El resto del día no volví a ver a Elemiah, simplemente se saltó todas las clases que faltaban. La curiosidad me carcomía, era tanta, que estuve a punto de preguntarle a Jeremiel por él. Ahora me encontraba en mi cuarto terminando el trabajo de “equipo” cuando el timbre de mi hogar sonó. Renegué por lo bajo al saber que tenía que bajar a abrir. Elizabeth estaba trabajando y Sarah haciendo un proyecto de historia. Sonó dos, tres, hasta cinco veces seguidas. — ¡Ya voy! —grité, aligerando el paso para abrir—. ¿Acaso pretendías dañarme el ti... Las palabras desaparecieron de mi boca al ver quien se encontraba al frente de mí. Mi mente había quedado totalmente en blanco. Temía a que si hablaba ahora mismo balbucearía palabras incoherentes, y ya muchas vergüenzas había pasado en presencia de