho, gracias Dani. Ella le sonrió y se dio la vuelta. Anthony comprendió que a su manera le daba a entender que quería que él fuera parte de lo que a ella le gustaba, quizá lo invitaba a seguirse viendo, por ser mayor que ella temía asustarla por eso no la había invitado a salir. —Dani… —Sí… Dani de verdad quería seguirlo viendo. Anthony notó que entre sus libros tenía uno que a él le pareció bueno se llamaba Orgullo y Prejuicio de Jane Austen. Lo había leído cuando estuvo en la Universidad porque debía aprobar literatura, era el único donde el amor parecía ser algo muy diferente a lo que se vendía en todas las historias de amor. —Me gusta esa novela, que le parece si… Inclinó la vista sintiéndose el doble de estúpido que antes. —Podríamos compartir ideas de lo que pensamos al respecto—Susurró Dani al notar el inmenso esfuerzo que él hacía por invitarla a salir. Anthony sonrió ampliamente. —Sí es justo lo que pensé. —Sí, por supuesto, es sólo que no tengo un teléfono móvil, pero tengo una computadora de escritorio. Rápidamente tomó una de sus libretas y anotó su dirección de correo electrónico y se lo entregó. —Casi todo el tiempo estoy en línea. —Perfecto, nos vemos pronto. —Me encantaría. Hasta mañana. Dani le dio un beso en la mejilla y entró a su casa. Anthony aún veía hacia la puerta cerrada. Sonreía sin saber el porqué, pero su corazón dentro de él bailaba al compás de los nervios de su abdomen. Comprendió que tenía sentido la estúpida frase: Mariposas en el estómago. Iba a casa y se sentía como en trance, no podía dejar de pensar en ella. Llegó a casa como si su alma estuviera en otro mundo. —Ya ves como un “hola” hace que una conversación empiece… Anthony reía como Ed nunca antes lo había visto. —Sí, gracias por el recordatorio. —Al parecer te fue bien. —Ed, ella es alguien tan diferente a lo que estoy acostumbrado. Ed asomó su vista a las manos de Anthony. — ¿Poesía? ¡Parece que ella te describe en esa hermosa prosa! —Sí, es justamente lo que sentí al leerla. Esto es raro… —Las casualidades no existen Ed, Dios no juega a los dados, tal como dijo un magnifico científico. —Sí, sé quién dijo eso, Albert Einstein. Ed, nunca me había sentido tan vulnerable, concebir la idea de que alguien te pueda rechazar es horrible. —Bienvenido al mundo de las personas normales y coherentes. Se recostó en la cama con aquel escrito sobre el colchón sabiendo que el amor no era algo que se pudiera definir, cuando llegaba el momento sólo pasaba, cada persona debía aprender a definirlo del modo que pudiera comprenderlo. Sólo que a algunos le toca a la puerta muy jóvenes y a otros con el paso del tiempo, pero al parecer nadie se escapa.
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