— ¿Acaso no se cansan? — me pregunto ignorando sus miradas
Sigo trabajando ignorando las miradas que me dirigen, es tan estresante la manera es como me ven. Cómo si fuera un experimento, algo que jamás hubieran visto en su vida cuando realmente tengo más de un año trabajando en este lugar.
— ¡¿Johalis?! — escucho esa voz irritante de nuevo gritándome — ¿Se puede saber dónde carajo tienes la mente?
Otra vez ese señor irritante al cual llamamos jefe, es tan molesto la manera es como nos trata. No solo a mí, sino a cada una de las chicas aquí solo por el hecho de ser 'latinas', piensa que puede tratarnos como le da la gana.
— En serio que solo estoy aquí por la paga, aunque no es tan buena es lo mejor que he podido obtener en los cinco años que llevo aquí
» Se ha vuelto tan difícil obtener trabajo en esta ciudad, lo que más afecta no es solo el simple hecho de ser latina. Sino otra característica mía, y como yo muchas otras aquí. Es horrible como te tratan por ser inmigrante, uno solo quiso salir de sus país por los problemas que se pasaban en el mismo por: "Una nueva oportunidad".
En ocasiones me deprimo por haber tomado está decisión, pero solo por el haber dejado atrás a mi familia; las personas que amo que siempre estuvieron para mí en cada paso. Disfrutando, viviendo, teniendo poco pero nunca nos faltó las sonrisas. Aunque así como hubo sonrisas, hubo tristezas disfrazadas.
Precisamente por eso quise salir de ahí, para encontrar una manera de crear una estabilidad. No solo para mí, porque el objetivo con el que salí en para que en algún momento poder apoyarlos igual o más de lo que ellos lo hicieron conmigo, el recuerdo de esos bonitos momentos es lo que me mantiene a flote, soportando estos malos tratos.
— Aún no entiendo el porqué nos trata de esa manera, bueno no es que no sepa
Si hay algo que soy es una persona observadora, no se me escapa la manera en cómo le ve corrijo: en cómo nos ve. Este viejo baboso, solo nos pone en lugares en posiciones específicas para que podamos darle una buena vista de nuestras curvas latinas.
— Disculpe señor Hillard — le digo con la voz más dulce que puedo reunir
Me aguanto las ganas de repasarle la cara de una cachetada, que sus ganas no me faltan obviamente. Se nota lo que me cuesta, al clavar mis uñas recortadas en mi palma causando que esa zona envejecer por la presión.
— ¿Acaso no ves que hay un cliente esperando niña?, anda a atenderle antes de que cambie de opinión y te despida
Esto es otra cosa, la manera en cómo siempre nos amenaza con despojarnos de nuestro trabajo. Me frustra esto, pero de momento no puedo hacer nada. Suspiro, ignorando la manera en cómo le repasa las piernas con su mirada lasciva en ellas.
Me acerco a la mesa de la cafetería, llegando a la que está junto a la ventana. Dónde se encuentran varios hombres enfundados en sus costosos trajes; hay uno que me dirige una mirada gentil. Es un hombre mayor, uno al que le calculo como unos sesenta más o menos.
— ¡Buen día!, bienvenidos a sunrise ¿Que desean? — pregunto con una sonrisa
Ellos no merecen mi mal genio, uno que se disfrazar muy bien después de estar tanto tiempo aquí. Al principio me costaba, pero supongo que con el tiempo te vas adaptando. Espero pacientemente, mientras ellos examinan el menú.
Por su aspecto, y el como tardan en encontrar algo de su agrado es obvio que es la primera vez que vienen. Es extraño que vengan a este lugar, es decir; deberían ir a un restaurante o un lugar lujoso. No a esta cafetería que si bien no es hermosa, tampoco es que este descuidada.
Aprovecho que se tardan para examinar cada uno, me sorprende que el señor que vislumbre a la distancia. No ha dejado de observarme, aunque a diferencia de las distintas miradas a las que estoy acostumbrada.
En la de él, no hay asco, ni repugnancia ni siquiera hay una mirada lasciva como en algunos hombres; no me ve las piernas, tampoco observa detalladamente mi anatomía. Solo se encuentra sonriendo, pero hay algo en esa sonrisa que me genera calidez.
Una que me hace sonreír, pero está vez de verdad. Casi me hace olvidar todo el mal rato que he pasado, me intriga el porqué actúa así pero no le doy mucha cabeza. Al contrario de sus acompañantes, uno de ellos se encuentra viendo mis piernas y el otro tratará de encontrar en mi escote algo más de lo usual.
Esas son el tipo de miradas que más detesto, porque junto con esa mirada. Veo lo único en lo que están interesados, aunque tampoco es que me llamen demasiado la atención; a diferencia de la mirada del señor en la de ellos hay algo que me desagrada en lo más profundo como si algo me dijera que me mantenga alejada, decido dar un paso atrás.
Cuando hago esto, ellos apartan su mirada. Al parecer crea un shock en ellos, quizás para ellos es la primera vez el que yo no corresponda sus acaloradas miradas. Se nota que hay mucho de ellos mismos, bueno son el estereotipo típico; ojos azules, rubios además de que a través del traje se nota los trabajados que se encuentran debajo de ellos.
Aunque realmente eso no me causa nada, ni un poco de calor. Nada de emoción, solo me encuentro viéndolos con una mirada vacía esperando que pidan para irme.
— Disculpe señorita.. — decide hablar el que me veía el escote; obvio es el más atrevido
Lo pienso por la manera en la como me lo vio tan descaradamente sin tapujo alguno. Noto obviamente, como alarga la última palabra esperando un nombre que no le doy.
— Dígame señor — respondo con la voz más dulce que puedo reunir
— Voy querer un café cargado en conjunto con unas tostadas al igual que mi compañero
Se nota que son amigos por cómo pide por los dos, sin siquiera preguntarle qué querrá. Anoto en mi libreta su pedido, para luego dirigir mi mirada hacia el señor amable. A él si le dirijo una sonrisa verdadera.
No sé me escapa la manera en cómo ellos me ven extrañados, pensando que a lo mejor su sonrisa perlada en conjunto con todas sus características que realmente para mí son comunes han podido hacer.
— ¿Y usted señor? ¿Que va querer?
— ¿Cuál es especial a esta hora cariño?
La manera en cómo trata de alargar la conversación no se me pasa desapercibida, pero al contrario de otra persona. No me molesta.
— Bueno señor, el especial es Hotcakes con miel pero cabe destacar que es muy sabrosa no tengo porque mentirle — Le comento con una sonrisa
— Voy a querer eso señorita, en conjunto con un Macchiato
Me sorprende su elección, normalmente las personas como ellos no les importa la especialidad solo van a lo de siempre. Ver un par de piernas bonitas, y pedir lo mismo: un café cargado en conjunto con unas tostadas nada fuera de lo común.
Anoto lentamente no queriendo irme tan rápido, en ningún momento la sonrisa desapareció de su mirada. Pero lo que me hace irme a la cocina, es la mirada inquisidora que me transmite mi jefe desde el otro lado del local. Me cuesta demasiado pero me dirijo hacia el interior a preparar sus pedidos.
Entro al lugar, con una sonrisa comienzo a preparar sus pedidos. Termino más rápido de la esperado, estando todo en su lugar me dirijo al lugar. Espero en silencio a su lado, esperando que terminen para luego depositar sus pedidos en su mesa.
Depósito cada uno de sus cafés, en conjunto con los demás aperitivos. Al instante de depositar lo último de su pedido, siento una mano en mi pierna casi tocando mi trasero; me congelo en mi lugar por lo extraño del contacto.
— ¡Este imbécil!
Ladeo ligeramente mi rostro en su contra, veo su mirada de suficiencia además de como sube más casi tocando el borde de la falda que mi detestable jefe nos obliga a usar. Le dirijo una sonrisa, pero la mía es.muy diferente a la suya.
Me separó lentamente de él, aún hay una mirada feliz en su rostro como si hubiera logrado un objetivo que solo el conoce cuál será. Sin mediar palabra, separo mi mano de la bandeja para proceder a darle una cachetada; una que no se espera.
De ser una cafetería movida, de repente todo se queda en silencio. Pero no me inmutó por este hecho, me encuentro viéndolo con una mirada fulminante.
Cuando está apunto de decir algo, viene mi jefe. Lo cual interrumpe lo que sea que tenía pensando decir, lo único que me llena de remordimiento es que capaz el señor se irá sin poder verlo. No me arrepiento ni un poco por lo que hice.
— ¿Que se está creyendo este? ¿Que debería estar agradecida por cómo su mano casi llega a mi culo? — refunfuño internamente
— ¡Johalis! — me regaña Hillard al llegar a mi lado, ni me inmutó estoy acostumbrada al cómo se dirige a mi
Posiciona mi mirada en él para nada molesta, ni preocupada.
— Si me quiere echar, pues que lo haga pero no me aguanto esto más
— ¡Sígame a mi oficina señorita! — exclama el don correcto, cuando es otra basura peor que con la que me acabo de topar
Lo único que alcanzó a hacer, es dirigirle una mirada de disculpa al señor. Que lo único que hace es dirigirme una mirada avergonzada, le dirijo una mirada molesta al hombre que me causo el agravio, se congela en su lugar por lo fulminante de la misma.
Ignoro su reacción, siguiéndolo a la oficina que me conozco de pies a cabeza. Eso por tantas veces que vine a este lugar por las mismas razones, si hay algo que nunca voy a aguantar es que solo por tener un cuerpo voluptuoso, y ser mujer. Los hombres piensen que pueden hacer conmigo lo que les de la gana. Están muy equivocados.
Suspiro, dudando en sí entrar o no. Nunca dejare que nadie me amedentre, pero tampoco es que me vaya a sentir cómoda entrando a una oficina a puerta cerrada con un hombre que lo único que hace en el trabajo, es vernos de arriba a abajo como si fuéramos de su propiedad. Dios sabes que cosas se pasan por su cochina mente.
— Pase señorita Salcedo
Entro sin poder evitarlo, cuando entro espero ver una mirada molesta, irritado dispuesto a comerme viva por lo que ocurrió en la cafetería. Pero es todo lo contrario.
— Ahí está de nuevo esa mirada de pervertido en su cara. Me da asco, no se ni siquiera cómo he soportado tanto tiempo
Para mí sorpresa el no se encuentra en su escritorio, sino en el sofá a un lado del dichoso escritorio. Sonará como si fuera una gran oficina o algo así, pero no es nada más lejos de la realidad es una oficina que falta poco por derrumbarse.
Tampoco es que este muy pulcra que digamos, aunque se sienta como si fuera el dueño del universo. Me da tanta gracia.
— ¡Por Dios es una piaso de oficina de cuarta!
No me gusta criticar, no soy ese tipo de persona. Pero es que el hecho de que es hombre sea el dueño, me hace repudiar todo lo que le rodea. Me hace un gesto para que me siente a su lado, me encuentro reacia a hacerlo. Pero decido acercarme a fin de cuentas.
— Joha, no puedes hacerle eso a los clientes eso va en contra de la imagen que queremos dar
Me de asco la familiaridad con la que acorta mi nombre, como si fuéramos amigos o algo más que eso. Me aguanto para no golpearlo como hice un par de minutos atrás con el abusivo.
Me quedo callada esperando su próximo curso de acción, lo que hace a continuación. Genera que me olvidé completamente, que mi trabajo está en sus manos, que llevo tiempo aquí. Mi mente se pone en blanco, al sentir como su mano se dirige de una vez a mi pierna, claro que no se detiene ahí sube más.
No sé cómo no reaccione más rápido, pero es que el imbécil fue tan rápido al moverse que no lo capte hasta cuándo casi tiene su mano tocando mi ropa interior. Una furia me llena por dentro, siento que veo rojo.
Me giro en mi posición, y hago dos cosas también llevo mi mano a su entrepierna pero al contrario de la suavidad con la que el la poso en mí. Yo lo que hago, es posicionarme para dirigir un puño hacia ese lugar. Que si fueran en otra situación, me diera asco hacer.
— Ya se, para nada femenino..
Pero siendo clara, que hubiera sido mejor un puño en sus partes nobles; que de noble no hay nada claro está. O una ligera cachetada a su mejilla, exacto la primera.
Se congela en su lugar, separa su mano de mí con una rapidez increíble llevándola hacia su pequeño amigo.
— ¡A mí no me vuelvas a colocar una mano encima Basura! — grito en su contra
Me levanto rápido de dónde estoy, solo el hecho de recordar cómo pasó su mano por mi cuerpo me llena de asco. Controlo como puedo las ganas de vomitar, para luego salir de esta sala y está vez para siempre.
Escucho su voz llamándome enfurecido pero lo ignoro, paso por mi casillero y me cambio rápidamente la ropa asquerosa que nos hacía usar. Respiro más tranquila, al sentir la comodidad de mi camisa blanca en conjunto con mi chaqueta de cuero y botines.
Llegó a la puerta, pero de nuevo esa asquerosa voz llega a mis oídos. Contaminando mi canal auditivo.
— ¡¿Adónde crees que vas zorra?! — maldice
— ¡Zorra será tu abuelo maldito imbécil!
— ¡Este es mi negocio así que me puedo dirigir a ti como me da la maldita gana!
Me doy cuenta por el rabillo del ojo, como las demás personas se encuentran viéndonos extrañados por nuestra pelea. Lo que me avergüenza es solo la mirada del señor, que siempre se portó dulce conmigo; al menos el día de hoy.
Me sorprende ver cómo se levanta de su posición caminando lentamente hacia mí.
— Exacto tu negocio, pero eso no quiere decir que puedes pensar que podrás tocarme como lo intentaste allá atrás pedófilo de mierda
Se congela en su posición al parecer extrañado porque haya sacado a colación eso, el señor cambia su mirada preocupada de mi hacia el señor Hillard. Pero al contrario que conmigo, la mirada que le dirige está llena de veneno.
— ¿Todo bien? ¿No te hizo nada? — me pregunta
— No, intento hacerlo pero no sé espero que fuera de reflejos rápidos
— Aunque no tanto como los suyos — me regaño a mi misma
— ¡¿Cómo?! ¿Que intento?
No sé que más hacer que señalar a cierto punto en el cuerpo de mi ahora ex jefe, el señor sigue la dirección de mi dedo. En cuanto se da cuenta, de como el señor Hillard se encuentra con una mano haciendo presión en su entrepierna. Una sonrisa cruza sus facciones.
Al parecer le gusta que me haya defendido, es raro el sentimiento que siento por él. No es nada parecido a una atracción por el sexo opuesto, es más como un cariño que no se explicar.
— Intento tocarme, pero no sé espero que respondiera de esa manera — digo con el mayor asco posible
— ¡Todos salgan de aquí!, no hay nada que ver — exclama a todos los espectadores
No sé que se cree este señor, piensa que acaso tiene una empresa poderosa en la cual el puede mandar a todas las personas en este lugar. Que poco hombre con delirios de grandeza, una que no se merece.
Un jefe se fija en el bienestar de sus empleados, no se las pasa viendo como si de un burdel se tratase. Que asco de hombre, es más no se si 'hombre' sería la manera correcta de referirse a este tipo.
Todas las personas comienzan a salir de lugar, obviamente luego que dejan de grabar con sus dispositivos. Con esto me da algo de gracia, porque él mismo no se da cuenta que el mismo cavo su propia tumba ya que todo esto rodará por mucho rato en las redes dañando su imagen.
Me giro en mi posición dispuesta a irme, feliz de haber desprestigiado sin querer a este hombre. Todos merecen saber la basura que es.
En cuanto me giro, escucho un fuerte golpe detrás de mi. Acción que me hace voltear de nuevo, observo extrañada como el jefe de esta cafetería se encuentra en el piso con un labio partido.
Doy un leve vistazo alrededor, ahí es cuando notó dos hombres con porte de guardaespaldas cada uno al lado del señor de temprano.
— ¿Que ocurrió? — me preguntó a mi misma extrañada
— Trato de llegar a usted, no me quedo de otra que hacerle una seña a Rufus y Aron para que lo solucionarán — me comenta respondiendo a mi pregunta no formulada en voz alta
— Muchas gracias, no se cómo agradecerle — comento sin saber que más decirle
Me sorprende la manera en cómo él me trata, casi como si me defendiera. Aún sin conocerme en su totalidad, mi gratitud es tan grande que estoy dispuesta a responder afirmativamente cualquier propuesta.
— Pierde cuidado, es más ahora que supongo que no tienes trabajo que te parece...