1.Humillación
1.Humillación
Annie
Estoy de pie frente al hombre que he amado casi toda mi vida. Parece un mal chiste que esté viviendo el mismo escenario que ocasionó la separación de mis padres, hace muchos años atrás. Veinticinco para ser exactos y aquí vamos de nuevo. Un Travis y una Johnson, a punto de cometer un error. Escucho al sacerdote hablar y llegar al punto preciso.
—Liam Thomas Donovan Travis. ¿Aceptas a Annete Sophie Johnson Robbins como tu legítima esposa para amarla, respetarla y serle fiel hasta que la muerte los separe? –mi prometido voltea a mirarme. Conozco su respuesta, pues no hace mucho, escuché por casualidad su decisión. No niego que un dolor comienza a punzar en mi corazón, pero al menos ya estoy preparada.
—¡No padre, no acepto!
Las lágrimas traicioneras salen de mis ojos sin que pueda evitarlo, pero las acompaña una risa de burla, pero que está dirigida solo para mí. Los murmullos entre los invitados comienzan a subir de nivel. Giro mi rostro, y observo en las caras de toda la gente, confusión, duda, pero sobre todo lástima. Esa es la que más me causa daño. ¡Bien hecho Liam! Has conseguido lo que quieres, pero esta me la debes. La humillación que me estás haciendo pasar, es algo que algún día voy a cobrarte. Limpio mis lágrimas con coraje y lo miro con odio por primera vez.
No espero más, así que tomo el faldón de mi vestido de novia, y salgo de prisa de ese lugar. Voy corriendo hacia la salida, y me subo en el vehículo que ya esperaba por mí. Mi amiga Mirtha me abre la puerta del auto, mientras su hermana gemela Martha lo conduce. En cuanto cierro la puerta, mi amiga arranca. Mir me pasa la caja de pañuelos, porque sabe que los voy a necesitar. Las lágrimas que salen, ahora parecen una cascada desbordada. El dolor que siento en mi alma es tan grande, como nunca lo había sentido antes.
—Cálmate Annie, o te pondrás mal. Mira que ahora no solo eres tú. –Cuando menciona esas palabras, comienzo a tranquilizarme. Tiene razón. Ahora no soy solo yo.
—Lo voy a intentar. No quiero llorar por alguien que no vale la pena. Pero me duele mucho. Espero que este sentimiento pase pronto, pero no hoy. ¿Tienen todo listo chicas? –Martha es quien me contesta esta vez.
—Todo listo, nena. Los pasaportes y equipajes de las tres ya están en el aeropuerto. Espero que tus padres entiendan con la carta que les dejaste y no te busquen durante un tiempo. –Asiento ante las palabras que me dicen. Me angustia no despedirme de papá y mamá, pero sé que estarán bien, al cuidado de mis hermanos. El día que regrese, lo haré cuando me sienta más segura, pero en este momento no puedo permanecer aquí, donde el causante de mi herida está cerca. No, no puedo. Pero algún día lo haré. Volveré y esto que siento ahora ya no estará.
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—Bienvenidos doctores. Me siento muy honrado de saber que personas tan valiosas como ustedes atienden a nuestro llamado y dejan de lado la comodidad de sus trabajos para ir a aquellos lugares donde se necesita tanto de su conocimiento. Tal vez la recompensa monetaria no exista, pero la satisfacción personal de ayudar a quienes necesitan de nuestro saber, es inmensa. De nuevo, muchas gracias y espero que todos volvamos sanos y salvos.
Volteo a ver a mis locas amigas, quienes no fueron capaces de dejarme sola en esta aventura. Las tres somos doctoras de un prestigioso hospital, pero pedimos una licencia de un año. El director de hospital conoce nuestro destino, pero le pedí encarecidamente que no lo divulgara. No deseo que nadie se entere a donde voy, de preferencia hasta que ya esté a kilómetros de distancia.
—Annie, ¿estás segura de quieres ir? Acabas de enterarte de que estás embarazada y puede ser muy riesgoso para tí. Quizás puedas ir después de que nazca tu hijo o quizás no ir. –Veo la inquietud en el rostro de mi amiga, pero le sonrío para tranquilizarla. Este ha sido mi sueño desde que decidí embarcarme en esta carrera tan sacrificada. Soy buena en lo que hago y quiero demostrarme que puedo ser útil para aquellos que en verdad me necesitan y no solo los que pueden pagar mucho por mis conocimientos. No. No me echaré para atrás.
—Mir, quiero hacerlo. Además, estarán ustedes para cuidarme. Si llego a sentirme mal y no puedo seguir ahí, solo me regreso. ¿De acuerdo? –Mi amiga asiente, resignada.
Ambas gemelas se abrazan con calidez. No sé qué haría sin ellas. Las conocí desde que ingresé a mis estudios de medicina y desde entonces, hemos sido inseparables. Las quiero mucho, casi tanto como a Rocío, a Robert o al pequeño David Jr.
Con gran determinación, tomamos nuestros equipajes para registrarnos y abordar el avión que nos llevará a un destino incierto. Mientras estoy en el aire, miro hacia abajo el lugar que estoy dejando. Donde he vivido casi toda mi vida. Cierro los ojos y trato de no pensar en todo lo que pasó. Sabía que pasaría lo que al final ocurrió, pero a pesar de estar preparada, el dolor fue el mismo que si no lo hubiera sabido.
Cruzo mis manos, y me doy cuenta de que aún porto mi anillo de compromiso. Es un anillo hermoso que perteneció a mi tía Susan. Ella me contó que lo guardaba con mucho amor para la futura esposa de su hijo y al saber que sería yo, esa satisfacción era doble. Que lástima que tenga que regresarlo. Voy a retirarlo de mi dedo, pero será mejor que lo haga cuando esté en el lugar a donde vamos y pueda guardarlo. Inconscientemente, deseo llevarlo puesto un poco más.
El viaje es muy largo y trato de dormir lo más que puedo. Aún no tengo síntomas de embarazo, pero sé que pueden llegar en cualquier momento. Mi pobre hijo. No tendrá el amor de su padre, pero sí de su madre. Todo mi cariño y dedicación serán para él.
Sonrío un poco al imaginarlo ya en mis brazos. Espero que cuando sea mayor, entienda que esto lo hago por los tres. Él no merece nacer bajo el rechazo de su padre y Liam no debe cargar con hijo que no planeaba tener conmigo.
—Nena, duerme un poco. Te vas a enfermar. Sé que no comes y no duermes bien. Si no te cuidas, pediremos que te regresen a casa. –Mi amiga Martha está sentada al lado mío y me abraza. Sabe que necesito ser apapachada un poco. Le sonrío, tratando de tranquilizarla.
—No te preocupes. Dicen que no hay mal que dure cien años. Te prometo que estaré bien. Vamos a estar bien. –Ella me sonríe y asiente. Trato de complacerla y cierro mis ojos. Lo que viene a mi mente, es la forma tan parecida que están ocurriendo las cosas a la historia que me contó mi madre. Ella también se alejó del hombre que amaba, embarazada de mí. Ahora yo me voy para que el hombre que amo, sea feliz con la mujer que ha elegido.
Siempre supe que entre ellos existía algo más que cariño fraterno. Pero vamos, ¿cómo iba a imaginar que ambos estuvieran enamorados? Si se criaron como hermanos. Al menos eso es lo que todos veíamos desde afuera. Lo más seguro es que mis tíos se dieron cuenta de lo que pasaba entre ellos, y por eso la alejaron de su hijo. Pero volvió justo para nuestra boda y ese fue el final de mi historia con él. Una historia que nunca debió ser, ahora me doy cuenta.
