La mesa está bella, Lucas se había esmerado en preparar todo para que luciera hermosa para el cumpleaños de su mamá, el primero que va a pasar con ella. Había llamado a su abuela para que pasara por su casa, ella y Miguel habían comprado la casa de Cristóbal, como no volvieron allí porque a Daniela la asustaba, decidió venderla y qué mejor que quedara alguien conocido en ella. Además, de esa manera, Eloísa estaría más cerca de la familia pero aparte, viviendo su vida de casados con Miguel, cada cual con su casa y familia separados.
Nicole se acerca a saludar a Eloísa, ésta la abraza como si no la hubiese visto en años, cuando en realidad se habían visto hacía un par de días.
―Feliz cumpleaños, hija, espero que este sea el mejor cumpleaños que hayas tenido.
―Gracias, Eloísa, claro que es el mejor, estoy con una hermosa familia, somos felices, ¿qué más puedo pedir?
―Es cierto, querida, y espero que sigan así muchos años más.
―Eso espero yo también ―responde sinceramente.
Miguel se acerca a ella para saludarla y le da un paternal abrazo.
―Felicidades, Nicole, que seas muy feliz, te lo mereces ―le dice entregándole un pequeño regalo.
―Gracias, Miguel, eres un sol.
―No hay nada qué agradecer. ―El hombre la besa en la mejilla con ternura, él se había encariñado con ella desde el día que la llevó en el auto a la clínica a verse la mano, la vio en ese momento tan indefensa y sola, que su sentido de protección se activó o algo ocurrió, pero a partir aquella ocasión ella nunca más le fue indiferente, para él pasó a ser como su propia hija, incluso, durante los cinco meses que vivieron lejos de Chile, él venía a visitarla cada mes, sin importarle los problemas que eso pudiera acarrearle con Esteban, si su mujer no se atrevía a enfrentarse a él por ser su hijo, él no tenía nada que perder, aunque nunca le reclamó nada.
Lucas corre y abraza a Nicole por las piernas.
―Mami, ¿vas a abrir tus regalos?
―Sí, mi niño.
Nicole camina guiada de la mano por el niño hasta los regalos que había en una mesa esquinera.
―¿Más regalos? ―pregunta al ver que uno de ellos tiene el nombre de Lucas como remitente.
―Sí, porque estos son para el desayuno de cumpleaños, los otros eran de despertar de tu cumpleaños.
Nicole sonríe ante la ocurrencia del niño. Toma el que tiene el nombre del niño y lo abre. Es un vestido precioso, color mantequilla, sobrio y elegante, demasiado para ella, que no suele usar vestidos.
―Está muy lindo.
―Yo mismo lo escogí para ti, la señora de la tienda dijo que ese era especial.
―Está muy bello.
―Es para que te cases con mi papá ―le dice así sin más el niño.
Ella eleva una ceja y mira a Esteban, éste se encoge de hombros con un brillo especial en la mirada. Está feliz y se le nota. Ella, por él, se pone feliz también, lo único que quiere es casarse con él.
―Está precioso, mi niño, ¿de verdad lo elegiste tú?
―Sí, fuimos con mi papá y yo supe altiro que ese vestido era para ti ―explica el niño con parsimonia.
Nicole abraza a Lucas y cuando el niño logra deshacerse del abrazo, toma otro regalo y se lo entrega. Nicole lo abre y se encuentra con un juego de cadena, pulsera y aretes a juego para el vestido de novia que acababa de abrir.
―Wow ―suspira―, han pensado en todo ―comenta mirando de reojo a Esteban.
―Claro, mami, no puedes casarte así no más, ese día es el más importante.
Nicole sonríe, ¿qué sabe un niño de seis años lo que significa un matrimonio? Aunque con toda su perspicacia y curiosidad, seguro ya lo sabía, además, él estaba ansioso de tener una mamá como todos sus compañeros.
Termina de abrir, uno a uno, todos los regalos. Joyas, ropa, zapatos, relojes, todo de lo mejor. Y cómo no, con el dinero que tienen se pueden dar esos lujos, aunque Nicole no está acostumbrada y todavía le cuesta asimilar que no debe preocuparse de los gastos.
Durante el desayuno, hablan de ir a la playa.
―No puedo, yo voy a tener que dejarlos en un ratito más ―se justifica Nicole―, hoy tengo hora con Diego.
―¿No puedes aplazarlo para mañana o la próxima semana? ―pregunta Esteban un tanto enfadado.
―No sé, tendría que llamar a Diego ―dice sacando el celular del bolsillo y marcando a la consulta.
―Nicole ―contesta el doctor.
―Hola, Diego, quería pedirte un favor ―habla un poco avergonzada la joven.
―Si puedo...
―Lo que pasa es que quería correr la hora del control, para mañana o la próxima semana...
―Nicole... ―duda el médico.
―¿Pasa algo?
―Sí, Nicole, disculpa, es que yo me voy de viaje, voy a estar fuera un mes y tu control no se puede atrasar tanto.
―Pero no he tenido problema.
―Es cierto, pero recuerda que hace tres meses, la última vez que tuviste una descompensación, estuviste muy mal y costó mucho sacarte de ese estado, hace un mes recién que ya volviste a la normalidad, necesito saber que no tendrás problemas en este tiempo.
―Sí, lo sé, pero ahora estoy bien.
―Mira, lo que te puedo decir es que como médico necesito verte ahora, pero si tú quieres esperar a que yo vuelva, es tu decisión.
―Diego... ―suplica Nicole advirtiendo la molestia en la voz de su doctor.
―Nicole, sabes cuánto me preocupas, si me hubieses dicho antes que no podías hoy, podríamos haber hecho arreglos para atenderte en otro momento, pero ahora... Ahora mismo no puedo, Nicole, lo siento, después de atenderte, voy casi directo al aeropuerto, viajo a las tres.
―Oh ―responde desalentada.
―Dime tú lo que quieras hacer.
―No, no, está bien, voy ahora, a las once, ¿verdad?
―Eres mi única paciente el día de hoy, estoy haciendo unos papeleos, puedes llegar antes si te parece, así quedas desocupada antes también.
―Está bien, nos vemos en un rato.
―Me preocupas, Nicole, de verdad.
―Sí, lo sé.
―Nos vemos, entonces.
―Sí, sí.
Nicole corta la llamada y mira a Esteban con una mueca de desagrado.
―Diego viaja esta tarde, va a estar un mes fuera, tengo que verlo ahora, ¿podemos posponer el viaje para cuando vuelva de la consulta?
―Claro, cariño, no hay problema, vamos a tu control y luego nos vamos a la playa, hoy es jueves y podemos pasarnos todo el fin de semana allá.
―Está bien. Me gusta la idea. ―Nicole sonríe a todos, especialmente a Lucas que la mira expectante.
Terminan de tomar el desayuno y se van al médico y nada más llegar a la consulta, Diego los hace pasar, no muy contento con la presencia del acompañante de su paciente.
―¿Cómo te has sentido? ―le pregunta interesado.
―Bien, bien, ningún problema.
El doctor anota algo en su notebook.
―¿Dolores? ¿Calambres? ¿Adormecimiento?
―Bueno, a veces en la noche se me acalambra la pierna derecha, todavía, pero cada vez menos, en días y en dolor.
El doctor la mira un breve segundo y vuelve a anotar la respuesta en la ficha médica que tiene abierta en su laptop.
―Súbete a la camilla, por favor.
Nicole obedece y se mete tras el biombo donde está la camilla y se quita el pantalón, sabe que ese es el procedimiento, por lo que cada vez que va, usa una larga blusa, la que ahora se tira hacia abajo, sabe que Diego es doctor y es muy profesional, no obstante, se siente cohibida de que la vea semidesnuda. Pocos minutos después aparece Diego con el estetoscopio y unas pequeñas herramientas para hacer el examen físico. Cuando la hace acostar, la mira con dulzura.
―¿Dolor de cabeza? ¿Alguna molestia?
Ella niega con la cabeza.
―Sabes que no debes ocultar nada.
―No, no, no he tenido nada aparte de lo que ya te dije.
―¿Cómo anda la memoria?
―Bueno, como siempre hay cosas que no recuerdo, personas que se acercan a hablarme y no...
―Sabes que eso va a tardar un poco, tus neuronas todavía están rebotando dentro de tu cerebro ―la consuela con una adorable sonrisa.
―Sí, pero eso es complicado, no soy la misma, Diego, y yo lo noto ―termina con los ojos aguados.
Diego acaricia la frente de la joven con ternura.
―No te preocupes, ya pasará todo, hay que dar tiempo al tiempo en este caso, la impaciencia no te conducirá a nada, Nicole, todo esto tomará su tiempo, por eso no debes dejar los controles regulares y, ante cualquier cosa, debes llamarme.
―¿Y cómo te voy a llamar ahora si te vas?
―Estamos en el siglo veintiuno, Nicole, me extraña, existen los celulares, la mensajería de texto, r************* , uno no se desconecta nunca.
―Espero no tener que llamarte.
―Pero si lo necesitas, lo haces, de todos modos, antes de irte, te voy a dar el número de un colega que te atenderá en caso de emergencia, hasta que llegue yo.
―Y si tienes un colega que puede hacerlo, ¿para qué llamarte a ti y molestarte en tus vacaciones?
―Porque yo soy tu médico. Por favor, no dudes en llamarme.
―Gracias ―dice ella poniendo su mano sobre la de él, lo que hace que él vea el anillo de compromiso que le regaló Esteban por la mañana.
―¿Y eso? ―pregunta con evidente sorpresa.
―Es mi anillo de compromiso, me lo dio Esteban esta mañana.
El doctor mueve la cabeza con ironía, Nicole sabe que a él no le cae nada bien su novio.
―Bueno, vístete, hasta el momento va todo bien.
Diego camina hasta su escritorio mientras Nicole se vuelve a colocar el pantalón.
―¿Todo bien? ―le pregunta Esteban.
―Sí. Todo bien, sobre todo para ti, ¿cierto?
―¿Qué quieres decir?
―¿Le pediste matrimonio?
―Así es, bueno, se lo había pedido hacía mucho tiempo, pero hoy lo formalicé.
―Felicidades.
―Gracias.
La tensión entre ambos hombres se puede cortar con cuchilla. Las miradas se sostienen con fiereza, como dos machos alfa defendiendo su territorio y a su hembra. Pero ellos no son animales, son dos personas civilizadas y educadas que no van a pelear por una mujer. Aunque ganas no les faltan. Además, uno sabe que no le pertenece y el otro está seguro de su amor. No hay conflicto. No con ella, al menos. Porque entre los dos las miradas asesinas no se pueden pasar por alto. Esteban, por más que ha intentado convencer a Nicole de cambiar de neurólogo, ella no acepta, aduciendo que es su médico, el mismo que la ha atendido desde que pasó lo que pasó y conoce toda su historia médica, porque de lo que realmente ocurrió aquel día, no le ha contado nada.
―Entonces, ¿todo bien, Diego? ―pregunta Nicole volviendo con ellos.
―Todo bien, Nicole, pero me gustaría hablar un momento a solas contigo, ¿será posible? ―pregunta con evidente sarcasmo hacia Esteban.
―Te espero afuera ―avisa el hombre levantándose para salir, le da un beso en la cabeza a su prometida y sale de la consulta de Diego a la recepción muriendo de rabia y celos.
Nicole mira a Diego y espera que este la hable.
―Bueno, disculpa, pero no quería entregarte esto delante de tu “prometido” ―manifiesta con malhumor―. Feliz cumpleaños.
―¿Lo sabías? No aparece en mi ficha.
―Tengo mis métodos.
Nicole lo ve sacar de uno de los cajones un paquete de regalo que se lo extiende a su paciente.
―Gracias ―contesta aturdida por el gesto, no pensó que se iba a preocupar de eso.
―Es tu cumpleaños y no quería dejarlo pasar.
Nicole sonríe y lo abre, es un hermoso collar de oro blanco con diamantes y una piedra de zafiro. Nicole se queda mirando un buen rato el regalo y luego alza la vista hacia Diego.
―¿No te gustó? ―pregunta él con preocupación.
―Está hermoso, Diego, pero esto te debe haber costado una fortuna, además, no..., no puedo aceptarlo.
―Es un regalo de cumpleaños y ¿cuánto me costó?, no creo que esa sea una buena forma de agradecer un regalo.
―Diego, no, disculpa, pero es que...
―Pero es que qué, ¿no puedes recibirlo porque el ogro de tu novio se molestaría? No es un anillo ni rosas ni nada por el estilo, ¿qué se le puede regalar a la mujer más rica de Chile? No iba a llegar con un par de aros de la feria artesanal, ¿no te parece?
―Pero no tenías ninguna obligación.
―No, no la tengo, pero quería hacerlo.
―Y yo ni siquiera sé cuándo es tu cumpleaños, no es justo.
―¿Y quién te dijo a ti que la vida es justa?
―Pero de todas maneras...
―Si no te gusta, lo devuelvo y te compro otro, pero si no es por eso, te ruego que lo recibas.
―Gracias, Diego, no sé cómo voy a agradecerte.
―No tienes nada qué agradecer, te lo he dicho un montón de veces, no sé hasta cuándo vas a seguir con eso.
―Pero es que...
―Pero es que nada, Nicole. Nada. No te preocupes.
―Gracias ―concluye ella lacónica.
Diego la mira un largo rato, ella baja la mirada y juega con el collar, al final, lo guarda en su cajita y mira a su doctor.
―¿Qué pasa, Diego? ―pregunta incómoda ante su insistente y penetrante mirada.
―Tú sabes que un hombre violento no cambia, Nicole, un hombre golpeador, siempre lo será, puede cambiar un tiempo, pero siempre volverá a ser violento.
―Sí, lo sé, pero no sé a qué viene eso, Diego.
―A que no puedo creer que después de todo lo que ese hombre te hizo, hayas vuelto con él, es más, ahora pretendas casarte con él, Nicole, ¿qué pasará cuando vuelva a tener sus ataques de ira y te deje peor de lo que llegaste.
―¡Esteban no es un hombre violento! ―protesta Nicole en voz demasiado alta.
―A mí no puedes decirme eso, te vi cuando llegaste aquí, en las condiciones en las que estabas, no lo puedes negar. Eso no fue un accidente, Nicole, como tú y Cristóbal me lo quisieron hacer creer. Jamás me tragué ese cuento que te caíste de la escalera, que fue un accidente. Esto, Nicole, te lo hizo un hombre, un hombre te golpeó. No solo quedaste con el trauma físico, también emocional por su culpa.
―¡Pero no fue él!
―Y si no fue él porque lo llamabas con tanta angustia por las noches, ¿sabes la cantidad de noches que tuve que quedarme a tu lado consolándote porque lo llamabas a gritos, pero a la vez le temías?
Nicole lo mira sin contestar, gran parte de los primeros días después de todo lo ocurrido con Rogelio tiene solo chispazos de recuerdo, algunos ni siquiera eso. Sabe, sí, que despertaba muchas veces llorando y que siempre estuvo Diego para ayudarla.
―Nicole, no te amarres a un hombre que no te valora.
―Esteban me ama, siempre me ha amado.
―Él te abandonó cuando más lo necesitabas.
Ante eso, Nicole no puede decir nada, es cierto, pero Diego no sabe las razones de Esteban para hacerlo.
¿Lo ves? No sabes qué decir, después de todo el daño que ese hombre te hizo tú vuelves con él como si nada, no entiendo, de verdad que no entiendo, Nicole, tarde o temprano él volverá a lastimarte.
―Diego, yo jamás he hablado contigo de mi vida privada, mucho menos te he hablado de Esteban, no veo razón alguna para que tú me hables de esto ahora, lo que yo haga o deje de hacer con mi vida privada es cosa mía y tú no tienes por qué meterte en mis decisiones, mucho menos en esta ―contesta de malhumor Nicole.
―Es cierto, yo no soy quién para opinar de tu vida privada, pero me preocupa tú salud mental, ese hombre no te hace bien, estoy seguro que eso tú ya lo sabes.
―No creo que me haga mal, mientras estaba sola, antes que él volviera estaba peor de lo que estoy ahora.
―Recuerda que la última crisis te dio por su culpa.
―No fue por su culpa.
―¿No? ¿Me vas a negar que después de varias semanas sin crisis, aparece él y te da una de tal magnitud que tuviste que quedar internada?
Nicole no sabe qué decir, lo que dice es cierto, pero no fue por culpa de Esteban precisamente, sino que todo lo ocurrido aquel día. Él solo estaba en el momento equivocado. Esteban no fue el culpable.
―Además ―continúa el doctor―, ni su propio hijo se salva, cuando me pediste permiso para visitar al niño, investigué de lo ocurrido y se había querido suicidar. ¡Un niño de seis años, por Dios! ¿Me vas a decir que ese hombre no es tóxico?
―Diego, prefiero no hablar de eso, tú no lo entenderías, además tú y yo estamos apurados, yo también voy a viajar.
―Nicole, cómo quisiera que entendieras mi posición en esta situación; como tu doctor, debo velar por tú tranquilidad y salud de la mejor forma posible y parte de mi trabajo es decirte lo que puede hacerte daño.
―Lo sé, Diego, pero en este caso te equivocas, no es Esteban el que me hace daño, eres tú con esas suposiciones...
―Si me dijeras la verdad, podría entender, pero no me digas que fue un golpe de escalera, siendo que claramente alguien te golpeó y te hizo caer tan fuerte que rompió tu cráneo, eso lo hizo un hombre, Nicole, no un simple accidente. Además el terror de los días siguientes no era un simple estrés postraumático, era terror del verdadero, tú sabías que “él” jamás te iba a dejar en paz, que siempre te perseguiría, que no podrías estar segura nunca. Y gritabas el nombre de Esteban. ¿Qué quieres que piense? Dame un motivo para no dudar de él y te creo, pero no con mentiras, Nicole, no con mentiras.
Nicole lo mira extraño, no está segura que los motivos de Diego sean todo lo altruista que dice, cree que hay algo más, pero no quiere imaginar que su doctor guarda sentimientos hacia ella, prefiere creer que es una paranoica esquizofrénica que ve cosas donde no las hay.
―¿Nicole?
―A tu vuelta, Diego, para el próximo control te contaré todo, pero con una promesa.
―La que sea.
―No le dirás a nadie. Quien me hizo todo el daño que tú le achacas a Esteban está muerto, pero muchos de sus amigos no y no sé si puedan venir por mí en un afán de venganza.
―Está bien, sabes que puedes contar conmigo, Nicole.
Nicole se levanta de su asiento y Diego hace lo mismo.
―Que te vaya muy bien en tus vacaciones, ¿dónde vas?
―A Grecia ―sonríe orgulloso el doctor, Nicole abre mucho los ojos―. ¿Qué pasa?
―Que nosotros también vamos de vacaciones para allá, pero a principios de mes.
―Qué bien, tal vez nos encontremos por esos lugares, aunque yo no creo que me quede mucho tiempo.
―A lo mejor nos vemos.
―Bueno, que estés bien, cualquier cosa me llamas y nos vemos a la vuelta, ¿sí?
Diego se acerca a su paciente y la besa en la mejilla como siempre y la toma de los hombros.
―Disculpa si he sido muy duro contigo, Nicole, pero no quiero que te pase nada, ha costado mucho sacarte del estado en el que estabas, sabes que podrías haber quedado en una silla de ruedas o algo peor, no me pidas que no me preocupe si he sido parte activa contigo en este proceso de recuperación.
―Lo sé, Diego, y te lo agradezco, y siento mucho que no sepas la verdad de todo lo ocurrido, pero es muy peligroso. Yo sé que te has convertido en más que mi médico, has sido un amigo, pero es muy complicado.
―Conmigo no debes tener miedo, jamás haría algo que te lastimara.
―Lo sé, pero...
―Tú siempre con peros conmigo, Nicole, ¿cuándo aprenderás a confiar en mí? Eso es lo que me molesta, que yo he estado más tiempo contigo de lo que Esteban ha estado, jamás te he dejado sola, ni siquiera en tus ataques de histeria, que los comprendo muy bien, cuando me has echado de tu lado por no sentirte del todo bien, cuando has querido darte por vencida, cuando te has sentido frustrada y lloras y te enojas conmigo por no ir todo lo rápido que quisieras en tu mejoría; siempre, siempre he estado ahí contigo, sin embargo, confías más en ese tipo que a la primera de vuelta te abandonó.
―No me dejó botada... ―susurra culpable.
―Lo hizo, Nicole, y ¿por qué crees que lo hizo? ¿Acaso no fue porque pensaba que tú quedarías tirada como una inútil el resto de la vida?
―¡No fue por eso! ―replica con lágrimas en los ojos.
―Lo siento, Nicole, no, no llores, por favor ―Diego, sin pensarlo, la abraza a su pecho, protector―. Perdóname, he sido un bruto, perdóname. Nicole...
―No me gusta esto, Diego ―contesta ella intentando calmarse―, cuando conozcas toda la historia, verás lo equivocado que estás.
―Esperaré a ese momento, entonces, Nicole, pero mientras tanto, prométeme que me llamarás por cualquier cosa, estaremos en contacto y si te sientes mal, a la hora que sea, llámame, ¿me lo prometes?
―Te lo prometo ―asegura ella apartándose para mirarlo a los ojos, él le dedica una tierna sonrisa.
―Nos vemos, entonces ―se despide él con un beso en la mejilla.
―Chao, Diego, nos vemos.
Diego la ve salir de su oficina, sabe que en cualquier momento la perderá, en cuanto Esteban la tenga atada a su vida; la dominará y ella no podrá moverse libremente, está seguro de eso. Y no quiere. No quiere perderla sin siquiera haberla tenido nunca.