capítulo 2

1254 Words
Era tarde en la noche cuando me detuve frente a la puerta de la habitación de Ares, con la nota de Alice en las manos y mis ojos ardiendo por el sueño. Todavía estaba despierto, o eso indicaban las luces del interior, y debería tener cuidado de no ser vista por él, o sin duda tendría problemas con mis padres si se enteraban. Solo por esa razón me quedé esperando, jugando con la grava del suelo, mientras las luces seguían prendidas. Pero no se apagaron durante un buen tiempo, lo que comenzó a impacientarme. Y probablemente no sea la mujer más inteligente cuando tengo que lidiar con la impaciencia. El hotel de mis padres era uno de los más visitados en la ciudad, y era por que le daba a sus huéspedes la experiencia de quedarse en la naturaleza, en pequeñas cabañas qué se entendían por la zona del bosque con un arrolló pasando a su lado. Entonces, un poco inconsecuente, me acerqué mas a la ventana apoyándome de puntitas sobre una piedra que estaba ahí para poder ver el interior de la cabaña. Solo quería saber qué estaba haciendo y porque no se había ido a dormir rápido, pero definitivamente no esperaba, ni podía, ser sorprendida espiando. Sin embargo, cuando encajé un ojo en la pequeña abertura forzada, casi grité cuando creí que me había visto. Ares estaba sentado en una silla, frente a la mesa de té que estaba justo frente a la ventana del dormitorio. Una bandeja con una tetera y una taza de cerámica sin asa había sido dejada de lado, y de momento parecía concentrado en leer unos papeles. Creo que, por esa razón, a pesar de que su cuerpo estaba en dirección hacia donde yo estaba, él no me estaba viendo. Y claro, reconozco que debí haber aprovechado su distracción para volver a bajar de ahí y esperar un poco más hasta que se durmiera y así ya no correría el riesgo de que me atraparan. También podría desistir de ayudar a Alice y salir de allí, pero… fue imposible. De repente, era como si entendiera todo lo que dijo sobre Ares. No… Era como si estuviera descubriendo que todos los elogios no hacían justicia a la imagen de ese hombre, porque estaba por encima de todos estos. Vi sus cabellos oscuros cayendo en pequeños rulos, se veía desordenado, pero demasiado sexy, las cejas sutilmente fruncidas, los ojos negros concentrados y la boca enrojecida ligeramente entreabierta, mientras la punta de su lengua salía disimuladamente para humedecer sus labios de vez en cuando. Incluso estaba dudando que fuera tan mayor como creía, ya que su aspecto no era precisamente de un hombre maduro. Después vi su fuerte cuello y la camisa blanca con las mangas subidas hasta los codos, con los dos primeros botones abiertos para revelar algo de la piel de su pecho. A pesar de que solo lo estaba viendo precariamente a través de una pequeña abertura de la ventana, cada pedazito de ese hombre me dejó completamente hipnotizada y simplemente no podía moverme. Ares era tan hermoso al punto en que era imposible de describir, aún más imposible dejar de mirarlo. Y ese no era el momento de tratar de entender por qué mi corazón estaba latiendo tan rápido por ese hombre, así que no lo hice. Me quedé quieta, con una mano apoyada contra la pared y la otra contra la ventana, un ojo encajado en la rendija y con la respiración demasiado pesada y pausada, como si cualquier diminuto ruido pudiera revelar mí presencia. Cuando Ares guardó todos los papeles que estaban en la mesa de té y los puso en una carpeta, supe que tenía que salir de allí, pero no quería. Lo único que quería hacer era verlo un poco más, aunque podría meterme en problemas más tarde. Entonces se paró de su asiento, pausadamente, y lo observé llevar una de sus manos al primer botón cerrado de su camisa mientras se dirigía hacia el pequeño armario de la habitación. Ares quedó de espaldas a mí, y lo miré con devoción mientras se desabrochaba la camisa por completo. La fina tela marcaba los músculos de su espalda, que se contrajeron deliciosamente cuando finalmente dejó que la camiseta se deslizara por sus firmes brazos, revelando músculos posteriores que parecían mejor construidos que todos los sueños de mi vida. Y aunque ya estaba completamente afectada por toda la situación, ver su espalda desnuda me llevó a un estado completamente más allá. No solo por el físico, sino también por el tatuaje en la parte superior derecha, que desaparecía por su hombro y por el lateral de su cuerpo. A pesar de no poder ver la cabeza del animal, no tuve dudas sobre lo que era. Ares Bailey tenía una enorme serpiente negra tatuada en la espalda. El asombro de descubrir que aquel hombre de semblante serio escondía algo como un tatuaje debajo de su ropa cara, me hizo tener la necesidad de revelar qué otros secretos ocultos, podría tener. Y, a partir de ese momento exacto, mandé al espacio cualquier objeción que mi moralidad y mi miedo creaban para hacerme salir de allí. Durante todo el tiempo estuve consciente de lo malo que era invadir la privacidad de otra persona de esa manera, pero el deseo y la curiosidad que ese hombre despertó en mí crearon un lapsus de conciencia mucho más fuerte que mi miedo a ser atrapada haciendo algo tan condenable. Cuando colgó su camisa en una de las perchas, finalmente lo vi quedar frente a mí de nuevo. La vista de su torso desnudo me hizo sentir mi propio aliento rebotar contra la madera de la ventana detrás de la cual me escondía, con mi cuerpo volviéndose exponencialmente más caliente tanto por el calor en mi intimidad como por la adrenalina liberada por el miedo a ser capturada. Pero, contrariamente del sudor en las palmas de mis manos y la frecuencia cardíaca anormal, no fui vista y tuve la ventaja para finalmente observar la cabeza de la serpiente tatuada en su fuerte pecho, mostrando sus colmillos con una representación de peligro que solo estimuló las ganas de quedarme un poco más ahí, viéndolo. Después, dejé que mis ojos descendieran por el resto de su piel expuesta, capturando con atención los detalles de su abdomen definido, hasta la pequeña entrada en su cadera que apuntaba y desaparecía debajo de la cintura de sus pantalones. Lo vi caminar lentamente por la habitación mientras sus manos trabajaban en desabrocharse el cinturón de cuero. En una expresión involuntaria, enterré los dientes en mi propio labio, tratando de apaciguar la cantidad de sensaciones nuevas que solo me facilitaba la vista de su cuerpo, mezclado con el deseo de poder ver lo que aún no había sido revelado. Luego de desprenderse del cinturón, lo dobló y lo mantuvo con una sola mano, sin dejar de caminar lentamente. Antes de que al menos pudiera preguntarme cuándo se iba a despojar los pantalones, finalmente caí en cuenta de mi situación. Ares estaba caminando en dirección a la ventana. La sensación de peligro me hizo despertar repentinamente de ese estado de digresión y, angustiada, traté de bajar de la piedra para correr lejos de allí, pero lo único que logré fue tropezar con mi pie y caer de sentón, con las rodillas flexionadas y las manos apoyadas en el suelo, los ojos muy abiertos y el corazón latiendo aceleradamente. fuerte que dolía. Y entonces la puerta se abrió por completo.
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