El camino hasta la biblioteca transcurre silencioso, tengo la mirada fija en la calle y Alessander no ha vuelto a decir nada. Seguro entiende que no conseguiría nada con sus palabras, suelo ser bastante terca.
La calle Woodring St nos recibe al doblar la esquina, y vemos a unos metros alzarse sobresaliente la biblioteca pública. Estaciono junto al cartel “Cashmere library", que ya está algo oxidado. Al bajar del coche noto que Alessander no me sigue, por lo que empiezo a caminar sola por el camino de pavimento que lleva a la entrada de puertas de vidrio.
En menos de un pestañeo, y como si el viento lo transportara, el pelinegro me abre la puerta para que pase primero. Doy un brinco, llevando una mano a mi pecho donde mi corazón acelerado duele del susto.
—¿Eres idiota o qué? ¿Acaso te f
