Al día siguiente, Peter me llevó el desayuno a la cama. Nunca nadie había hecho eso por mí, claro, porque nunca había dormido con un hombre. ¡Jajaja! —Mañana me voy a España, amada mía —dijo Peter. —No te has ido y ya te extraño —le respondí. —Yo también, hermosa mujer. Sin consultarlo contigo, hablé con tu hermana para que venga a quedarse contigo y te cuide mientras no estoy. —Gracias, amor, por preocuparte tanto por mí. —Eres mi esposa, madre de mi hijo. —Gracias, amor. ¿Cuánto tiempo estarás fuera? —Solo estaré fuera una semana. —Entiendo. Espero que te vaya bien, amor. Respecto a la presidencia de la empresa, no puedo quedarme a cubrirte como habíamos hablado. —Lo sé. Eso me tiene un poco preocupado. Necesito a alguien de confianza. —Te propongo a mi amiga Lourdes. Ella es l