Prologo

580 Words
Prologo Entré a la oficina del doctor Miller con los nervios de punta, se suponía que hoy será la primera vez en mi vida que entraba a ver a un ginecólogo, ya había apartado la cita para hoy, pero no hacía que me sintiera menos nerviosa. Fruncí el ceño sin ver a nadie ni en los asientos de espera o a la secretaria, así que fui hacia la puerta del doctor directamente, estaba entreabierta y me asomé observando a alguien dentro vestido con bata blanca y un estetoscopio alrededor del cuello. Me imaginaba que él era el doctor Miller. —Hola. —murmuré para que notara mi presencia, el hombre sentado detrás del escritorio alzó la vista y me quedé por un momento pasmada. Joder, no esperaba que fuera tan guapo. —¿Qué puedo ayudarte? —dijo alzando una ceja con interés, sus ojos verdes en una mezcla entre el bronce con toques dorados eran muy profundos y me distraje por un momento casi intentando ver si era mi mente la que exageraba o era que realmente era un dios del olimpo reencarnado. ¿Lo peor de ir a un ginecólogo por primera vez? Que el ginecólogo fuera tan hermoso como un cuadro del mismísimo arcángel miguel. Mi madre no me advirtió que su ginecólogo era joven y guapo, me lo imaginé de hecho mucho mas mayor. «Solo mantén la calma y haz lo que viniste a hacer, Nube». —Tengo cita, yo... —me interrumpí a mí misma mientras entraba y caminé hacia la camilla observando la bata blanca colgada ahí— Es primera vez que voy a hacer esto, pero mi mamá me explicó que el procedimiento para una virgen es más fácil, es decir, no va a tener que meterme nada en la v****a, eh... Me reí nerviosamente mientras me quitaba el pantalón y lo dejaba en un lado, evitaba el contacto visual con el doctor, ya era suficiente vergüenza todo esto, solo quería irme, que revisara lo que tenía que revisar y ya. —Entre más rápido colabore, más rápido va a hacer todo, supongo —continué hablando yo sola quitándome la camisa, me coloqué la bata blanca y terminé de despojarme del sostén y las bragas para acostarme en la camilla con la mirada en el techo esperando al doctor papito. Lo miré cuando se levantó y caminó hacia mí lentamente, casi como si quisiera asegurarse de que no era una loca. —En primera —dijo el doctor, su voz era profunda—, cálmate. ¿Calmada? Calmada era lo último que podía estar. —Okey. —murmuré sintiendo mis manos y pies congelado de los nervios, solo quería que revisara rápido. —En segunda —continuó el doctor—, creo que estás equivocada. No entendí. —¿Equivocada? —repetí— No, tengo cita para las 7, con usted, el doctor Miller, se lo dije a su secretaria cuando agendé la cita, pero creo que no ha llegado. Me parecía poco profesional que la secretaria llegara después que el doctor. —No ha llegado porque abro a las 8 —me explicó lentamente como si tuviera algún tipo de problema para escucharlo—, y no soy el doctor Miller, soy el doctor Parker, no soy ginecólogo, soy pediatra, entraste al consultorio equivocado. Me quedé congelada procesando lo que había acabado de decirme. Mi leona interior salió huyendo despavorida por haberme metido y desnudado en el consultorio equivocado.
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