CAPÍTULO OCHO Catalina soñaba con el orfanato, lo que significaba que soñaba con violencia. Estaba de pie en una clase. La rodeaban unas siluetas, vestidas con los hábitos de las monjas o las túnicas lisas de los chicos de allí. Le hacían preguntas que no tenían sentido, sobre cosas estúpidas: la manera correcta de bordar una almohada, las principales exportaciones de Isettia del Sur. Cosas que Catalina no podía esperar saber. La golpeaban a cada fallo. Las hermanas atacaban con cinturones y bastones, mientras los chicos sencillamente usaban los puños. Todo el tiempo, coreaban lo mismo. —No estás hecha para ser una chica libre. No estás hecha para ser una chica libre. Catalina notó unas manos sobre ella e intentó retorcerse y contraatacar. Se giró para arañar, dar puñetazos y morder y