Ninguno de los presentes pudo moverse, ni respirar siquiera. Todos estábamos atónitos ante la barbaridad que contemplábamos. El vacío de mi estómago me gritaba la angustia y la tristeza que mi cuerpo sentía, tenía ganas de echarme a llorar ahí mismo, pero me mantuve, como la dama que me enseñaron a ser.
—¿D-de dónde salió eso? —preguntó por lo bajo Ivo, casi sin mover los labios, estaba a un lado de mí por lo que lo escuché nítidamente.
El pastel tenía la forma de un pene gigante, embarrado de chocolate oscuro y blanco, decorado con crema batida de forma muy grotesca, como si estuviera corriéndose, pues los manchones caían de la punta del mismo, además de que tenía escrito en color rojo la leyenda “Sé que eres su amante” en toda la extensión del cuerpo de este pastel.
Mi madre tenía l
