—Sara, corre —jalo del brazo con todas mis fuerzas a mi amiga, quien se queja demasiado fuerte y no colabora.
—¡Me lastimas, idiota! ¿Qué pasa?
—¡Dije, corre! —ella me mira confundida y algo asustada, por lo que deja de resistirse y trata de seguirme el paso a trompiscones.
Nos movemos muy lento para mi gusto, y no paro de voltear a ver si alguno de esos hombres nos sigue. El trayecto parece eterno, pero logramos alcanzar la esquina, en donde hay peatones y los autos pasan brindando más iluminación y una cálida ilusión de seguridad. Ambas agitadas y tomando el mayor aire posible, nos apoyamos sobre la pared de ladrillo de un local ya cerrado. Sigo mirando a todos lados, alerta, sin verlos por ningún lado.
‹‹ ¿Se habrán ido a la otra calle? ››
—¡¿Vas a decirme que diablos pasó?! —grita
