Pilar Sus ojos parecían dos posos profundos de lo que sin duda podía ser una condena asegurada, tenía la piel erizada y no tenía nada que ver con el viento, era él. Mi corazón late desbocado, cada una de mis terminaciones nerviosas, se acercó de nuevo a mí y tomé aire. — Necesito que dejes de exponerte. — No me expongo —sabía que estaba siendo terca, pero era mi hermano. — Lo haces y joder, estoy a un paso de nalguearte. Subí mis cejas y arquee una ceja, era una buena opción, no me parecía mala y se ve que vio las intenciones en mí porque negó divertido antes de volver a besarme en los labios y alejarse. — Abajo, ahora. — Sí, señor —llevé la mano a mi frente y suspiro. — Chau. Apuntó la salida y me aleje de él, podía sentir como me miraba, su presencia ocasionaba a mi