Esteban contempla a su mujer, todavía no se puede creer que ella esté con él después de todo lo ocurrido. Él no la merece, lo sabe bien, por lo mismo no dejará que nada ni nadie lo separen de ella nunca más. Acaricia su cabello mientras duerme. ¿Quién diría que ya han pasado tres meses desde que volvió de Alemania en su busca y en un patético ataque de orgullo, no fue capaz de buscarla después de llegar, sino que tuvo que esperar a que su hijo le hiciera un cruel llamado de atención para darse cuenta de que su estúpido orgullo no le conducía a nada?
Nicole abre los ojos y lo mira, esboza una somnolienta sonrisa, él se agacha y la besa con suavidad.
―Buenos días ―la saluda con ternura.
―Buenos días, ¿qué hora es?
―Las siete y media.
―¡Es tardísimo! ¿Por qué no me despertaste? ¿No vas a ir a trabajar en la mañana?
―Me desperté, te miré y no quise dejar de hacerlo.
―Te amo ―atina a decir ella sonrojándose.
―Y yo a ti ―responde él volviendo a besarla. Estira su brazo hacia la mesita de noche y saca del cajón una pequeña cajita envuelta en papel de regalo―. Feliz cumpleaños.
―Lo recordaste...
―¿Cómo no hacerlo?
―Porque este es el cumpleaños de Lidia Montes, no de Nicole Zúñiga.
―Son la misma persona con distinto nombre, pero tú naciste un día como hoy, un 23 de enero. Además, considérate afortunada que eres la única persona que puede celebrar dos cumpleaños al año.
―Claro, cumplo el doble de años ―ríe ella con alegría.
―Eso da lo mismo. Hoy es tu cumpleaños y haremos lo que tú quieras.
―¿Lo que yo quiera?
―Así es, cariño, hoy te daré en el gusto en todo ―afirma con una sonrisa enamorada.
En ese momento entra Lucas con un enorme regalo entre sus manos y con su carita feliz a pesar de la hora; por estar de vacaciones, su hora de levantarse es bastante más tarde. Pero a él en ese momento no le importa.
―Mami, abre el mío primero ―le ruega aplaudiendo.
Nicole sonríe, ese niño es su vida, su todo.
Ella rompe el papel para abrir la enorme caja. Una caja blanca, sin ningún dibujo que le muestre lo que es. Mira a padre e hijo, extrañada, ambos se miran cómplices entre sí.
―¿Qué se traen entre manos? ―pregunta ella curiosa.
―Tienes que abrirlo, mami, si no, no tiene gracia ―responde el niño.
―Lucas tiene razón, no seas curiosa y ábrelo ―ratifica el padre.
Nicole abre la caja, pero se encuentra con un cilindro de metal, de color rosado, el tono exacto que le gusta a ella. Lo saca, lo abre y se encuentra con una caja del tipo de las galletas y dentro otra caja más baja y, finalmente, una caja alargada, blanca, dentro de ésta, un sobre. Lo abre y saca el documento que está dentro.
―Tres pasajes... ―murmura al leerlo―. Tres pasajes a Grecia para el siguiente mes. ―Mira a Esteban y a Lucas con los ojos empapados en lágrimas de pura emoción―. Gracias, pero... ¿podrás dejar de trabajar por tantos días?
―No me voy a hacer más pobre, además, ahora tengo una mujer que me puede mantener ―contesta un alegre Esteban que se desliza al lado de su mujer en la cama―. ¿Te gusta?
―Me encanta, sabes que siempre me ha gustado ese país y sueño con conocerlo.
―Me alegra saber que no nos equivocamos, es tu primer cumpleaños con nosotros y no sabíamos qué regalarte.
―Abre el del papá ―insta el niño.
Nicole lo abre, es una pequeña cajita de terciopelo, solo con verla se imagina lo que puede ser, pero se niega a creerlo.
―¿Qué pasa? ¿No quieres abrirlo? ―pregunta un tanto apenado Esteban.
―Mami, ábrelo, ya verás cómo te gusta. Nosotros mismos lo elegimos.
Nicole sonríe con ternura ante esos dos hombres a quienes más ama en el mundo. Abre la cajita y dentro un anillo con un diamante precioso y grabado en la tapa interior de la cajita, la pregunta: ¿Quieres casarte conmigo?
La joven mira a Esteban dejando caer las lágrimas que tan bien había logrado retener hacía unos momentos. Esteban le pide matrimonio y espera, ansioso, la respuesta.
―Sabes que sí, mi amor, sabes que sí ―contesta abrazándose a él.
Esto es mucho mejor que todos sus sueños de adolescente. Es mucho mejor de lo que nunca pensó llegar a vivir y a sentir. Es demasiado hermoso para ser realidad y demasiado perfecto.
―¿Qué pasa? ¿No te gustó, mami?
―Está precioso, mi niño, es que nunca pensé que podría llegar a ser tan feliz y con ustedes soy eso y mucho más.
Lucas se abraza al cuello materno y se mantiene así un buen rato, a Nicole le gusta sentirlo así, es su niño, su pequeño niño.
―Mami, te amo mucho, de aquí al cielo y a las estrellas dos vueltas y con paso de caracol.
Nicole sonríe sin dejar de llorar. Ese niño ha sido especial desde que lo conoció en aquella plaza, su mirada, su sonrisa, sus ojos tan iguales a los de su papá, sus palabras...
―Yo también te amo, mi niño, y más, mucho más todavía.
―Mami, no tienes que bajar todavía, ¿ya? ―le advierte bajándose de la cama.
―¿Ya? ¿Y eso por qué?
―Porque te tengo una sorpresa, pero no puedes verla.
―¿Y por qué no me dices lo que es?
―No. Las sorpresas no se cuentan, por eso son sorpresas.
―Entonces, me quedaré aquí, me ducharé y me vestiré para estar lista para la sorpresa, ¿está bien?
―Pero no vayas a hacer trampa.
―No te preocupes, hijo, yo la voy a cuidar que no se escape para mirar.
―Ya. Tú la vigilas.
Los dos adultos sonríen. Lucas es un niño tan tierno, que dan ganas de comérselo a besos y eso hace Nicole, antes que el niño se escape y salga corriendo del cuarto rumbo a preparar la sorpresa para su mamá.
―Ahora te tengo que cuidar ―le indica Esteban con picardía.
―Me tengo que duchar.
―Allá te voy a cuidar, entonces, no vaya a ser que huyas y no me dé cuenta.
La joven se levanta y él la estrecha entre sus brazos.
―Te amo, Esteban, te amo tanto.
―Y yo a ti, cariño, tenerte a mi lado y despertar contigo es lo más hermoso que pueda vivir cada mañana y viviré cada día para asegurarte que no te equivocaste al perdonarme.
―Estoy segura que no me equivoqué, te necesito a mi lado cada día y cada noche.
―Yo no te necesito, sino algo más, no sé si lo que yo siento por ti tiene un nombre, porque cualquier palabra se queda corta con lo que quiero decir, si pudiera, inventaría una palabra para esto que siento, para el anhelo que siento por ti, para esto que llena mi pecho cada vez que te veo dormir en mi cama, para la opresión que siento cuando no estoy a tu lado, el miedo que siento cada vez que discutimos por una tontería, miedo a que te vayas de mi lado, de hacer algo que te haga cambiar de opinión y me dejes, miedo a no estar a tu altura. Te necesito tanto que duele, cariño ―concluye besándola con todos esos sentimientos y emociones recién compartidas.
―No debes tener miedo, mi amor ―manifiesta ella cuando él deja de besarla―. Yo te amo y no te voy a dejar, ni siquiera por esas pequeñas peleas que hemos tenido y que todos tienen, no hay razón en el mundo para querer volver a estar sola sin ti, con solo recordar el sufrimiento de ese tiempo, es suficiente para saber que te quiero siempre a mi lado.
Esteban vuelve a besarla, ¡cómo ama a esa mujer! La ama tanto que siente que si ella falta, no podrá volver a respirar. Nunca más.
Cuando la suelta, ella camina cadenciosa hasta el baño, seguida por su hombre a quien sabe cómo volver loco y lograr tenerlo a sus pies, para amarlo, tomarlo y hacerlo suyo.
―Me vuelves loco, Nicole, lo sabes y te aprovechas ―la recrimina con deseo cuando ella deja caer la ropa en el suelo, quedando desnuda.
―Yo no me aprovecho, me voy a duchar ―contesta con falsa inocencia.
―Lo sabes y te aprovechas ―repite él acercándose y besándola, la atrae a sí mismo y la pega contra su cuerpo. Desnuda ella y vestido él, es una situación demasiado excitante para ambos.
―Yo no hago nada... ―articula ella con un jadeo.
―Lo haces y me encanta, aunque no necesitas hacer nada ―susurra en su boca, lamiendo suavemente los labios femeninos―. Soy tuyo, única y exclusivamente tuyo, por siempre tuyo, cariño, nadie nunca nos va a separar.
―Me encanta oír eso, mi amor, me encanta saber que provoco cosas en ti y que no son solo físicas, sino que también me necesitas tanto como yo y que hacer el amor es un forma más de amar. Es todo tan perfecto que me da miedo.
―No tienes que temer, después de todo lo que has vivido, es lo que te mereces.
Es ella la que lo besa ahora. Levanta sus manos y le acaricia el pecho desnudo con la punta de sus dedos, provocando estremecimientos en el hombre que baja sus manos por la espalda femenina hasta su trasero y lo pega a su propio cuerpo.
―Te deseo... ―murmura con la voz cargada de pasión.
―Yo también ―responde ella de igual forma.
Ella baja los pantalones de su hombre y él levanta sus pies para quitárselos completamente. La levanta y ella cruza sus piernas alrededor de las caderas de Esteban y él la penetra de una sola vez, fuerte, pero sin violencia. Camina un poco con ella y la apoya contra la pared, embistiéndola cada vez con más fuerza y rapidez. Ella busca su boca y él la besa con avidez, con pasión y lujuria, siendo plenamente correspondido de la misma manera.
Cuando llegan al final, cansados, recuerdan que deben apurarse, que Lucas los espera para el desayuno que tiene preparado para Nicole.
―¿Estás bien? ―pregunta él, llevándola en sus brazos hasta la ducha.
―Sí ―responde ella coqueta―. Me gustó mucho este regalo. ―Lo besa pasando su lengua por los labios masculinos.
―No hagas eso o no te voy a dejar ir por un buen rato ―le advierte él intentando atrapar su lengua con sus dientes.
Ella ríe en su boca, haciendo que él quiera apretarla en sus brazos y no dejarla escapar más. Recuerda los cinco meses que estuvo lejos y no comprende cómo fue capaz de vivir tanto tiempo separado de ella. Sabe que es algo que no se podrá perdonar jamás.
―¿Qué pasó? ―pregunta ella con tristeza, conociendo tal vez, los secretos pensamientos de él.
―Nada, cariño ―sonríe feliz de saberla a su lado―. Nada. Ven, deja que te lave el pelo.
Lo intenta de verdad, pero ella y sus contorsiones de niña, los vuelven a excitar.
―Lucas nos espera ―comenta ella acariciando con su cuerpo el de él.
―Estamos duchándonos ―replica él con un beso y empujándola un poco hacia adelante para hacerla suya otra vez.
―No saldremos de aquí ―ríe ella.
―Ya vamos a ir.
―Así como vamos, no vamos a llegar. Además, lo hicimos recién ―recrimina ella al tiempo que se agacha para recibirlo de nuevo en su cuerpo.
―Aunque me gustan mucho estos encuentros furtivos, te advierto que no me dejan satisfecho, así que estaré acosándote todo el día, hasta esta noche cuando pueda volver a tomarte de verdad ―le dice entre jadeos mientras entra y sale de ella con un movimiento rítmico y enardecedor.
―¿Eso es una amenaza? ―pregunta saliéndose de él y sentándose en la tina.
―Una advertencia ―responde al tiempo que se sienta frente a ella y la acerca para que se siente sobre él.
―Será mejor que nos apuremos ―expresa ella, moviéndose cada vez más rápido, hasta llegar al culminación del deseo y aferrarse a él jadeando por el esfuerzo. Él la sostiene en un abrazo fuerte, hasta que se calma.
―Será mejor que termines de lavarte el pelo... sola ―agrega Esteban sin ganas.
Ella lanza una carcajada y se mete bajo el agua para dejarla escurrir por su cuerpo, mientras se masajea el cabello. Él la observa detenidamente, le encanta mirarla, admirarla, saber que ella es suya y él de ella. Que no haya nadie que se interponga entre ellos. Ni lo habrá. Está seguro del amor de su mujer y él está totalmente enamorado de ella.
―¡Está todo listo en el comedor! ―grita el niño desde afuera de la puerta del baño.
―Ya vamos, estamos terminando ―responde Esteban de igual forma.
―Los espero, no se demoren.
Nicole y Esteban se miran y ríen. Ahora deberán apurarse el doble a llegar al comedor por la sorpresa del niño.