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La niñera del coronel

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Blurb

Luz consigue ser la niñera de los hijos del coronel McDonald, el hombre más frívolo del mundo, sus hijos tambien son terribles, pero ella debe conservar el trabajo por la buena paga hasta que consiga algo mejor. Ella no soporta al coronel, es un hombre muy autoritario, pero todo cambia una noche cuando comparten un par de copas y sucede lo que nunca debió pasar; una noche descontrolada que los enredará en la pasión.

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Prólogo
Prólogo Toqué el timbre de la enorme casa de color blanco, casi pensé que era la casa blanca del presidente porque era enorme, retrocedí un paso un poco dudosa, estaba bastante nerviosa por hacer esto. Me arreglé los guantes, hacia mucho frio por la nieve de noviembre, vestía una chaqueta gruesa muy abrigada cubriendo mi cuerpo, y un gorro cubriendo mi cabeza pero aun así tenía mucho frio. Si era sincera, estaba nerviosa por esta entrevista de trabajo, es decir solo habíamos hablado por correo electrónico desde que apliqué por el trabajo en una publicación de f******k, en un grupo para trabajos en la capital, desde que me mudé había sido un poco difícil encontrar trabajo pero apenas vi que estaban buscando niñeras me postulé enseguida. Se abrió la puerta ocasionando que dejara de respirar cuando por fin una señora se asomó, su cejas ligeramente alzadas, su mirada un poco despectiva sobre mí pareciendo algo arrogante, las arrugas invadían su cara, le calculaba unos 60 y algo, me daba algo de miedo. —Hola. —dije intentando avanzar en esto, venía por el trabajo así que me imaginaba que ella tenía que saber quien era yo. —¿Y tú eres? —Dijo la señora con algo de petulancia, la forma en la que me miraba realmente me incomodaba. Vamos relajate, viene por el trabajo, recuerda, el dinero. —Soy Luz Marina. —dije. La señora mantuvo su rostro de asco mientras me miraba como si no comprendiera por qué yo estaba aquí frente a su puerta diciendo mi nombre. Me miro aun sin comprender. —La chica que solicitó para el trabajo de niñera. —comenté, entonces comencé a dudar, ¿acaso me había equivocado de casa? La señora de repente pareció comprender quien era yo después de mi explicación. —Oh —dijo la señora y me miró de arriba a abajo—, claro, pasa. Por fin. Relamí mis labios calmando un poco mas mis nervios y entré a la casa, era completamente deslumbrante con candelabros que parecían de cristal, todo completamente iluminado de paredes color crema y cuadros que parecían de época victoriana, seguí a la señora y ella casi tropezó con un juguete del piso mal puesto, se logró estabilizar pero soltó un bufido pareciendo molesta. —Niños del demonio —dijo la señora entre dientes. La miré algo entretenida apretando los labios, al parecer esta señora era naturalmente amargada. —Llamaré al señor McDonald. —me avisó y entonces subió las escaleras, yo me quedé en medio de la sala viendo la enorme televisión de plasma ahí colgando con consolas de videojuegos y unos sofás cómodos, al parecer los niños jugaban todo el tiempo aquí. Mire alrededor, la casa no dejaba de deslumbrarme, para alguien como yo que apenas llegaba de una casa normal donde no habia lujos solo lo necesario, esto era muy impresionante. De repente escuché pasos fuertes y voltee justo cuando un hombre terminó de bajar las escaleras, el olor seductor fue lo primero que inundó mis fosas nasales, abrí la boca ligeramente sorprendida, el hombre vestía unos pantalones negros, una camisa blanca bien planchada y unos zapatos lustrosos, me quedé realmente impresionada por su cuerpo ejercitado y musculoso, pero no todo quedó ahí, sino que todo solo mejoró cuando seguí subiendo mi mirada a su rostro y realmente me llevé otra impresión. Uhm. Era muy guapo, sus espesas pestañas enmarcaban unos ojos azules muy profundos, nariz griega y labios delgados pero con una forma perfecta. Era... un hombre maduro, se notaba en las arrugas de su frente, pero se veía jodidamente hermoso. —Buenas tardes —dijo, su voz era muy profunda e intimidante, su mirada no titubeaba, era muy firme, tenía mucha presencia. Daba algo de... miedo. —Hola, bu... buenas tardes. —susurré, maldición no entendía por qué de repente me había intimidado por completo. —Tu debes ser Mariana. —continuó. Aclaré mi garganta intentando enfocarme. —Luz, puede llamarme luz, Mariana es mi apellido —expliqué. Él solo me miró, yo sin saber qué hacer extendí mi mano en forma cortés porque nos habíamos acabado de conocer, pero él no me la estrecho, solo me siguió observándome poniendo un poco incomoda, así que bajé la mano. —Mariana —repitió mi nombre— soy Taylor McDonald un gusto tenerte aquí. Uhm, el parecer este hombre era demasiada arrogante como para estrecharle la mano a su empleada. —Gracias —dije—, igualmente. —Nuestro trato será estrictamente profesional. —dijo el señor Taylor McDonald. —Esta bien. —dije, realmente solo me interesaba trabajar para poder avanzar en esta ciudad desde que me mudé. —Vas a pasarme un informe de los niños cada noche —continuó—, te quedarás de lunes a sábado, tendrás libre los domingos. ¿Informe? Lo miré con curiosidad. —¿Un informe escrito? —pregunté. —Es lo obvio —dijo—, a menos que no sepas escribir. Lo miré para ver si bromeaba pero él mantuvo su expresión seria, así que supe que solo quería ser odioso. —Sí, sí sé escribir. —dije casi ofendida. Tranquila, recuerda que quieres el trabajo. —Entonces —dijo el señor McDonald— ¿no habrá problema para ti verdad? Negué con la cabeza en respuesta. —Responde cuando te hablo —dijo el señor McDonald con voz autoritaria, pareció darse cuenta de que me asusté un poco y agregó:— Claro, si no es mucha molestia. Uhm, al parecer tenía mal carácter, aunque claro, por lo que sabía él era un coronel del ejercito asi que ser simpático realmente no era una de sus mejores cualidades. —No —dije tragando pesadamente saliva. Él hizo el intento de una sonrisa. —Perfecto. —dijo. Me caía pesado y me seguía dando algo de miedo.. —Okey —dijo el señor McDonald—, ¿trajiste las cosas para quedarte? —Uhm, si —dije señalando mi bolso en mi espalda, traje elementalmente todo para sobrevivir la primera semana aquí. —Vale —dijo y miró su reloj—, yo ya tengo que salir, la sirvienta Ana te mostrará tus instalaciones y te hablará del cuidado de los niños. Uhm, al parecer la mujer odiosa se llamaba Ana. —Esta bien. —dije. —Un placer. —dijo el señor McDonald. No podria decir lo mismo, no fue un placer conocerlo. —Igual. —mentí solo porque seguía siendo cortés. Él se dio media vuelta y caminó a paso firme a la puerta para irse dejando un rastro de su olor... Solo entonces pude respirar. Uhm, ese señor seguía dándome miedo. Creo que no sería un trabajo tan fácil como imaginé.

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