CAPÍTULO 3

1550 Words
Llegamos al auto de Isaac y éste me abre la puerta, toma algo del asiento y me regala una rosa roja.   —No es un ramo impresionante como el que te enviaron a la oficina, pero me permití darme el gusto de regalarte una rosa. —espeta, casi pidiéndome disculpas antes de que le diga algo. —Gracias Isaac, pero sabes que no es necesario. —rebato y me guiña un ojo cerrando la puerta y rodeando el auto para subir. —Déjame tratarte por esta noche, como siento que lo mereces Amber. —dice tomando mi mano entre las suyas y mirándome a los ojos. Lo dudo un par de minutos, pero asiento. —Está bien doctor Frederick, me dejaré querer por usted. —digo y le sonrío de lado.   Pone en marcha el auto y nos dirigimos al lugar donde cenaremos. Vamos por la carretera y de pronto, al pasar por un lugar con un lago al lado, mi cabeza duele como los mil demonios, por lo que pongo mi mano sobre mi sien y frunzo el ceño, aguantando el dolor.   —¿Amber, estás bien? —pregunta preocupado, pero no logro contestarle nada, ya que me zumban los oídos.    Trato de controlar la respiración, por lo que cierro los ojos para concentrarme mejor y veo flashes de cuando tuve el accidente; me veo girando en el auto, sin perder el conocimiento aún. “¡Amber!” escucho a lo lejos, mientras esa sensación de vértigo otra vez está presente. “¡Amber!” escucho un poco más cerca, hasta que logro abrir los ojos, y veo que estamos detenidos en la autopista e Isaac acuna mi rostro con cara de preocupación.   —¿Estás bien? Me estás preocupando. —dice afligido y asiento. —Si… sólo que… al pasar por aquel lugar —hago una pausa, volviendo a tocar mi sien— me dio un dolor que no sabría cómo reconocer. —rebato y me sonríe de lado, acariciándome ambas mejillas con sus dedos pulgar. —Ahí es donde tuviste el accidente. —Me aclara y frunzo el ceño. «No tiene lógica alguna que mi cuerpo reaccione ante un recuerdo que no existe en mi cabeza» pienso. —No tiene lógica el sentirme así por eso. Debe ser post traumático. —espeto e Isaac simplemente me sonríe. —¿Te sientes bien o cancelamos la cena? —dice y su rostro denota desilusión. Niego. —Vamos, estoy bien. —digo tratando de recomponerme. —¿Segura? —inquiere y asiento. —Vamos o me arrepentiré. —digo sonriéndole para que sepa que quiero hacerlo.   Pone el auto en marcha nuevamente y unos minutos después estamos entregando el auto en el valet parking del Mandarín Oriental Hotel, por lo que lo miro con curiosidad y me sonríe ampliamente.   Isaac me toma de la mano y sin decirme una sola palabra me guía por la terraza del hotel hasta uno de los restaurants.   —¿La Mar? —pregunto y se voltea a verme con una gran sonrisa. —Sé que te va a encantar. —asevera, mientras nos acercamos al anfitrión del lugar. Uno de los meseros nos dirige hasta nuestra mesa en la terraza, con una vista privilegiada hacia el mar.    —¿Me vas a decir qué es lo que tramas? —pregunto y sonríe ampliamente. —¿Sabías que esta es la primera vez en estos casi dos años que te conozco, que me aceptas una cita? —inquiere y frunzo el ceño. —Bueno, no digamos que sea una cita. —espeto— Ya sabes que… —sisea interrumpiéndome y negando.  —Amber, yo ya no puedo fingir más que somos amigos… Llevo mucho tiempo pretendiéndote y quiero que esta noche, sepas lo que me pasa contigo. —rebate y abro los ojos como platos. «¿Cómo llegó a pasar esto?» me cuestiono. —Isaac… no sé qué decir… Yo… ya sabes lo que pienso. —espeto mirándolo a los ojos, tratando de comprender qué lo llevó a pensar esto. —Exacto, sé lo que piensas… —se ríe— Pero no tengo idea lo que sientes. —dice y me toma la mano, sin dejar de mirarme.  —Yo… —Nos interrumpe el mesero, entregándonos la carta y tomando los pedidos para el aperitivo. —Por favor Amber, déjame demostrarte que podemos ser más que amigos. —pide y niego automáticamente.  —Es que yo no debo… —respondo nerviosa, soltando el agarre de su mano. Isaac baja la mirada, pero tuerce una sonrisa. —¿Cómo va a ser más importante el trabajo que tu vida, Amber? —cuestiona triste. —Ya sabes que, en nuestras vidas, lo que menos hay es tiempo… —Trato de explicar— Eso a la larga, pasa factura y no quiero perder nuestra amistad. —rebato. Se acerca nuevamente el mesero con nuestros aperitivos. —¿Ya saben lo que van a ordenar? —pregunta y tomo la carta para darle un vistazo, pero todo lo que me ha dicho Isaac me tiene abrumada, por lo que no logro concentrarme. —¿Cual es la recomendación del chef? —pregunta Isaac, indeciso igual que yo, al ver que tardo en decidirme.    El mesero nos señala la recomendación y ambos asentimos, eligiendo cada uno algo diferente. Se aleja dejándonos solos nuevamente.   —Te prometo que no perderemos la amistad que tenemos, pero al menos dame la chance de haberlo intentado. —Me pide volviendo a tomar mi mano, mirándome, evaluando lo que me pasa o cómo reacciono. —Cenemos primero, así me das tiempo para pensarlo. —rebato, sin saber qué contestarle. Sonríe y asiente.    «El que haya desarrollado sentimientos por mí, ya es motivo suficiente para saber que lo perdí como amigo, pero a la vez, ambos vivimos en el mismo ambiente; sabe cómo son los turnos, y cuando hemos tenido algunos “encuentros” no nos ha ido nada de mal… pero si no funciona, tendremos que vernos siempre y…» dejo mis pensamientos inconclusos cuando Isaac chasquea los dedos frente a mi.   —Disculpa. —digo y sonrío— ¿Decías algo? —pregunto y simplemente sonríe. —Nada importante la verdad. —rebate y recién caigo en cuenta que me sostiene la mano entre las suyas, por lo que sonrío y la retiro rápidamente para acomodarme un cabello inexistente detrás de la oreja.   Se acerca el mesero con nuestra cena y mientras comemos, conversamos de cosas triviales del trabajo, me cuenta algunas anécdotas con sus pacientes haciéndome reír, con sus ocurrencias.   —Mi última paciente fue una chica joven, de unos 24 años que, por perseguir a su amiga con tacones, tras una broma, cayó al suelo y se fracturó el peroné, ¿Lo puedes creer? No entiendo cómo las mujeres son tan criminales usando esos tacones tan altos. —comenta entre risas, por lo que le señalo mis pies y suelta una carcajada, lo que nos hace reír a los dos. —Es cuestión de actitud. —Le digo mientras él aún se ríe.  —Pero tiene 24 años, es una niña aún y ya se fracturó el peroné, le queda toda una vida para usar tacones, y lo más probable es que le tome unos cuantos meses recuperarse del todo. —dice sonriente y mientras lo observo, pienso si realmente algo entre los dos sería posible.  Isaac se aclara la garganta— ¿Postre? —inquiere con una ceja alzada, mirándome con curiosidad.  —Claro que sí, qué sería una cena sin postre. —digo divertida, por lo que no deja de escudriñarme con la mirada. —Y bueno… ¿Al menos lo has pensado? —pregunta y asiento— ¿Y tienes alguna respuesta? —inquiere. —Creo que con el sólo hecho de que sientas algo más por mí, deja atrás cualquier tipo de amistad que podríamos tener… Lo que me hace tener sólo dos alternativas, acepto y te dejo intentar conquistarme, o seguimos siendo simples colegas. —expongo y veo el miedo en sus ojos. —Las cosas no son así Amber, no quiero que te sientas presionada… si necesitas tiempo, te lo daré… —dice mirando sus manos, no muy convencido. —Si te digo que no, ¿Vas a poder seguir siendo mi amigo, sin mirarme con carita de perro mojado? —inquiero y me mira, intentando comprender mi pregunta— Piénsalo tu también. —Le pido y asiente.  —Tomémonos unos días para pensarlo bien, pero en ese tiempo, por favor no me ignores. —pide y asiento. —No tengo 12 años Isaac. Somos adultos y sabes que soy bastante frontal para andar con cuentos. —rebato y se sonríe. —Lo sé. —dice con una sonrisa torcida— A veces tu sinceridad duele. —dice y me sorprende su frase. —Lo siento si alguna vez fui demasiado franca, pero no puedo ser de otra forma. —explico y asiente. —Eso es lo que más me gusta de ti. —dice mirándome como si fuera un tesoro. —¿En qué quedamos? —inquiero con una ceja alzada y se larga a reír.
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