Al despertar al día siguiente, me sorprendió ver que Peter no estaba en la cama ni en la casa. Esperaba que al recordarle que era mi cumpleaños me felicitaría, pero ocurrió todo lo contrario. Me levanté y desayuné junto a Elizabeth. —¿Te sientes mal, hija, que no fuiste a trabajar? —preguntó Elizabeth, con preocupación. —No, señora, es que hoy es mi cumpleaños y le pedí permiso a Peter para tomarme el día libre —respondí con una sonrisa. —Mi nieto es tan tierno. ¿Y qué tienes pensado hacer? —preguntó, curiosa. —Quiero visitar a mis padres y quizás salir a tomar algo con mi hermana y una amiga —le expliqué. —¿Qué te parece si vamos tú y yo de compras? —sugirió Elizabeth, con entusiasmo. —¿De verdad? Pero es que no tengo dinero, señora —respondí, algo avergonzada. —No te preocupes, yo