CAPÍTULO TRECE Sofía caminaba al lado de Sebastián, adentrándose en palacio con él. Su mano se deslizó en la suya mientras caminaban, sus delicados dedos se entrelazaron con los de él, mucho más fuertes. Nunca hubiera pensado que un momento de contacto humano tan simple pareciera tan importante. —¿Por qué aceptaste bailar conmigo? —preguntó Sofía. Sebastián la miró como si no lo comprendiera. —Pareces sorprendida. —¿No debería estarlo? —dijo, inclinado la cabeza a un lado—. Es decir, yo no soy nadie, en realidad. Y tú eres… bueno, eres tú. Esto probablemente se acercaba más a la realidad de lo que Sofía debiera, pero ahora mismo se hacía difícil evitar decir más de lo que debía. Podría haber ido al baile con la intención de hacer algo así, pero pensar que podría tener éxito con algui