CAPÍTULO CATORCE Llegó la mañana y, al hacerlo, Catalina no estaba segura de haber trabajado tan duro en su vida. Ni en ninguna de las ruedas o quehaceres del orfanato y, desde luego, desde entonces. Lo más extraño de todo es que también estaba más feliz de lo que jamás había estado. Feliz por estar haciendo este trabajo, golpeando metal y trabajando en el fuelle. Ayudaba que Tomás fuera un maestro paciente. Mientras en el orfanato le habrían dado una paliza, él la corregía enseñándole maneras mejores de hacer las cosas y recordándoselas cuando se olvidaba. —Tenemos que trabajar más el metal —dijo—. Una guadaña tiene que ser fina y afilada. Debes golpear con efecto cortado, no con impacto. Catalina asintió, esperando mantener inmóvil la palanqueta mientras él golpeaba y bombeando despu