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CAPÍTULO 2 No iba a ser un buen día, cuando John Maschen decidió conducir por la costa hacia su oficina en la ciudad de San Marcos. A su derecha, el cielo empezaba aclarecía desde un oscuro azul a uno claro cuando justo el sol empezaba a subir por encima de las colinas sobre el horizonte; pero todavía estaba fuera del alcance de la visión de Maschen los acantilados que se levantaban por el lado este de la carretera. Al oeste, las estrellas habían desaparecido en aquel azul aterciopelado, lo único que quedaba de la noche. No hay día que pueda ser bueno si empieza teniendo que ir a trabajar a las cinco y media de la mañana continuó diciendo Maschen sobretodo cuando hay un asesinato de por medio. Condujo hasta su oficina con cierta sensación de desaliño. El subjefe Whitmore lo había llamad