Cuando Peter salió de la habitación, no lo contuve. Fui detrás de él. —Peter, tus palabras me lastiman —le dije con un nudo en la garganta. —No creo que sientas dolor. Ni siquiera te importó que dos personas que se aman sean felices —respondió sin mirarme. —Peter, pensé que estabas sintiendo algo por mí, pero parece que estaba equivocada. Tu amor por ella es más fuerte que todo. —Nunca he sentido nada por ti. Además, si lo hubiera sentido, lo habrías matado. —Peter, si ya tienes a la mujer que amas y crees que mi hijo no es tuyo, divorciémonos. —¿Divorciarnos? No te daré el divorcio. No te irás con tu amante después de lo que provocaste. —Peter, estoy cansada de decirte que no tengo ningún amante. —Ya no te creo y no te desgastes porque no te creeré. —Ya lo sé, Peter, ya lo sé. R