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2304 Words
(Narra Dante)   ―Konrad. ― Dije y me levanté para acercarme a él, cuando hube dado dos pasos escuché los latidos desenfrenados de un corazón. Miré de reojo y pude ver a Bree, los latidos eran de ella. Eso lo iba a gozar, esa cara de rata me ofendió de muchas maneras y lo hizo apropósito. Me había caído mal nada más verla, algo en ella se veía falso, su olor incluso me lo gritaba, falsedad. No entendía como mi conejita podía estar tan cómoda cerca de esa mujer. ― Ven siéntate con nosotros. Konrad me siguió y antes de sentarse fue directo a presentarse como buen caballero con la prima de Annie, pero ella ya estaba preparada. ― ¡Hola! ― Se puso de pie y se le acercó a Konrad para darle un beso en la mejilla. ― Me llamo Bree Mond. ― Mucho gusto, señorita. Soy Konrad. ― Bree dio un respingo. ― Hacía mucho que no conocía un caballero. Iba a disfrutarlo. Bree no tenía ni idea de quien era Konrad. Sus pequeñas ilusiones quedarían reducidas a nada en un par de minutos. Me senté y Annie me susurró en el oído. ― ¿Por qué tienes esa cara de satisfacción? ― Ya sabes, la venganza se sirve fría. Bree me las va a pagar. ― No hagas nada malo. ― Le pasé un brazo por los hombros y continúe mirando a Bree que charlaba animadamente con Konrad. Deje que la charla fluyera, ella le contó que venía de una ciudad de playa, que el lugar le parecía extraño y el hacía preguntas sobre que le parecía el cambio de clima, o si le gustaba Green Cold. Entre más animada la veía, más contento me ponía. ― Ahora vengo. ― Annie me miró y supe por su expresión, que se había dado cuenta de que en realidad estaba planeando algo. Los deje en la terraza y baje con Dania. ― Hey. ¿No quieres subir a pasar el rato? ― La invité. ― Oh, Dante. Me encantaría pero tengo que atender el mostrador. Miré a mí alrededor, no había más que 4 clientes y estaban disfrutando de su comida y bebidas. ― Anda, vamos. Si llega un cliente escucharé la puerta y te avisaré. ― Dania lo pensó un rato y después se sacó el mandil. ― Muy bien, pero solo un momento. No paso mucho para que Konrad le confesara a Dania sobre lo que era, ella intuyó con facilidad que yo también era un lobo. Era de fiar y eso me agradaba mucho. Mientras subimos las escaleras apreté los puños como símbolos de un futuro e inminente maldito triunfo. Todo saldría como yo quería. Cuando subimos, Konrad se giró de inmediato y miró a Dania. Entonces en voz bien alta le dije. ― Saluda a tu esposa, Konrad. Bree dejo caer una mano sobre la mesa y murmuró. ― ¿Esposa? Konrad se levantó y le cedió su asiento. Dania le acarició el rostro. Bree observó todo estupefacta y después de un rato se cruzó de brazos y se dejó caer sobre el respaldo de su silla. ―Mierda. ― Exclamó en un tono muy muy bajito. ― Ah sí, no te presente como se debe a mis amigos, Bree. ― Le dije para atraer su atención, ella solo me miró con visible rabia. ― Él es mi amigo Konrad y ella su esposa, Dania. Se casaron hace un par de semanas. ― ¿Qué mosco te picó, Dante? ― Me preguntó Dania. “El mosco de la venganza” pensé. Continuamos charlando un par de minutos más, hasta que llegó un cliente y tuve que informar a Dania. Nos dejó a todos no sin antes besar a Konrad en los labios. Miré a Bree que refunfuñaba. Después de eso baje junto a Konrad para charlar algunos asuntos de la manada. Desde su boda, Konrad había pedido una especie de permiso para dejar de ser mi beta, al menos por un tiempo. Quería hacer un viaje con Dania al Sahara y al Amazonas. ― Estaba pensando en Carter. ― Me soltó una vez estuvimos solos. Konrad me estaba dando opciones para suplirlo en su ausencia, no necesitaba mucho apoyo con la manada, pero algunas veces quería tiempo para estar con Annie, así que necesitaba de alguien para cubrirme durante ese periodo. Los problemas siempre eran triviales, pero el temperamento de los lobos era lo que complicaba todo, una disputa por mirar de más a la chica de alguien más y había una pelea, una disputa por comida y había otra pelea. Un niño perdido y todos a buscarlo… ― ¿Carter? Que nombre tan mierda. Suena como…Carter, cartera de mujer. ― Me reí de mi propio chiste. ― Es un chico listo, piensa antes de actuar. Tiene su edad. Incluso estuvo en la pelea contra Adolph. Muy valiente. ― Oh, ya recuerdo. Su lobo es gris. ― Si, el mismo. ― Muy bien, vayamos a hablar con él. ― Concretaré una reunión con él para esta noche. Te enviaré la hora del encuentro más tarde. Ahora debo ir hasta la ciudad a reservar unos tiquetes. Konrad se despidió, no me lo decía pero yo sabía que tenía unas jodidas ganas de salir de Green Cold, y lo tenía bien merecido. Una vacaciones con su esposa, eso lo envidiaba. ― Conejita, ― la llamé en cuanto subí de nuevo. ― ¿ya terminaron aquí? ― ¡Sí! ¡Ya! ― Bree se levantó de golpe y bajo la escalera echa una furia. ― Dante, ¿qué fue lo que hiciste? ― Annie me miró y me dio un golpe en el hombro. ― Yo nada. Ella sola se lo hizo. Le gustó Konrad y solo traje a Dania para que supiera que era imposible. Mi conejita me miró y negó con la cabeza. ― Pudiste decírmelo. Y yo pude haberle contado con más sutileza. ― Se lo merece. ― Sopesé las palabras antes de decirle, pero era necesario hacerlo. ― Annie, tu prima no me agrada. ― Yo sé que no te agrada, pero es mi prima. Ha vivido de una forma diferente a mí y a ti. Por favor, entiéndela. ― Aun así, algo en ella no me agrada. Eso finalizó nuestra conversación, Annie me dio la espalda y comenzó a bajar. Yo la seguí mientras suspiraba. Al estar en el cuarto escalón pude escuchar la voz de Bree. ― Tienes muy buen gusto, te respetó. ― Le dijo a Dania. Después se dio la vuelta y salió por la puerta. Dania se quedó con una expresión de extrañeza en el rostro. Annie se le acercó y se despidió también. Yo solo hice una señal con la mano a modo de despedida. El resto del día lo pasamos recorriendo el pueblo, Annie le mostró el centro comercial, el cine, la plaza, el parque y el instituto. Nos tomó solo un par de horas recorrer todo Green Cold. Bree no se veía impresionada pero tampoco se veía aburrida. Comimos en un restaurante del centro comercial, Bree ordenó pescado, Annie una hamburguesa y yo, pasta, un filete, dos hamburguesas y una jarra de agua solo para mí. Cuando estaba a media hamburguesa Bree quiso una también. ― Quiero probarla. Ya que ustedes dos la están comiendo. ― ¿Podrás terminarla? ― Le pregunté con el ceño fruncido. ― ¿Quieres ver? ― Ambos nos retamos con la mirada. Bree sí que era una molestia. Annie no perdió el tiempo y ordenó la hamburguesa. Cuando llegó, Bree comenzó a comerla con visible hambre. Mi conejita ya estaba satisfecha así que se quedó mirando como Bree engullía la hamburguesa completa poco a poco. ― ¡Mierda! ― Exclamé cuando le dio el ultimo bocado. ― Y ¿qué le harás ahora a todo eso? ¿Vomitarlo? ― No seas imbécil. ― Me respondió. Yo respiré hondo. Habría que reconocerle eso, tenía madera de competidor de concursos de comida. Cuando volvimos a la cabaña, Bree entró primero. ― Yo no quiero ver esto, te veo adentro, Annie. ― Informó y despareció a través de la puerta. Cuando nos quedamos solos la besé sin perder más el tiempo. Ella soltó una risita y me abrazó. Yo la apreté a mí y entonces escuché los pasos del anciano. ― Otra vez…― Dije y con dificultad la separé de mí. ― Ahí viene el anciano. Annie se colocó a mi lado de prisa y se alisó el cabello. La puerta chirrió y el hombre se asomó con una escopeta en las manos. ― ¡Annie! Entra ya. ― Abuelo… No hagas esto de nuevo. ― Esta oscuro y es la oportunidad que está buscando este mocoso. No se lo voy a permitir. ― Yo me reí. La última vez que el anciano nos sorprendió abrazados, sacó su escopeta y me disparó. El hijo de perra me disparó. ― Anciano, esto también se puede hacer de día. Por si no lo sabías. ― ¡Dante! ― Me gritó Annie. ― ¡Mocoso insolente! ― Me apuntó con el arma, pero esta vez no apretó el gatillo. ― ¡Nos vemos después! ― Me gritó Annie mientras entraba y hacía que el viejo bajara el arma. No pude decir nada más, ya que cerró la puerta tras de sí. ― Jodido anciano demente. ― Mascullé y me di la vuelta. Cuando llegué a la camioneta, me volví a sentir raro e incompleto. Extrañaba mi Aston Martin. Tuve que deshacerme de él y acoplarme a la vida de este lugar y eso significaba no más auto de lujo. El teléfono en mi pantalón vibró, era un mensaje de Konrad, diciéndome que este era el momento de ir a hablar con Carter. Para llegar a la casa de Carter tuve que cruzar el pueblo completo y llegar a los límites. Sobre la carretera principal había una pequeña desviación, 15 minutos después de entrar en ella podías ver las casas de madera que ya estaban a punto de ser terminadas. La mayoría de los de la manda habían elegido volver a Green Cold y asentarse en esa parte. El otro resto quería seguir viviendo en los bosques. Cuando llegué, varias personas salieron a recibirme, yo aún batallaba para recordar los nombres de todos, pero si veía sus caras era mucho más fácil de hacerlo. ― Alfa, bienvenido. ― Me saludó el anciano Crane. Ese anciano era tan viejo, que precedió a mi propio abuelo. Fue el quien le cedió el mando a mi antecesor. Andaba despacio con su pequeño bastón y siempre iba acompañado de alguien. ― Gracias, Crane. Estoy buscando a Carter. ― Informé, aunque el viejo Crane ya lo sabía. ― Él es Carter. ― Dijo y señaló con su cabeza a la persona junto a él. Carter tenía mi edad, pero por alguna razón yo lo veía más joven. Tenía el cabello oscuro y a pesar de la tenue penumbra por el atardecer, pude notar que sus ojos eran de un color grisáceo. Era delgado pero estaba en forma, eso le serviría. Su boca estaba abierta y le temblaba ligeramente, yo no supe cómo interpretar eso. ― ¡Alfa! ― Gritó y se arrodilló. ― ¿Pero qué mierda haces? ― Le pregunté y él se quedó en esa misma posición. ― Es un honor poder hablar con usted, altísima serenidad. Es usted una eminencia. El mayor honor de mi vida lo recibo hoy. Una carcajada sonora se me escapó, Crane miro a Carter y negó con la cabeza despacio. ― ¿Es una jodida broma? Carter, ¿qué carajos te han ensañado en tu vida sobre cómo tratar un alfa? ― Discúlpelo, él es así. ― Habló Crane con esa voz pastosa. ― Señor, Alfa. Cuando se me informó que me buscaba supe que era mi momento, mi momento de darlo todo por esta manada, por usted. Señor, yo lo admiro mucho, desde ese día en que vengó por fin a la manada. Fastidiado por su manera de hablar y por haberme dicho señor tantas veces, decidí usar la voz de alfa y hacerlo callar. ― ¡No me vuelvas a llamar señor! Tenemos la misma edad, vaya mierda. Y tampoco quiero que te dirijas a mí con tanta jodida palabrería. Háblame como si le hablaras a tus amigos. El chico me miró y una sonrisa de alivio se le formó en la cara. ― De acuerdo, Dante. ¿Para qué me quieres ver? Ah, pero que hijo de perra tan confianzudo. Aunque así me gustaba más. Nada de mi señor, eminencia o esas mierdas raras. ― Bien. Konrad se irá de viaje, será uno largo. Pueden ser meses. Así que durante ese tiempo necesito un beta suplente. Carter hizo un ruido extraño, como si ahogara un gritito afeminado. ― Estoy dentro. Lo haré. Yo seré tu beta. Vaya sujeto tan mas lleno de energía, era raro. Pero si Konrad decía que era apto, entonces era apto. ― Dame tu número de teléfono. ― Le pasé mi celular para que agregara su contacto, cuando me lo devolvió, vi que se guardó como “Beta Cartera de mujer” Despedí a Carter, mañana tendría que trabajar con él y ver como se desenvolvía. Por ahora me iba a retirar. Pero antes de hacerlo Crane me detuvo. ― Alfa. Varios de la manada han sentido el efluvio de un lobo ajeno a nosotros. Ha estado recorriendo los al rededores del pueblo hoy. ― ¿Tenemos un jodido intruso? ― Aun no, pero parece que eso es lo que quiere. Entrar al pueblo.
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