CAPÍTULO SIETE Sofía apenas podía creer que estuviera dentro de palacio. Desde la casa de los Abandonados, parecía un lugar mágico; otro mundo que de su clase solo podían esperar pisar si los contrataban los nobles adecuados a causa de alguna habilidad especial. Ahora estaba allí, gracias a poco más que la disposición de engañar a aquellos que querían creerla y a la valentía de intentarlo de verdad. Sofía no podía evitar sentir algo de asombro ante ello y ante el lugar que la rodeaba. Era hermoso, era elegante y distaba tanto del orfanato como se podría desear de cualquier edificio. En lugar de condiciones estrechas, había techos altos y salas espaciosas que parecían haber sido pensadas más como muestras de opulencia que, simplemente, como lugares en los que vivir. Había sillas mullidas