Capitulo 1: La niñera del coronel

1090 Words
Capitulo 1: La niñera del coronel Después de que recuperé el aliento por la inesperada presentación del señor McDonald que me dejó completamente pasmada, fui a buscar a la sirvienta que al parecer se llamaba Ana para que me diera el respectivo recorrido del lugar. Aun estaba recuperandome de la impresión pero es que ese hombre tenía mucha presencia; una presencia intimidante que podia hacer que cualquier persona solo quisiera evaporarse o desaparecer. No podia imaginar como era este hombre en su trabajo, de seguro era de los que gritaban a todo el mundo para tener las cosas rápido y castigaban cruelmente a los novatos. Me daba miedo, ya lo dije y creo que no iba a cambiar el pensamiento. Pasé los pasillos observando fotos tamaño gigante enmarcando sitios de la pared de los niños, eran niños muy lindos, tenían sonrisas encantadoras. Encontré a la sirvienta Ana en la cocina picando lo que parecía ser unas manzanas. —Uhm, sigues aqui —dijo la sirvienta cuando me vio. —Si —dije, no entendía por qué me preguntaba tal cosa. —Okey —dijo tomando una profunda respiración mientras guardaba los trozos de manzana en la nevera—, ¿cómo es que te llamas? —Luz Marina Mariana —dije. —Que nombre tan feo —dijo Ana despectivamente. Fruncí el ceño y me aguanté la lengua para no decirle las 10 mil cosas a la cara, pero realmente esta actitud de la señora ya me estaba perturbando. —¿Ya hablaste con el señor McDonald? —continuó la odiosa señora Ana. —Sí me dijo que usted me diría lo que debo hacer —dije. Soltó un suspiro agotador para decirme: —Sobrevivir. Me reí pero ella no lo hizo como si no hubiera sido un chiste. Fruncí el ceño sin comprender. —¿Bromea? —pregunté. No me respondió y comenzó a caminar, uhm, ¿acaso no bromeaba? yo la seguí mientras ella seguía caminando. —Ninguna niñera aguanta a esos niños por mas de 1 semana entera —dijo ella—, espero que te guste los chillidos y bromas pesadas. Oh, bueno yo tenia 2 hermanitos que eran el sinónimo de terrible, podía con ellos. Aunque si ninguna niñera había aguantado tanto, entonces sabía que realmente eran muy terribles. —Vale —dije— ¿donde están ellos? Subimos y la señora Ana abrió una puerta. —Están en la casa de sus abuelos —explicó—, vendrán mas tarde. Uhm, entonces no estaban aquí. Que lastima realmente quería conocerlos. —Estas son sus habitaciones. —dijo la sirvienta señalándome todo el lugar. Me asomé y entonces entramos, toda la habitación era muy amplia y habían dos camas donde los niños dormían, me parecía sorprendente que siendo una casa tan grande no tuvieran habitaciones separadas, pero me imaginaba que era porque aun eran muy chiquitos y preferían que no durmieran solos, sino que ambos se acompañaran. —Aquí guardan su ropa —continuó la señora Ana—, toda la sucia la separa a la cesta, ellos deben dormir bañados en pijama de un día especifico de la semana y con los dientes limpios, de lo contrario el jefe se enojara, es muy metódico en esas cosas. Ya me había dado cuenta que el coronel era una persona muy estricta, ni siquiera quiso darme la mano probablemente para que no le contagiara los gérmenes. —Vale. —dije. —Tu trabajo es estar pendiente de que ellos no se maten y estén saludables —me miró soltando un suspiro—, aun estas a tiempo de irte. —La paga lo vale. —admití, precisamente por eso estaba aquí por la bendita paga que en ningun otro lado iba a conseguir así de rapido en 1 mes. —No tanto —dijo la señora Ana entre dientes. Uhm. —¿Y la mamá de los niños? —pregunté, había cuadro de los niños y del coronel pero no había visto a ninguna mujer cerca o en alguno de esos cuadros. Ella no me contestó, pensé que no me había escuchado pero después me di cuenta de que en realidad no quería contestarme. Seguimos caminando al final del pasillo y me abrió la puerta. —Aquí dormirás tú —dijo— puedes dejar tus cosas aquí. Se dio media vuelta para irse y la seguí. —Deja de seguirme. —dijo volteando a mirarme. —Oh, crei... —dije, realmente creí que iba a seguir con el recorrido. —Ahí duermes —dijo de forma amargada—, ya te mostré todo, ahora dame espacio. Uhm, que señora mas repelente. —Vale, perdón. —dije, ella soltó un bufido y se fue. Al parecer ser agradable no era una cualidad de estas personas. Creo que era porque las chicas no duraban mas de una semana, así que supongo que ya estaban hartos de la hospitalidad con gente temporal. Dejé mis cosas a un lado de la cama y miré mi habitación, era sencilla, con un closet donde organicé mi ropa y una cama cómoda, el baño estaba en el pasillo. Era cómoda la casa, solo tenía que acostumbrarme un poco más. Bajé luego de un momento recorriendo la enorme casa con curiosidad, hasta que paré en una habitación muy amplia, tenía una enorme biblioteca llena de libros en estanterías. Guao. Esto parecía el sueño de cualquier lector, estar dentro de una librería con miles de libros en las estanterías completamente gratis para leer, bueno, no tan gratis es decir, eran del señor McDonald. Seguí caminando al escritorio que estaba al fondo, parecía que aquí se sentaba el coronel a leer justo al lado de la ventana y de hecho habia una taza sucia con restos de café ya frio. Fruncí el ceño al ver que había una foto de una mujer con los niños del coronel, la mujer estaba sin cabello, oh... ¿acaso ella era su esposa? Uhm, ¿tenia cáncer? Tomé la fotografía en mis manos para mirarla mejor, la mujer tenía oscuras bolsas debajo de los ojos, parecía que tenía mucho tiempo enferma su piel moradiza, la foto no parecía vieja de seguro era de tal vez el año pasado o hace unos meses, cuando de repente escuché a mis espaldas: —¿Qué se supone que haces? Ay, mierda. La voz del coronel me sobresaltó y solté la foto sin querer, esta última se cayó al piso y el cristal se rompió en miles de pedazos esparciéndose por todos lados. Mierda.
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