Habían pasado varios días desde lo sucedido con don aires de grandeza Licciardi. Supe que era un empresario muy famoso en toda Europa y Estados Unidos, sumándole que era el hombre más rico de toda Italia y el segundo en todo el continente europeo y por si no fuera poco, era un completo mujeriego. No era como si lo hubiera investigado, pero tenía unas hermosas amigas que sabían hasta de tu madre.
En estos momentos estaba tratando de elegir mi atuendo para ir a la discoteca, no quería uno ni tan santa ni tan vulgar, pero si provocativa, así tal vez conquistaría a alguien.
Terminé optando por un crop-top de cuero blanco, un short tiro alto n***o y unos tacones del mismo color. Al terminar de arreglarme espere aproximadamente diez minutos para cuando llegaron Francesca, Antonella y Luca por mí, perfectamente podía ir en mi automóvil, pero sabía que iba a quedar completamente ebria y apreciaba mucho mi vida.
—Ciao Nico —saludaron al unísono. Sonreí sentándome en uno de los asientos de atrás.
—Estas que arde, déjame decirte que si no me gustaran los p***s sería la primera en ir tras esa v****a tuya oferta Fran con su tan fino vocabulario.
Todos empezamos a reír por sus ocurrencias sabiendo muy dentro de nosotros que todo lo que decía era verdad.
—Ustedes dos se ven malditamente perras sexys, tú no te quedas atrás Luca, te recibiría sin parar toda la noche —observé como Fran cambiaba su semblante a uno completamente serio—. Pero eres mi amigo y primero está la amistad —Aclaré, mirándola de reojo.
¿Era yo, o esta donna (mujer) gustaba de Luca?
—Calma Fran, ya sabemos que es todo tuyo —Bromeó Anto. Logré ver por el retrovisor un pequeño rubor en el rostro de Luca—. Además, es como nuestro hermano, sería raro.
- ¿Qué hay con mi amigo Nicole? —Preguntó Luca rápidamente.
Maldito.
- ¿What? ¿Le sucedió algo? —Me hice la desentendida.
Mi no relación con él no sería un tema de conversación en estos momentos, ah no claro que no.
—Sí, dice estar bajo el efecto Nicole —comentó burlón. Las chicas me miraron fijamente y yo solo pude sonreír inocentemente—. Tal vez aparece por acá, aunque lo dudo. Tenía mucho trabajo.
—Antes de que quieran bombardearme con preguntas no hablaremos de ello —las señalé severamente—. Espero que en verdad tenga mucho trabajo, no quiero verlo… no hoy por lo menos.
Les pregunté sobre su día en el hospital cambiando rápidamente de tema a lo que todos empezamos hablar y opinar sobre ciertos casos de pacientes y sus posibles diagnósticos.
Cuando llegamos a la discoteca, abrí mis ojos exageradamente cuando divise la enorme y extensa fila que había.
Ni loca la haría.
—Si algún idiota empieza a propasarse con alguna de las tres solo es que me hagan una seña y estaré con ustedes, ya saben cómo son —nos recordó Luca mirándonos fijamente. En estos momentos parecía mi padre.
—Sí, sí a la chingada. Yo solo necesito beber y un hombre con quien amanecer —confesé.
Siempre nos protegía. Era hijo único y uno de sus anhelos era tener otro hermano pero sus padres no tenían esos aviones, así que ese instinto de hermano mayor salía muy a menudo con nosotras y lo apreciaba mucho.
Era lindo tener un hermano mayor de vez en cuando.
Salimos del auto directo hacia la entrada. Fruncí mi ceño confundida pero Fran volteó a verme con un atisbo de sonrisa y entendí. No haríamos ninguna fila, pues así como yo odiaba tener que hacerla, ella lo hacia el triple.
Al estar dentro me sorprendí con la magnífica estructura que tenía el establecimiento, sus paredes eran realmente altas dándole un toque más espacioso al lugar. Al lado derecho se encuentran unas grandes escaleras que daban paso para el segundo piso. El interior era blanco. En el techo y en algunas paredes alumbran diferentes luces de neón. Había una barra realmente larga y ancha, atrás de ella se encontraban seis barmans sin camisa, la vista era simplemente maravillosa, todos seis tenían todo lo que podría enloquecer a una mujer.
Mientras más recorríamos el lugar, más encantada y fascinaba estaba.
Llegamos hasta una mesa que Fran ya tenía apartada para nosotros. Anto y Luca se ofrecieron a traer las bebidas.
—Sera una noche estupenda —susurré.
Después de diez minutos ya tenía mis posibles candidatos. Este lugar parecía un harem, pero en este caso de hombres calientes y sexys. Fran ya estaba bailando con Luca y Anto y yo íbamos por el sexto chupito.
De repente, empezó un sonar “High de Whetha & Dua Lipa”. Una sonrisa traviesa cruzó por mi rostro - era nuestro momento -. Agarré la mano de Anto y camine hasta la pista de baile con ella.
Empezamos a movernos sensualmente con un solo objetivo, tener la atención de la cantidad de hombres posibles.
Ir a clases de twerking, salsa y bachata había mejorado muchísimo nuestra movilidad y estaba ayudando, poco a poco empezábamos a llamar la atención hasta que lo vi entre tantas personas.
Leandro Licciardi se fue a un par de metros mirándome fijamente de una manera tan escalofriante, que me causaba terror saber lo que estaba pasando por su cabeza. Fue inevitable no recorrerlo con la mirada.
Debería ser un delito ser tan caliente, estaría necesitando más de cinco litros de agua para recuperarme después de esto, creo que tuve un orgasmo visual
¿Acaso eso es posible?
Repentinamente, una sonrisa arrogante comenzó asomarse en su estúpido rostro. Caí en cuenta que me había quedado más tiempo de lo normal admirándolo. Idiota .
Volteé mi cara y le avise a Anto que iba al baño.
Era una completa travesía pasar en medio de cuerpos sudorosos y gigantes, cuando lo logré, me di un repaso por completo para saber si aún seguía intacta y mi atuendo presentable. Cuando vi que no había nada de que preocupase continué hacia el baño.
- ¿Cómo es posible que este acalorada con solo mirarlo? —Me remojé un poco el rostro. Nunca en mi vida me había ocurrido tal cosa—. Estúpido Licciardi.
Pasaron varios minutos en los que trataba de controlarme. Deseaba que cualquiera regara su bebida en el espectacular atuendo que llevaba puesto el Sr. Licciardi.
Que infantil.
Cuando noté que me fueron mejor decidí que era hora de salir.
Mala decisión.
No di más de dos pasos fuera del baño cuando mi pecho choco contra algo bastante duro. Me tambaleé a tal punto de estar a nada de caerme y darle un buen saludo por el culo al suelo pero gracias a un par de grandes y musculosos brazos que me sostuvieron, evitaron tan doloroso saludo.
Se sintió bien, se sintió realmente bien su toque en mí.
Subí mi mirada dispuesta agradecerle al hombre caballeroso, pero al encontrarme con el idiota del Sr. Licciardi toda mi gratitud se evaporó.
Pensándolo mejor, hubiera estado bien saludar a mi querido amigo el suelo.
—Ciao Srta. Davis —saludó lento, saboreando cada silaba de mi apellido. Su profunda voz me hizo erizar.
—Ciao Sr. Licciardi —respondí en un débil susurro. Si no hubiera estado tan cerca posiblemente no me hubiera escuchado.
—Sabe usted moverse muy bien, me pregunto cuántas más cualidades tendrá —exclamó, mientras una de su mano bajaba paulatinamente con dirección a mi culo.
En otro momento le habría insultado y golpeado pero tenía ya varios tragos encima y como resultado, estaba traviesa y jugaría ese juego de dos. Me acerqué lentamente a su oído murmurando.
—Te sorrenderías el saber cuántas son, pero me temo que solo son para un público en especial —agarré su oreja entre mis dientes y tiré suavemente de ella.
Sentí como se estremecía y erizaban sus bellos. Su cuerpo opto una postura tensa, sonreí al saber lo que lograba en una persona como él.
- ¿Yo encajaría en ese público? —Preguntó, con una voz sutilmente ronca. Su mano apretó mi cola.
Me acerque aún más, dándole pequeños mordiscos en su cuello y sintiendo el bulto que se empezaba a formar en su entrepierna.
Me estaba calentando… y mucho, pero era Nicole Davis, yo no me dejaba llevar por cualquier hombre.
—NO —respondí firme—. Arrivederci (hasta pronto) Sr. Licciardi —me encamine hasta mi mesa con una sonrisa que ni Rizzo sería capaz de quitármela, incluso si me tocara toda una jornada haciendo tactos rectales.
Después de ese pequeño momento con el Sr. Licciardi quede con una temperatura no acta para ningún ser vivo. Ese hombre emanaba sexo por todos lados, tomo todo de mi autocontrol para no caer en sus garras y no tenía pensado caer, ese tipo de hombres que se creían los reyes del mundo no eran mi tipo. Aunque no podía hablar de más.
La carne era débil.
Decidí ir a la barra, después iría de nuevo con mis amigos.
Pedí un trago fuerte en cuanto llegue. Alguien se sentó a mi lado pero no me importo, tenía cosas más importantes como olvidar aquel encuentro de hace minutos.
El barman llegó con mi bebida sonriéndome malditamente sexy y sin pensarlo me la tomé de un solo trago.
Abrió sus ojos sorprendidos y me guiño un ojo.
Tal vez podría esperar a que terminara su turno… tal vez.
—Deberías tomártelo con calma, es una bebida muy fuerte —escuché que decían a mi lado. ¿Mamá, que haces aquí? -. Me presento, Adriano Bianchi.
Volteé a mirarlo sorprendiéndome en el acto. El italiano tenía lo suyo. Alto, musculoso y sonrisa perfecta. Era lindo.
—Nicole Davis.
—Y dime Nicole, ¿qué hace una bella donna (mujer hermosa) tan sola?
—No estoy sola, vine con mis amigos, ¿tú? —Respondí mirándolo fijamente—. ¿Por qué un hombre tan bello como tú se encuentra solo?
—Lo mismo —sonrió—. Vine con algunos amigos, pero de lejos vi a una bella donna caminar sola a la barra y me fue imposible no ir tras ella.
Reí
—Tienes que mejorar tu nivel de flirteó —le recomendé entre risas—. Dejando a un lado tu horrible flirteó. Esta bella donna quiere bailar y espera que tú la acompañes.
—Sera un placer —nos levantamos y fuimos hasta la pista de baile con work de fondo.
Empecé a moverme ya restregarme sobre Adriano sensualmente. Sus manos sujetaron con firmeza mis caderas enviando un calor a mi parte baja.
Tal vez ya había encontrado con quien pasar la noche.
Alce mi vista y observé a Licciardi hablar muy animadamente con una morena.
Seguro y será el polvo de hoy —pensé quitando mi mirada de ellos.
Adriano se acercó aún más a tal punto que no quedaba ningún espacio entre los dos, su aliento chocaba en mi cuello provocándome leves sonrisas mientras su m*****o empezaba a endurecerse ya crecer como resultado a mis movimientos atrevidos.
Reí internamente al pensar que hace minutos me encontró en una situación muy parecida con Licciardi.
De pronto, empecé a sentirme observada y no de una buena manera, un escalofrió recorrió mi espina dorsal haciéndome erizar. Sabia de quien se trataba. Licciardi, él era el único que lograba ese efecto en mí.
Empecé a buscarlo con la mirada hasta que lo encontré
Trague fuerte al verlo, en su mirada solo podía percibir odio. Su mandíbula estaba tensa. Ese hombre podía pasar de causarme excitación a miedo en un segundo.
—Me tengo que ir —me separé y volteé a mirarlo—. Adiós, fue un placer conocerte.
Miré el lugar en donde se encontraban Licciardi pero ya no estaba.
- ¿What? ¿Acaso hice algo mal? Si fue así lo siento de verdad, déjame invitarte una copa.
—No te preocupes, solo… tengo que irme, mañana tengo guardia.
—Oh claro, pero al menos dame tu número, quisiera poder verte otra vez —Asentí e intercambiamos nuestros números.
Nos despedimos de un beso en la mejilla, el prometiendo hablarme muy pronto y yo solo sonriéndole.
Cuando llegué a mi mesa no encontré a ninguno de mis amigos.
Busqué mi celular para escribirle a Luca y avisarle que me iba. No quería estar ni un minuto más aquí.
Ya afuera de la discoteca mire por ambos lados para ver si hubo algún taxi que me llevara a mi casa pero no, no había ninguno. Me debatía muy seriamente si en volver a entrar y pedirle a Luca que me dejara o irme caminando hasta encontrar un taxi. Mi debate interno se vio interrumpido cuando un "Lamborghini few off" edición limitada se detuvo justo al lado mío, vi como poco a poco la puerta del copiloto se levantaba dejando ver a Licciardi con su aura sexy pero de terror mirarme fijamente.
—Súbase —Ordenó de una forma bastante tosca.
- ¿What? —Cuestioné retrocediendo.
Mi instinto de supervivencia empezaba a florecer.
—No me haga repetirlo nuevamente.
—Estoy esperando un taxi, así que siga su camino —expliqué con convicción.
—No pasara ningún taxi, entre y no me haga perder más el puto tiempo.
Ok, este es el momento donde sales corriendo.
—Si le estoy haciendo perder su apreciado tiempo, váyase. No sé qué hace aquí —Su mandíbula se tensó.
¡Joder! la cague. Sí, mejor corría.
—Señorita Davis, no funcionara —indicó. Se bajó del auto caminando hasta donde yo estaba—. Cuando le diga algo lo hace, punto. Ahora súbase, ¿O prefiere irse caminando sola a estas horas?
Preguntó y fue donde pensé que podría pasarme algo malo, aunque con él no estaba tan segura, me llevaba la mierda.
—Es… Está bien, solo porque no tengo otra opción —observé de reojo como apretó sus labios para retener una sonrisa—. Pero antes ...
Me dirigí a la parte delantera del auto para capturar en una foto su placa. Se la envié a Anto explicándole que esa era la plata del automóvil en donde me había ido.
Nunca se sabe.
—No era necesario hacer lo que hizo, ¿No cree? —Habló, cuando ya estábamos dentro de su automóvil.
—Mujer precavida vale por dos, por tres y por cuatro —respondí simple.
No dijo nada, solo asintió.
Cuando llevaba varios minutos conduciendo y mis neuronas empezaban a despertar por ese alto contenido de alcohol que había ingerido una pregunta llegó a mí alarmándome de inmediato.
¿Por qué no había pedido un Uber? Y lo más importante, ¿A dónde diablos pensaba llevarme si no sabía mi dirección?
—Sr Licciardi.
-Moneda de diez centavos.
- ¿Acaso usted sabe dónde vivo ?, porque nunca se lo he dicho.
—Está en lo correcto, nunca me lo ha dicho pero yo lo sé toda Srta. Davis. —Concluyó con una sonrisa demasiado presuntuosa.
Ok Nicole, te subiste al automóvil de un acosador, puede que te lleve al matadero y antes te viole, pero… mantén la calma.
—Sabe que lo puedo demandar por ello, ¿cierto? —Pregunté—. Se le llama acoso.
—Acoso fue el que usted atrevidamente me hizo en el bar, por un momento pensé que me violarías. Aunque no la culpo, normalmente ese es mi efecto en las mujeres.
—Solo lo observaba como a todos —me defendí. Ni loca lo admitiría en voz alta.
—Sí, claro —respondió sarcástico.
—Bueno, pues yo pensé que si las miradas mataran hace rato usted lo hubiera hecho conmigo y más cuando me encontré bailando con Adriano.
—Así se llama entonces —murmuró.
- ¿What?
—Nada —rodé los ojos y me recosté en el asiento.
En lo que restó de camino nadie volvió a decir nada. Nos sumimos en un silencio un poco incómodo, de mi parte al menos.
—Llegamos, arrivalderci Srta. Davis.
- Grazie di tutto (gracias por todo) Sr Licciardi —salí del auto ya paso rápido me dirigí a mi casa.
Por cosas del destino, por lo adormecidas que debían estar mis neuronas en ese momento, por alguna burla que posiblemente hice en mi pasado a una pobre alma o lo que sea. No recordé de los tres escalones que tenía mi casa antes de llegar al jardín.
El saludo que anteriormente casi le hacía mi culo al suelo, ahora se lo hizo mi cara.
¡Mi rinoplastia!
- ¿Estas bien? ¿Te hiciste daño? —Escuché a Licciardi preguntó mientras sentía como sus manos me agarraban firmemente de la cintura levantándome.
—Claro que estoy bien —respondí completamente avergonzada, ni muerta expresaría el dolor que estaba sintiendo—. ¿Acaso nunca viste a una persona saludar al suelo?
—Deja de utilizar el sarcasmo conmigo —me regañó.
—Entonces no pregunte estupideces. ¡Claro que me hice daño!
Continúe el camino que quedaba hasta mi puerta viendo el piso para más precaución. Saqué mis llaves y abrí. Estaba por entrar, pero un jalón de brazos me hizo voltearme.
—Que mier… —no alcance a terminar, pues sus labios se posaron sobre los míos golpeando nuestros dientes en el acto.
Me permití disfrutar de esos suaves y carnosos labios por unos segundos. Cuando creí que ya era suficiente lo separe de golpe.
- ¿Que cree que hace? —Pregunté aparentando estar enojada.
Muy adentro de mí quería nuevamente esos labios sobre los míos. El estúpido sabía besar y era uno de los mejores besos que me he dado en toda mi vida, claramente me encantaría poder repetirlo, pero no, Leandro Licciardi no me convenía.
—La beso —respondió con tranquilidad.
Desvíe mi mirada a su auto, me observaba con tanta intensidad que no era capaz de soportarla.
—Pues no lo volverá hacer.
Escuché su risa, atrayendo de nuevo mi atención hacia él. Tenía una risa demasiado ronca y hermosa, era una melodía para mis oídos.
Estúpido Licciardi.
—Nicole —pronunció mi nombre suavemente—. Cuando yo quiera te puedo besar y no lo podrás impedir.
—Leandro, cla ...
—Sr Licciardi para usted —me interrumpió con aires de grandeza.
- ¿What? - Cuestioné atónita—. Tú me puedes llamar por mi nombre y yo no lo puedo hacer con… usted.
—Exacto —reconoció apretando sus labios para evitar reír.
Me recriminé cuando quería escuchar de nuevo esa melodía.
No perderé más mí tiempo, tengo mucho sueño y esto ya ha sido mucho —confesé entrando a mi casa—. Addio… Leandro.
Nombré su nombre con una sonrisa mientras cerraba la puerta, lo último que alcance a ver fue una sexy sonrisa de su parte.
Idiota.