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976 Words
    Mi padre organizó una de sus Lunas para la noche del día siguiente.     Una Luna es el nombre que le dio a los encuentros con sus amigos cantores en el quincho, donde se juntan a cantar zambas, chacareras y algunas que otra canción chilena. Era divertido estar ahí, pero después de hacerlo más de tres veces en las vacaciones se volvía algo monótono, ya que casi siempre cantaban las mismas canciones. Mis primos y hermanos no estaban obligados a estar formar parte de ello, pero yo tenía que grabar el suceso hasta que a los viejos se les subían las copas y era mejor no tener registro de eso.      Mi padre me pidió que grabara hasta las dos de la mañana, porque sabía que no me divertía mucho hacerlo, además de tener que hacerlo todo el año por mi carrera era algo frustrante tener que hacerlo también en mis vacaciones.     Me junté con mi prima en la carpa después de darnos una ducha para sacarnos el cloro de la piscina.     —Me llamó Cristian hoy.     Mi estómago hizo algo raro. Pues aunque fuera un nombre común, el solo hecho de escucharlo traía muchos recuerdos a mi mente. Había sido mi novio hace algunos años, el típico amor de verano que se arruina hasta que uno de los dos consigue una novia en su propia ciudad, y en este caso fue él, haciendo que lo bonito que teníamos en los veranos se transformara en algo incómodo, más cuando nos juntábamos todos los amigos en una misma fiesta.      —¿Me dirás más que eso?     —Me dijo que mañana se celebrará el cumpleaños de Fernanda en el pueblo, estamos todos invitados —continuó, y puse cara de dolor—. ¿Qué?     —Mi padre hará una Luna. —Captó la idea al instante sabiendo lo que significaba.     —Oh, no, ¿a qué hora te sueltan? —preguntó algo desanimada.     —A las dos de la mañana. —Ambas hicimos un puchero.     —Quería llevar a Nacho e invitar a Chace también para… Espera, algo está pasando por esa cabecita cobriza, ¡dime! —exigió al ver mi rostro.     —Si le decimos a mi padre que llevaremos a los chicos para que no se aburran, puede que me suelten antes, quizás a las once de la noche —dije segura.     —Me gusta como piensas. —Noté que había algo guardado en los ojos de Isabella.     —Escúpelo, te mueres de ganas —suspiré. Mi prima sonrió al saber que la conocía lo suficiente para captar sus miradas.     —Nacho casi me besa —Ahora era ella la que suspiraba. Me sorprendió su confesión.     —¿Casi?     —Estábamos a punto de besarnos pero su madre lo llamó al teléfono para ver donde se encontraba.     Mi prima se estaba casi besando con Nacho y yo lo único que obtenía eran miradas burlonas y frías.     Moví la cabeza para negar el hecho que quisiera que Chace me besara, ese pensamiento era estúpido. Mi prima soltó otro un suspiro.     —Realmente te gusta ¿a que no? —le dije para cambiar el tema de mi propia cabeza.     —Realmente me gustaría hacerle cosas, eso no te lo niego —dijo picarona y ambas reímos—. Si todo va bien mañana será la noche en que me dé ese maldito beso —dijo soñadora—. O algo más, ¿quién sabe? —     Y la imagen de un Nacho y una Isabella sentados y acercándose románticamente para su primer beso me inundaba, mientras otra imagen se trasponía delante de ella; un Chace y una Carolina mirándose con odio. Moví la cabeza para espantar ambas imágenes de mi cabeza.      Ya me estaba mareando de las tantas veces que debía hacerlo para arrancar pensamientos intrusos.     Esa noche compartimos un poco con mis hermanos y las familias invitadas viendo videos que mi padre solía grabar, todos sentados en el living.     Todos menos Chace.      Después de ver como mi hermano menor jugaba a la pelota con sus amigos hace diez años, vi como entraba a la sala y se dirigía directamente hacia mí. Sin mirarlo sentí como se sentaba en el apoya brazos del sillón donde me encontraba. Esperé unos segundos para no levantar sospechas y me paré para dirigirme a la cocina, y aunque pude habérmelo imaginado, sentí como su mano recorrió mi brazo desnudo desde el codo hasta la muñeca cuando me paraba, pero decidí ignorarlo. Al llegar me serví un vaso de agua y volví al living, pero me detuve en la entrada y me apoyé en la pared que se encontraba al otro extremo de donde se encontraba Chace y donde me encontraba sentada hace unos segundos.      Me miró y entrecerró los ojos sutilmente, su mirada no era severa, más bien decían que había captado lo que estaba haciendo. Su cuerpo reveló un pequeño movimiento al exhalar fuerte por la nariz mientras sonreía levemente; una pseudo risa. Sostuve su mirada desafiante mientras él pasaba la mano por su mandíbula, frustrado, intentando descifrar mi cara de póker, pero esta no revelaba nada. Sostuve su mirada unos segundos más y moví mi cabeza para dedicarle toda mi atención al video que mi padre le había hecho a mi madre para su cumpleaños, un video que había visto unas cien veces.     Después de tres videos más nos fuimos a dormir, sin antes comentarle a mi padre sobre la fiesta, aceptando de inmediato, y como lo había previsto, estaría libre antes de la medianoche.     Al día siguiente no vi rastros de Chace. Me bañé en la piscina y tomé sol. Paseé por el bosque y fui a ver a mis amigos al pueblo. Mi prima me odiaba por acompañarme porque quería pasar más tiempo con Nacho, pero admitía que se había distanciado algo de mí y aceptó, sin antes reclamarme por unos minutos eternos, ya que también me recalcaba que por mi culpa el esperado beso se posponía cada vez más.     Y yo hacía rodar mis ojos.       Al volver, mi padre preparaba las cosas para su Luna. Una sola vela se apoyaba en las diferentes mesas como un rústico adorno, los micrófonos es sus respectivos pedestales y los parlantes estratégicamente puestos en su lugar.     Tomé un suspiro y comencé a ayudar con las cámaras.
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