Buenos modos

2051 Words
Había pasado ya una semana desde la última conversación que tuvo con el rey. Cal había estado evitando a su padre y hermano mayor Artemis. Mientras descansaba debajo de un manzano que proyectaba una sombra enorme, alguien se acercó a su lado dejándose caer con poca gracia. Cal sabía perfectamente de quién se trataba, aquellos pasos solo podían ser de Altair, su mejor amigo de toda la vida. Altair era un joven alto y delgado, cabello rizado y cobrizo a la altura de las orejas, tenía los ojos marrones, nariz aguileña y una amplia sonrisa. - Sabía que estarías aquí en el bosque. Eres bastante predecible. ¿Si lo sabes verdad?. Dijo Altair al aproximarse. - Y tu sabes que eres una molestia... ¿A qué sí?. Respondió Calisto de mal talante. - Tal vez. ¿Me extrañaste?. - No. - Yo también te eche de menos, ¿Algo nuevo que contar? Quiso saber éste con curiosidad. - No en realidad. Salvo que me comprometí. - ¿Pero que demonios? bastardo, te lo tenías bien guardado. - Ja Ja... Respondió Cal con sarcasmo. - ¿Con quien te prometieron? - Irithel de Estes, o algo así. - Mira que curioso, justamente de ese reino vengo llegando. - ¿A si? - Sí. Y lo encontré de lo más bello. Además tu futura reina y esposa es muy bella, aún le falta madurar, es una niña todavía. Pero cuando se conozcan y ella crezca lo suficiente de seguro te gustará. ¿Cuando se casarán?. - Pues, su majestad el rey dijo que me casaré con ella cuando ella cumpla la edad suficiente para desposarse; mientras me dijo que en un tiempo cercano la conoceré. Como si eso fuera a cambiar algo. - ¿Y cuando será eso?. - Ni idea. - Y ¿desde cuándo hablas de tu padre como su majestad? - Desde que me recordó mi posición en el reino. - Sabes, creeme cuando te digo que la princesa Irithel es muy bella, no tendrás problemas en tratar de cumplir tus obligaciones de marido. Ya que crezca y tenga pechos de verdad hasta puede que te terminé gustando intimar con ella. Le aseguró Altair. - El problema no es intimar con ella, el problema es que no quiero ser un maldito consorte. Respondió Cal cada vez más malhumorado. - Tampoco es tan malo ser un consorte. - ¿Ah no? prefiero que me metan una lanza por el culo que obedecer a una princesa con aires de superioridad. - Vaya, todavía no la conoces y ya la odias. - No la odio. - Pero no sabes cómo es ella. Hasta que no llegue ese día no debes preocuparte. - Preferiría venderle mi... En ese momento Cal se mordió la lengua. Iba a decir una herejia. - ¿Prefieres vender que cosa?. Preguntó Altair confundido. - Nada, solo olvídalo. - En el sur de las costas de Vraviria se preparan para la guerra. Le informó el muchacho. - ¿Contra quienes? Preguntó Cal. - Creo contra nosotros. - ¿Los viste?. - En en realidad no, pero mi informante dijo que quienes le contaron sí. - ¿Y le crees?. Sondeó Calisto con escepticismo. - Sinceramente si. - Pues espero que mi padre cuente con su heredero, porque yo no pienso arriesgar mi vida para salvarle el cuello a mi hermano. Mi vida es lo único que tengo como tesoro. No tengo nada más que eso. Altair se quedó pensando en lo que su amigo le dijo y se sintió mal por el. - Me tienes a mi. Dijo al fin el joven. - Bueno, si. A ti también, y es por eso que si hay una batalla tu y yo esta vez no iremos. Que el rey y su heredero se ocupen de sus asuntos. - Y ¿nosotros que haremos?. Le preguntó Altair. - Iremos de viaje. Respondió Cal. .- ¿A dónde?. - Me acompañaras a las costas negras de Badabar. Altair rió, pero vió que su amigo estaba muy sereno y aparentemente hablaba muy seguro. - Y... ¿Éso en dónde queda? - En el fin del mundo, o eso leí. - ¿Y a que iremos al fin del mundo?. - Por aventuras. ¿Me seguirás? Le preguntó Calisto mirándolo con intensidad. - Siempre. - Bien ahora sólo quiero descansar un poco. Hazlo tú también, déjame escuchar a ese ruiseñor que desde hace rato lo estoy intentando hacer. Altair se tumbó cerca de Cal y ambos se quedaron sin hablar durante un buen rato, cayendo profundamente dormidos. Para cuándo Cal se despertó ya no había sol y el bosque estaba quedando en penumbras. - ¿Altair?. Preguntó mientras se incorporaba, no hubo respuesta alguna. - ¿Altair? Caminó durante un buen rato por el bosque en busca de su amigo. Tal vez se había marchado dejándole solo mientras dormía. No, Altair no lo dejaría abandonado en medio del claro. Llegó a un solar y ya estaba bastante oscuro. Casi no podía ver en la penumbra y sabía que ya estaba muy adentro en el bosque. - Maldito cretino. ¡Altair! Nada. Comenzó a frustrarse, pero está vez escucho un sonido lejano proveniente del sendero. Se quedó quieto y alcanzó oír unos ruidos extraños mucho más allá del claro. Preocupado desenvaino la espada, contó hasta tres y salto hacia lo desconocido, y justo cuando iba a asestar la primer estocada escucho un grito de espanto de una mujer desnuda y sobre de ella estaba Altair. La mujer era Gretta. Gretta al ver al príncipe se cubrió el rostro al mismo tiempo de que intentaba cubrir su cuerpo con la mano libre claramente avergonzada. Altair se puso de pie y se subió el pantalón. Cal ignoró completamente a Gretta quién estaba llorando en silencio. Altair la ayudo a vestirse y le dijo que se adelantara, que el iría detrás suyo con el príncipe. Gretta aceleró el paso. Altair quién estaba muy despreocupado no sabía absolutamente nada que aquella sirvienta era la amante de el joven principe. Cal sintió una mezcla de ira y un poco de celos. Él pensaba que era el único que había estado dentro de ella. Altair lo noto muy serio y se acercó a el. - ¿Todo bien amigo? - Sí. Cal respondió con seriedad y de manera cortante. Altair sabía que algo no iba bien. - ¿Es porque te dejé solo?. - ¿Tengo cara de que me importe si estás o no?. Altair notó el tono de voz de su amigo y advirtió hostilidad en el. - No sabía que me descubrirías, según yo estaba lo suficientemente lejos de ti. - ¿Quedaste en verte ahí con ella? - Sí, siempre nos quedamos de ver ahí. - A que te refieres con ¿Siempre?. - Sí, desde hace un tiempo, solo que ya no era virgen cuando lo hizo conmigo. Alguien se me adelantó. Altair se dió cuenta en la expresión de Cal y fue en tonces que reparó en todo. Miró hacia adelante y vio que Gretta iba llorando en silencio. Cal miro a su amigo y vio que este se había puesto verde. Altair no tenía la culpa y tampoco Gretta. El culpable era él por meterse con una sirvienta y tampoco es que ella le debiera fidelidad absoluta. Técnicamente no eran nada ya que solo tenían encuentros casuales. Cal le sonrió a Altair. - No diré nada si tú tampoco lo haces. Altair razonó un momento. El también era un noble, su padre era un conde. - Prometido. ¿Estás molesto conmigo? de haber sabido que tú... - Que yo nada. Los dos hicieron como que no había pasado nada y para cuando llegaron al castillo Gretta ya había desaparecido. Una vez en la cena el rey notó que Altair se encontraba ahí. Al rey siempre le agrado ese joven. El mejor amigo de su hijo, siempre cuidando lo de todo y apoyándolo. Recordó cuando eran niños y Cal se robó su caballo, Altair se echó la culpa para que al joven principe no le pasase nada. El rey supo la verdad de la propia boca de su hijo y de la septona. Desde entonces siempre lo invitaba a cenar con la familia real. Además el Conde Nashor también era su mejor amigo. - ¿Cuando llegaste Altair?. - Al medio día su alteza. - ¿Y porque apenas te estoy viendo? - Estuve con Cal toda la tarde mi señor. - Ya veo. Y Fuiste a Estes, ¿hiciste lo que te pedí? Cal miró a su amigo desconcertado, este le regreso la misma mirada. Mientras tanto Artemis observaba aburrido toda la situación. - Si su majestad. - ¿Y bien?... - El rey Pertis le manda saludos. La carta que ya le entrego el mensajero hace unos días con la respuesta a su propuesta. - La carta era confusa. Dime exactamente cuáles fueron sus palabras. - Que le honra mucho su interés en el bienestar del reino, así como también la propuesta de mano a su hija. Que la acepta y que lo invita a Estes para poner una fecha exacta. Ahora entiendo porque tanto misterio. Altair miró furtivamente a Cal, este le dió un largo trago a su copa de vino. Otra vez le dieron ganas de beber. Se sentía enfermo con tanta información y sobre todo con tanto deber. A sus espaldas planeaban su vida sin al menos preguntarle su opinión en lo más mínimo. Inclusive su mejor amigo estaba al tanto de su situación antes de que el mismo se enterase hace una semana. El rey notó la expresión de ambos chicos. - Te pido de favor que no juzgues a Altair, el en verdad no sabía nada de que el compromiso era para ti. Si se lo hubiésemos dicho lo más probable es que el te haya dicho a ti y tu hubieses desaparecido. Cal se limitó a encogerse de hombros con indiferencia. Altair sonrió agradecido. - Entonces es un hecho. Dijo el rey.- El compromiso se llevará a cabo según lo planeado. Bien, que así sea. Cal sonrió por educación y brindó con su padre y el resto de la mesa. "Haga lo que haga, no llegaré a nada si no tengo buenos modos". Pensó. Mientras cenaban Altair puso al rey al tanto respecto a la posibilidad de que Vraviria declarase una guerra. El rey no tomó éso a la ligera y se aseguró de que un mensajero y un vocero fuesen a dialogar con el monarca de aquel país. - De igual manera marcharemos si es necesario. Aunque le pido a Dios que no lleguemos a eso. Altair necesito que le digas a tus hombres que regresen a la ciudad lo antes posible, se que están cansados pero necesitaremos más brazos. Altair asintió y luego miró de reojo a Cal, éste estaba inmutable. Artemis se dió cuenta de las miradas que intercambiaban esos dos y no dudó en hacérselo saber a su padre. - Creo, su majestad que mi hermano y su... amigo tienen secretos que guardan de usted mi señor padre. El rey miró a los dos jóvenes y luego sonrió con indulgencia. - Artemis, creo que todos tenemos secretos que compartimos con nuestros amigos más cercanos. Dudo mucho que tú hermano y Altair están planeando algún tipo de estrategia para conspirar contra nosotros. ¿O si?. Altair negó con la cabeza, asimismo el rey se puso mirar fijamente a su hijo. Después de un tiempo casi al terminar la cena el rey dedicó unos minutos para hablar en privado con Artemis, mientras tanto Cal y su amigo se dirigieron hacia los aposentos de éste. Una vez en privado Los dos amigos se pusieron a charlar respecto lo que el rey dijo que haría, los posibles escenarios y desenlaces. Más tarde ambos tomaron la decisión de partir al amanecer el tercer sábado a partir de esa noche. Al día siguiente sería el cumpleaños de Cal así que las criadas se dispusieron a preparar una habitación extra para el amigo del príncipe. El joven muchacho se despidió de su amigo y ambos se fueron cada quien a dormir. Cal estaba nervioso por su fiesta de 18 años puesto que ahí se anunciaría su compromiso con la princesa Irithel. .
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