Capítulo 1

2579 Words
Un tenue dolor palpitaba en su frente mientras él miraba la pantalla de su escritorio. Soltó alguna palabrota mentalmente por la molestia, apartó su atención del ordenador y comenzó a revisar en los cajones. Estaban bastantes desordenados, todo lo opuesto a la superficie pulcra y meticulosa del escritorio. Se hizo una nota mental para organizarlo después. A pesar de sus intentos, buscando en los cajones, no encontró nada que pudiese aliviar el dolor que se acumulaba en sus sienes. Lo más probable fuese que tuviese que enviar a su asistente a buscar algo y preferiría no hacerlo porque, por supuesto, en el instante en el cual avisase a Johari que algo estaba mal, ella cambiaría inmediatamente al modo de niñera y él no tendría un momento de paz hasta que resolviera el conflicto. Para todos los demás —empleados, miembros de la junta directiva, jefes de producción, etc—, él era el gran hombre al mando y sabía todo lo que sucedía en la empresa. Su carácter imponente, por momentos distantes, su gran confianza en sí mismo, lo hacía ver como un hombre inalcanzable. Realmente no esperaba mucha resistencia de nadie. Sin embargo, su asistente podía darle largos sermones como si no fuese un asunto de nadie y tenía una extraña manera de hacer que él se sintiera obligado a obedecerla. Era un poco mucho irritante. El parpadeo en la pantalla de su ordenador hizo que levantase la cabeza de los cajones. El rostro de su hermano y el nombre de este, aparecieron en una ventana, con un símbolo de teléfono al lado. Por un momento consideró en no tomar la llamada y dejarlo ir al buzón de voz, pero de inmediato se dio cuenta de que Francis no dejaría de llamarlo si él, al menos, no le mostraba algo de atención. Su hermano mayor era un poco mucho distendido, pero Dios lo salve cuando Francis quería hablar con él. Exhalando un suspiro, extendió la mano para tocar la pantalla, aceptando la bendita llamada. Frunció el ceño cuando se abrió otra ventana, mostrando el rostro de su hermano y el living detrás de él. Solo tuvo un momento para ver una escalera, botes de pinturas y una mesita con un tarro de pinceles sobre esta y supo que Francis estaba en alguna tarea de remodelación de pintura de las paredes de la sala de estar, antes de ajustar la cámara, por lo que su rostro atiborró toda la pantalla. Francis arqueó una ceja ante la mirada intrigante que él le estaba dando. —Bueno, esto es un poco extraño y espeluznante. ¿Respondiste en la primera llamada? —¿Acaso tenía alguna otra opción? —preguntó, su rostro indiferente—. Era una respuesta ahora o me molestarías hasta que lo hiciese. —Vaya, hermanito. Estás aprendiendo —espetó Francis, esbozando una sonrisa—. Eso es bueno, sin dudas. —Dirijo una empresa multinacional. He recibido mucho acoso, pero aprendí la lección. —¿Acoso? Eso es ponerlo un poco dramático, ¿no lo crees? —Aja, como digas. Porque acoso es lo que recibo de ti. Así que sí, supéralo —refutó. —Bueno, si lo pones de esa manera, supongo que no tengo elección de discutir. —Por supuesto no —enfatizó. Manteniendo su rostro neutro, preguntó—: Ahora, en serio, ¿qué puedo hacer por ti, Francis? —¿En serio? ¿Vas a preguntar eso? Dios, Andrew, ha pasado más de un mes desde la última vez que hablamos. Entrecerrando los ojos, repasó el tiempo mentalmente e hizo una mueca al darse cuenta de que Francis había sido un poco generoso con los datos. En realidad, habían pasado poco más de tres meses desde la última vez que hablaron, incluso fue Francis quien llamó y no al revés. Dios, estaba en falta con su hermano mayor. —Oh, Jesús. Lo siento, ¿vale? —Sabía que una escueta disculpa no serviría de mucho, pero… —. Las cosas han sido un poco caóticas últimamente y, al parecer, algunas se han escapado de las manos —expresó, siendo casi honesto del todo. Solo casi… —Ya. Tu hermano mayor incluido —Hizo un mohín en los labios, pero no apartó la mirada de la de su hermano—. A ver, esto sonará un poco, mhm, ¿cómo decirlo? —Volvió a fruncir el ceño—. De acuerdo, seré directo, hermanito, y te ves del asco. —Oh, vaya. Muchas gracias —satirizó. El comentario de Francis tuvo el efecto de llamar su atención sobre su foto de perfil en la esquina superior de la ventana de llamada. Donde antes había cabello lacio y castaño oscuro, en los últimos tres años había sufrido el paso del tiempo y hoy día su cabello estaba llegando al punto de mitad sal y comino. A eso sumarle algunas líneas de expresión más marcadas alrededor de los círculos oscuros debajo de sus ojos color azul cielo y algunas más alrededor de sus labios que hace diez años definitivamente no estaban. Aun así, no creía que se viese tan mal para ser un hombre de camino a los 47 años. —Me veo muy bien, espléndido diría yo —profirió él, sacándole una risa a Francis. —Lo haces, pero te hice mirar tu foto, ¿verdad? —¿Qué tienes, siete? —Tal vez… Eso causó que soltase una risita, una sincera, y Francis también reía. A pesar de ser el mayor, Francis siempre había sido joven de alma. Era, la mayoría de las veces, el primero en reír y rápido con un chiste para hacer sonreír a cualquiera. Su madre siempre había insistido en que Francis tratase de tomarse las cosas más en serio y luego, a regañadientes, él le había dicho que Francis aprendería algún día… Para cuando su madre falleció, a la edad de 79 años, hacía tiempo que había perdido la esperanza en que Francis madurara alguna vez. Él pensó que eso era un poco injusto porque, a pesar de los diversos obstáculos en los cuales había caído su ingenuo hermano mayor, lo había hecho bien por sí mismo. Francis había terminado con una especialización en Marketing y se había establecido para convertirse en uno de los mejores publicistas en una prestigiosa empresa en la ciudad de Mánchester. Pese a que la vida amorosa de su hermano había sido un poco tempestuosa esporádicamente, así y todo se casó con Adela y tuvieron dos hijos. En lo que a él respectaba, Francis estaba muy bien, su vida estaba establecida con su esposa e hijos, un buen trabajo y toda clase de comodidades y lujos extravagantes. Él no era quien para juzgar a su hermano mayor. Para alguien que no había sido más que una exasperación para su madre, pensó que su hermano había resultado muy bien, excelente diría él. —Tienes ese aspecto cansado y harto de todo el mundo —observó Francis, interrumpiendo sus pensamientos. —¿En serio? Siempre te parezco cansado y harto de todo el mundo. —Aja, ¿y? No había mucho que pudiese decir ante eso. Por lo general estaba cansado y sí, también bastante harto de todo el mundo, bueno, casi de todo el mundo, pero no quería entrar en detalles. Si su madre había querido que Francis se tomase un poco más en serio la vida, él era el epítome de todo lo que su madre deseaba en un niño. Su padre se había referido a él como un alma vetusta, alegando que siempre había sido callado y estudioso, incluso antes de que pudiese emitir palabras entendibles. Prefería ver las cosas con un enfoque mesurado, ya fuese su trabajo escolar cuando crecía o completar su carrera universitaria para enfrentarse a la inevitable posibilidad de que fuese él quien estuviese al mando de la empresa. Lo cual, ahora, eso era exactamente lo que había sucedido. —En este momento, el cansancio es solo un estado normal y no realmente un estado de ánimo o algo extraordinario. Además, con todas las responsabilidades y trabajo, es fácil estar harto de casi todo el mundo —explicó—. Debieses de saber eso a estas alturas. Francis solo negó con la cabeza y él exhaló un ligero suspiro por lo bajo, intuyendo lo que vendría… —Entiendo que eres el jefe y tienes miles de razones para estar desde la primera hora hasta la última del día en la empresa, pero debes de tomarte unas vacaciones. Estaba atrasado por unas vacaciones, eso era verdad, pero cada que pensaba en tomarse una semana para sí mismo, surgía algo. Su plato estaba muy atiborrado ahora mismo y no quería imaginar cómo se vería si tuviese que posponerlo todo por un tiempo, aunque una semana no fuese mucho tiempo. Para él, significaba una eternidad. —¿Y dejar que este lugar colapse? Mhm, creo que no. —Aja, siempre una excusa. Dime, ¿no tienes una persona que pueda manejar las cosas durante un par de semanas mientras tú te ausentas y te desahogas un poco? —Puede ser, sí. En teoría. —¿Pero no en la práctica? Él se encogió de hombros, queriendo no decir mucho al respecto. El problema era que Delclaux, el vicepresidente de la empresa y, muy a su pesar, mano derecha, no era exactamente el tipo de hombre con el que él quisiese lidiar en el día a día. Delclaux era un excelente empresario y un muy buen negociador, pero no era su primera opción para que dirigiese Chrome Machine. —No me digas, ¿sigues teniendo inconvenientes con Luciano? —cuestionó Francis, arqueando una ceja. —Bueno, no lo diría de esa manera —refutó. —¿Entonces cómo? Porque si no estás dispuesto a dejar que él realice su trabajo… Eso me dice que no confías en él. Así que sí, Andrew, yo lo defino como un inconveniente. No había manera de refutar con lógica a esa observación de su hermano. Sí, era cierto, Delclaux podía arreglárselas bien, pero, siendo honesto, él no confiaba en que haría las cosas de la manera correcta. Delclaux Luciano había sido el hombre de confianza de su padre —cuando este estaba al mando de la empresa—, pero cuando su padre (que en paz descanse al lado de su madre) lo nombró a él como presidente de Chrome Machine, digamos que no tuvo un buen comienzo con Luciano. No era como si el hombre le hubiese hecho algo a él o a la empresa, simplemente tenían diferentes puntos de vista cuando de finanzas se trataba. Él no creía que los empleados fuesen solo números que administrar en las diferentes áreas de trabajo y le provocaba hasta repulsión que Luciano pensase de esa manera para con los hombres y mujeres que se desempeñaban de manera eficaz en la empresa. A eso sumarle que Luciano pensaba que una mujer —por mas carrera universitaria, preparación y experiencia— no estaba “a la altura” de tener un puesto como jefe de supervisión de calidad. —Creí que te ocuparías de eso en algún momento —siguió Francis. Hizo caso omiso, resoplando y mirando hacia su agenda abierta y viendo la larga lista de cosas por hacer. La cosa era tan larga que requirió que su muy eficiente asistente hiciese un resumen con lo más importante y dejando lo que no lo eran al final. Había demasiadas cosas en Chrome Machine que necesitaban ser resueltas de forma inmediata y se encontró agregando más cosas que restando. Dios, en serio, estaba atiborrado de trabajo hasta el cuello y poco más. —Sí, bueno, ese asunto está en la lista —replicó él, con un gesto desdeñoso hacia su agenda que su hermano, obviamente, no podía ver. —Debes de hacer algo y lo digo muy en serio, Andrew, porque esa lista cada es más larga y te enviará directamente a una tumba prematura. —Mira, estoy en buena forma. Me hice un chequeo de rutina hace unos meses atrás y estoy perfectamente bien. —Lo que significa que tu presión arterial todavía está por las nubes. —En lo absoluto. Es normal… —Notó como la ironía cubría los ojos de su hermano—. ¡Bien! Sí, está un poco alta, pero nada alarmante. —Con más razón, Andrew, tienes que reducir un poco la carga de trabajo. No lo sé, delega algunas responsabilidades. ¿Estás tomando algún medicamento para controlar la presión? —¿Es esto una conversación o una inquisición? —preguntó, el enojo queriendo adueñarse de su sistema. Francis frunció el ceño, ladeando la cabeza hacia un lado y él notó como los ojos de su hermano mutaban otra vez. Ahora lo miraba casi con lástima. —Sabes que solo me preocupo por ti, hermanito. —No tienes que hacerlo porque no estoy en peligro de sufrir un ataque cardíaco o un derrame cerebral —Trató de que su voz fuese pacífica, sosegada—. Escucha, Francis, estoy comiendo bien y siempre me aseguro de darme tiempo cada día para realizar algún ejercicio físico. Ahora el yoga me está ayudando mucho, aunque no lo creas. —Sí, en eso último concuerdo porque Adela me arrastró con ella a sus  tardes de yoga —Quiso rodar los ojos cuando se percató de la risita pícara de su hermano—. ¿Qué?, ayuda con la flexibilidad, ¿sabes? —No quiero saber. —Bueno, no. Sin embargo, volviendo al tema, se nota que también duermes como una mierda y a eso súmale tu carga exagerada de trabajo. En menos de un año, tu caballero será la envidia de Santa. No sé, solo digo. —¡Oye!, eso es totalmente injusto —reprochó, suprimiendo una risita—. Como lo bastante bien y duermo bien. Simplemente no lo suficiente a veces. —Andrew, en serio, yo… —¿Qué? Hay una diferencia. —Es fascinante cómo puedes desarrollar el sentido del humor cuando quieres ser un sabelotodo conmigo. —Por supuesto que tengo humor. Dios, ni que fuese un viejo amargado —retrucó, arqueando una ceja—. Ahora que lo medito, siento pena por Adela, tener que soportarte tanto debe de ser agotador. —Ni tanto. Te aseguro que ella tiene su manera de callarme y es muy, pero muy eficaz. —Oh, Jesús, no quiero imágenes mentales indeseadas —refunfuñó él. Y si la mirada malévola de su hermano era una advertencia, sabía exactamente hacia dónde se dirigía esta conversación. —No lo hagas —dictaminó, apuntando un dedo a la pantalla—. En serio, Francis. —Entonces, ¿qué pasó con esa vida amorosa que supuestamente estabas preparando para tener? —Como lo supuso, Francis pasó de él—. Recuerdo que dijiste que estabas dispuesto a sentar cabeza y pensar en la gran posibilidad de tener una familia. —Ella… —Calló y tiró su cabeza hacia atrás, pensando en sus siguientes palabras. —¿Y bien? —preguntó su hermano. Volvió a erguirse, miró el rostro expectante de Francis y optó por decir la verdad. —No funcionó. Ella no quería un compromiso a largo plazo —replicó. Y puede que la conversación con su hermano duró por unos buenos veinte minutos más. Sin embargo, él no comentó nada acerca de cierta cosa que comenzaba a sentir por su joven asistente. Eso, por el momento, era su mejor secreto guardado.
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