Anabis no sabia que decidir, Anael se veía sincero pero aquella mujer sonaba tan segura que le robo su propia seguridad. Bajo la cabeza y dejó de moverse, rendida y decepcionada, agotada de tanto luchar. -Por favor, suéltame ya- pidió con voz ronca y Anael la obedeció de inmediato. Camino hasta el lavabo y dejando a Anael de pie y solo, abrió la llave del lavamanos y humedeció su rostro, refrescándose y haciendo que el alcohol bajara de su sistema. Se vio a sí misma, sus ojos rojos, víctima de sus emociones. Su cabello revuelto y su rostro pálido. No quería sentirse tan mal como se sentía, no quería vivir sintiendo que debía tener cuidado y pedir siempre disculpas a los pocos que quería en su vida por temor a que la abandonaran. Salió luciendo un pijama limpio, y sin peinarse se acostó en