Entro a la oficina, y busco rápidamente sobre mi escritorio, por si me encuentro otro de los dichosos sobres que han aparecido durante la semana, pero esta vez no hay nada. Me siento y abro uno de los cajones, tomando los tres sobres, volviéndolos a leer
El primero: “Un día menos.
¿Ansiosa?”
El segundo: “¿Lo ha pensado bien?
Ya falta menos”.
El tercero: “Cuento las horas.
¿Y usted?”
No sé de qué va este juego, pero me tiene intrigada, y ya sé que no se trata de Isaac, ya que no lo he visto desde el día que le di mi respuesta. Lo entiendo, por lo que no lo he buscado y le he dado su espacio.
Vuelvo a revisar las carpetas con los proyectos que le voy a enseñar al señor De la Croix, y espero que sepa invertir en el que puede cambiar la vida a muchos pacientes del país, o al menos de este lado del país.
Tocan a la puerta y al levantar la vista, se acerca un chico con un ramo de rosas rojas, por lo que me pongo de pie.
—¿Señorita Miller? —pregunta y asiento confundida.
—Si, soy yo. —rebato, me entrega un sobre y me extiende una planilla para firmar en ella. Dejo mi firma, le doy las gracias y el muchacho se retira a paso veloz.
Observo anonadada el arreglo de rosas rojas y pequeñas florecillas blancas que las acompañan, levanto el sobre que tengo en mi mano y me dispongo a ver su contenido, es otro mensaje con la misma letra:
“Un auto pasará por usted a las 18:30 hrs.
Que tenga un excelente día”.
«Así que era él… Don arrogante» pienso y sonrío; no podía ser alguien más, no sé cómo no lo pensé antes, me cuestiono.
Reviso en mi agenda, las anotaciones que he estado haciendo para algunos casos cuando se abre la puerta y entra Penélope toda emocionada.
—Vi pasar este ramo de rosas, pero no pensé que eran para ti. —dice coqueta con las cejas alzadas.
—Y lo son. —digo como si fuera lo más normal recibir algo así.
—¿Y supiste quién las envío? —inquiere y asiento, restándole importancia.
—El paciente del doctor Craig. —rebato y ella frunce el ceño, extrañada.
—¿El Dios griego? —indaga— ¿No fue él quien te envió flores el lunes? —cuestiona y asiento nuevamente.
—El mismo. —digo mientras tomo mi agenda para salir a dar la primera ronda de la mañana.
—¿Entonces? —insiste y la miro de soslayo mientras caminamos por el pasillo.
—Esta noche iré a una cena de negocios con él, aunque sigo sin comprender por qué me ha enviado las flores. —espeto y ella me toma del brazo deteniendo la marcha.
—¿Vas a salir con semejante hombre y te cuestionas por las flores? —dice haciendo una mueca graciosa, por lo que sonrío. Hace un gesto como si estuviera loca y ambas nos reímos.
—Es una importante oportunidad para el Hospital, no podía desaprovecharla. —comento y me mira, nuevamente, con el ceño fruncido— ¡Te vas a arrugar! —Le advierto y suaviza el rostro.
—Oportunidad para ti, de tener ese bombón para ti esta noche. —rebate moviendo ambas cejas, coqueta— Dime por favor que harás con él, algo más que cenar amiga, por favor, en nombre de las mujeres del hospital que soñamos una cita con un bombón como ese. —pide juntando ambas manos en frente, como rogándome que la escuche, por lo que sólo puedo reírme a carcajadas.
—¿¡Qué cosas dices Penny!? —logro decir y ella bufa con pesadez.
—¿Por qué no lo operé yo? —reniega entre bufidos.
—Pues porque no eres neurocirujana como yo. —digo con normalidad y ella me fulmina con la mirada— ¡Ok! Entendí. —digo levantando las manos, en señal de rendición.
—Amber, aunque sea, un beso en la comisura de los labios, pero por favor… no puedes dejar pasar una oportunidad así amiga. —pide y sonrío.
—No sé qué te hace pensar en que quiere algo así conmigo… Además, no sabemos si es casado, si tiene novia, quizás sea gay. —replico y ella bufa.
—Pues averígualo por ti misma, pero nadie envía flores como esas a una persona con las que tendrá una cena de negocios. —dice haciendo un gesto gracioso y guiñándome un ojo.
—Tienes un cupido metido en la cabeza. No hace bien leer tanta novela romántica. Ves romance donde no lo hay. —espeto sacándole la lengua y siguiendo mi rumbo para hacer la primera ronda con mis pacientes que están hospitalizados.
『 4 horas después 』
Estoy en la consulta, terminando de atender un paciente, cuando golpean la puerta.
—No olvide tomarse los medicamentos a las horas que le indiqué, o el tratamiento no será efectivo. —explico y la señora asiente.
—Lo tengo todo anotado doctora. —dice y le sonrío.
—Tiene alguna pregunta, algo que no le haya quedado claro. —inquiero y ella niega.
—Como siempre, me explica tan bien, que tengo todo muy claro doctora Miller. —rebate y sonrío triunfal.
—Entonces tome la horita en la recepción para el próximo control. —espeto y vuelven a tocar a la puerta. La señora preocupada mira hacia la puerta y luego a mi, pero niego. —No se preocupe señora Salas, la estoy atendiendo a usted, deben esperar. —rebato un tanto molesta, por lo que la señora me sonríe.
—Bueno, nos vemos el próximo mes, muchas gracias por todo. —dice la señora tendiéndome la mano, en despedida. La acompaño hacia la puerta y veo al señor Morris parado a un lado, esperando para hablar conmigo.
Miro hacia todos lados y creo que la señora Salas era la última paciente del día. Hago pasar al señor Morris con un gesto.
—Dígame señor Morris, ¿En qué lo puedo ayudar? —pregunto y él se aclara la garganta.
—Quería saber cual de todos los proyectos le va a presentar al señor De la Croix. —espeta— Ya que sería muy útil para el hospital si nos ayuda invirtiendo en esa nueva máquina que… —Lo interrumpo mientras niego.
—Señor Morris, usted me dejó a cargo de hacer la presentación con el señor De la Croix, y velaré por que invierta en algo que sea muy necesario para el hospital, así que descuide, que tengo claras cuales son las deficiencias de mi área. —expreso lo más cortés que puedo— Si no le parece, vaya usted a la cena esta noche, yo no tengo problema. —sugiero y él niega.
—N-no se preocupe, confío en su criterio señorita Miller. —rebate pesadamente, poniéndose de pie y parándose detrás de la silla— Mucha suerte. —finaliza girando en sus talones, saliendo por la puerta.
—Pff… —bufo.
La tarde pasa rápidamente y si no hubiese sido porque Penny, me trajo un sándwich y una manzana, hubiese pasado de largo del almuerzo.
Camino hacia los camarines, donde me doy una ducha rápida para quitarme el día de encima. Voy hacia mi casillero donde está el outfit para la cena, que consta en un mono gris con pabilos cruzados en el cuello cerrando en la parte de atrás, ajustado en la cintura y largos pantalones hasta el piso, creando la sensación de que es una falda larga.
Me pongo unas sandalias de tacón, recojo mi cabello en una coleta alta, dejando algunos mechones sueltos y finalizo con una americana amarilla, que contrasta perfecto con el look. Me maquillo un poco más, me pongo unos pendientes largos y salgo hacia la entrada principal del hospital, ignorando las miradas que me dan mis colegas y enfermeras.
Un lujoso auto n***o con chofer, el cual me abre la puerta trasera y me saluda con un asentimiento de cabeza, me hacen caer en cuenta de que es el vehículo que dijo el señor De la Croix que pasaría por mí.
Bajo la mirada mientras reviso mi móvil, viendo las r************* , donde me distraigo por algunos minutos. Cuando levanto la vista, veo que vamos llegando al puerto, donde generalmente arriban los cruceros de lujo, por lo que no entiendo nada.
Minutos después el chofer detiene la marcha, se baja del auto, abre la puerta y me tiende la mano para ayudarme a bajar, por lo que tomo mi bolsa y los documentos que me acompañan.
—Por aquí señorita Miller. —espeta con un acento español muy marcado. Lo sigo mientras nos acercamos a una de las entradas de un imponente crucero.
—¿Aquí? —cuestiono. Él asiente y sigue caminando, mientras lo sigo a paso seguro.
Se detiene y me señala que siga caminando por la pasarela para ingresar al crucero, por lo que avanzo hasta que lo veo aparecer, con una sonrisa que ilumina todo. Don arrogante a la vista.