Hombre Detestable

1817 Words
Violeta comió con sus compañeras Natalia y Lines en la cantina de la empresa. Adrian las miraba con un túper a varias mesas de distancia. —¿Por qué no le has dicho que se siente con nosotras? —le preguntó Lines. —Déjale que sufra —respondió Violeta—. Que aprenda que la vida es dura. Ya le dejaremos que nos acompañe dentro de unos días. Poco a poco. Lines acabó de comer a la carrera y salió sin probar el postre alegando una reunión urgente. Cuando Natalia y ella se quedaron a solas, Marcos pasó a su lado y saludó a la muchacha con sonrisa burlona. —Hola, Natalia… El tipejo aún portaba la mancha de café de la mañana sobre la camisa. Parecía querer presumir de ella. Natalia agachó la cabeza y miró de reojo a su amiga hasta que se hubo alejado. —Ese puto cerdo… —musitó Violeta. Luego, acercando la cabeza, le preguntó en un susurro—. ¿Sabes lo que me ha hecho en la reunión trimestral de Marketing? —Sí… —respondió Natalia rehuyendo la mirada—. Me lo ha contado Silvia. —Joder, pedazo de cabrón… No sé si decírselo a Joaquin… Aunque quizá sea mejor que no lo haga, porque si se entera… Natalia se mostraba extraña y, Violeta, viendo la actitud medrosa de su amiga, se interesó por ello. —Pero, ¿a ti qué te pasa? Natalia soltó un hipido y respondió bajando la voz. —Ay, Violeta, que creo que he hecho la mayor bobada de mi vida… —¿Bobada? ¿Qué bobada? —preguntó extrañada—. ¿No habrás roto con tu novio? —Ay, no… por dios… no digas eso ni en broma… —casi gemía—. Aunque si se entera de lo que he hecho, me manda a la mierda el pobre… y con razón —concluyó y soltó un puchero. —Pero, a ver… —se impacientó Violeta—. ¿Se puede saber qué ha pasado? Natalia acercó la boca al oído de Violeta y le confesó su secreto con un suspiro. —Me he enrollado con Marcos hace un rato… Violeta recordó la sonrisa burlona del hombre y ahora le cuadraba su actitud al saludarla unos segundos antes. —¿¡Qué!? No me digas que te has acostado con ese cerdo… —Sssshh… —la cortó Natalia—. A ver si se va a enterar todo el mundo… Calló un momento pensativa, luego continuó. —Aunque acostarme, acostarme, no ha sido… —Bajó la mirada una vez más—. En realidad lo hemos hecho sobre la mesa de su despacho. Violeta no salía de su asombro. —¡Joder, Natalia! —se quejó sin levantar la voz—. ¿Con el puto Marcos…? ¿En qué coños pensabas? Natalia volvió a hipar. —Ay, chica, que no lo sé… —explicaba—. No me ha dado tiempo a pensar. Todo ha sido como flotar en una nube hasta que de pronto me he dado cuenta de que entraba y salía de mi coño con su deliciosa polla y que me corría sin remedio… —¿Deliciosa? —bufó Violeta con cara de asco—. ¿Tú te estás escuchando? ¿Te has vuelto loca...? A ver, cuéntamelo todo. —Pues… déjame que me acuerde. Ha sido todo tan rápido… —comenzó Natalia—. He ido a su despacho para comentar un asunto que estoy llevando para él. Marcos me ha recibido con su sonrisa de dentífrico y ha cerrado la puerta con pestillo. En un primer momento me he mosqueado, pero luego no le he dado importancia »Mientras le enseñaba la documentación en el ordenador, se ha inclinado sobre mí, me ha apartado el pelo y ha empezado a besarme en el cuello. He intentado resistirme, pero solo un segundo. Al segundo siguiente ya tenía sus manos bajo la falda y me apretaba una teta dentro del escote. Todo ha sido tan rápido que no he podido ni opinar. —Pero, ¿tú no le has dicho que parara, que no querías? —Pues… creo que una vez… —gimió Natalia—. Es que… olía tan bien y me tocaba de una manera que… Me mataba, Violeta… me mataba con sus manos. ¡Joder como toca ese tío! Cuando me ha metido los dedos en el… ese… casi me desmayo. Me sentía mareada y solo sabía que me moría del gusto que me daba... y que me moriría más aún si dejaba de hacerlo. »Porque mientras lo hacía me besaba con esa lengua húmeda que parece que da asco… hasta que te la mete en la boca y entonces te la quieres comer… Ufffff… Ya estaba caliente como una cerda, pero encima se ha arrodillado delante de mí, me ha quitado las bragas sin que ni siquiera sepa como lo ha hecho, y ha empezado a lamerme el chocho con un ansia que no he podido evitar ponerme a gritar. Si no me hubiera metido las bragas en la boca, creo que nos habrían escuchado en todo el edificio. —Joooder, Natalia… Natalia respiró profundo y siguió con su historia. —Total, que cuando estaba a punto de correrme, se ha dado cuenta y me lo ha preguntado. Yo le he dicho que sí, que no aguantaba más y se ha parado. Casi lo mato, te lo juro. Creí que me iba a dejar así, a medias. Pero no, ¡qué va…! Me ha levantado y me ha sentado sobre el borde de la mesa. Me ha abierto las piernas en una postura en el aire que jamás hubiera creído que pudiera mantener y me la ha metido hasta el fondo de un solo empujón. Imagínate cómo estaría de mojada. —¿Hasta «el fondo de un solo empujón»? —acertó a decir Violeta con la boca hecha agua. —Sí, sí… de un solo empujón… El muy asqueroso tiene una polla enorme y pensé que no me iba a caber… pero ha entrado a la primera y sin preámbulos. No he visto algo semejante en mi vida. La de mi novio no debe de ser ni la mitad. Violeta no podía evitar excitarse oyendo a su amiga a pesar de que estaba hablando del cerdo de Marcos. Las braguitas ya llevaban un rato recibiendo la humedad que resbalaba desde su v****a. —Sigue… —volvió a decir humedeciéndose los labios con la lengua. —Pues me ha empotrado como un poseso y me ha comido la boca para que mis gritos no llamaran la atención. Y te juro que no sé cómo lo ha hecho, porque al mismo tiempo me mantenía en esa postura y me apretaba una teta y luego la otra. Y sin soltarme me amasaba las nalgas también. ¿Puedes creerlo? Y yo pensaba que me iba a caer, porque estaba sentada sobre el filo de la mesa. Pero él me sujetaba, una pierna en su cadera y la otra en un hombro. ¿Cómo coño lo ha hecho? Parecía un pulpo. Ese asqueroso sabe cómo manejar a una mujer, el muy… »Menos mal que solo ha durado un par de minutos… Al final nos hemos corrido a la vez y ha sido la hostia. Te lo juro, Violeta: la mismísima hostia… Violeta carraspeó para disimular su excitación. —Natalia, ¿se ha puesto condón? —la miraba preocupada—. Porque del condón ni me has hablado. —No, qué va… no se ha puesto condón el muy cochino… Pero no me ha importado… Ya sabes que tomo la píldora… Así que por eso tranquila… —¿Tranquila? —se removió Violeta sobre la silla—. ¿Acaso no sabes que hay más cosas que te pueden pasar follándote a pelo, además de un embarazo? Y ese tío se ha follado a la mitad de las chicas de la empresa, a saber si no tendrá algo en el p**o. —Lo sé, de verdad, Violeta. Pero es que estaba tan ida que no me importaba nada. Solo quería sentir aquel pedazo de carne dentro y, luego, se ha empezado a correr y ya no he sido persona. —¿Para tanto era? No me lo puedo creer… —Ya, yo tampoco lo creería en tu caso. Pero el muy asqueroso me ha llenado el chocho de leche y he perdido la razón. Porque su leche tampoco era normal… Quemaba, Violeta, quemaba en mi v****a, ¿te lo puedes creer? —¿El «muy asqueroso»? —bramó Violeta sin levantar la voz—. Querrás decir el muy «hijo de puta». Ese cabrón se ha calentado conmigo esta mañana y al final lo ha pagado contigo. —Hija, Violeta, te juro que estoy muy arrepentida… —la cara de penitente de Natalia era todo un poema—. Por dios no se te ocurra comentárselo a nadie… y menos a mi novio cuando salgamos juntos… Me mata el pobre… o se muere del susto… —Joder, Natalia, eso ni se menciona, que somos amigas… —Violeta suspiró y se arrimó a su compañera—. Pero prométeme que no vas a quedarte a solas con ese cerdo nunca más… ni en la oficina ni en ningún otro sitio. Si hace falta, me llamas y nos reunimos juntas con él cada vez que quiera hablar contigo por trabajo. Y fuera de aquí ni a un kilómetro… ¿me oyes? —Vale… te lo prometo… Pero perdóname, por favor… —No seas tonta, yo no tengo nada que perdonarte. Pero el pobre cornudo de tu novio… ese sí que tiene que tener paciencia contigo… Y guardarse mucho de dejarte salir por ahí sin él… Menudo peligro tienes, amiga… Cuando las dos jóvenes se separaron, Violeta la miró partir. Su amiga era, más que guapa, resultona. Pero su buen tipo y su carácter alegre y dicharachero la hacían ser deseada por más de uno. Rubia —de bote— y de labios bonitos con sonrisa aún más bonita, más de un compañero de la oficina había llegado a pedirla en matrimonio. Pero ella jamás hubiera aceptado a nadie que no fuera su gran amor del instituto y novio oficial: Rodrigo. Por eso no entendía como había podido entregarse en cuestión de minutos a un cerdo como Marcos. Un hombre detestable y al que las compañeras rehuían para evitar lo que justamente le había ocurrido a Natalia. Y, encima, no se le podía culpar de acoso, porque las que caían en sus redes lo hacían más que voluntarias. ¿Qué tendría el puñetero vejestorio?, se preguntó —aunque viejo no era, no debía pasar mucho de los cincuenta y se cuidaba sobremanera, incluyendo la visita casi diaria a un gimnasio. Y todas las que lo habían «padecido» aseguraban que olía como los ángeles.
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