Seis años había pasado desde aquel accidente y la vida no había tratado de buena manera a Ethan. Olivia continuaba en coma y sin ninguna mejoría. Durante los primeros meses pensó que su esposa se recuperaría, pero con el pasar del tiempo, sus esperanzas se fueron desvaneciendo. Ahora, era un padre soltero dedicado a su hija y aunque seguía siendo un gran hombre de negocios, muy tarde comprendió que no era lo más importante en su vida.
—Señor, Emma llegó —se escuchó decir a una voz femenina por el intercomunicador.
—Hazla pasar.
Una enorme sonrisa se dibujó en su rostro, solo ella podía hacerlo sonreír, para todos los demás, él era un hombre frío y calculador. No podía evitarlo, aquel accidente se había llevado a la mujer de su vida, ya no creía en el amor y ahora, su niña era su única alegría. Cada día la esperaba después de clase para recibirla con un enorme abrazo, pero en aquella ocasión, la sonrisa de su rostro borró por completo al ver que su hija tenía el rostro y cuerpo lleno de raspones y moretones.
—¿Qué ocurrió? —preguntó al guardaespaldas en tono serio. Este tragó duro.
—Fue solo un accidente papá —aseguró la pequeña.
—¿Accidente? ¿Cómo que accidente? —exclamó molesto mirando al hombre frente a él.
Al guardaespaldas no le quedó otra opción que confesar lo que había ocurrido. Ethan escuchaba atento y en silencio las palabras del hombre mientras sentía la rabia invadir su cuerpo, sin embargo, intentaba mantener la calma, no le gustaba armar escándalos cuando su hija estaba presente.
—Muy bien. Supongo que le diste algo de dinero a la chica.
—Sí señor. Le entregué un cheque, aunque en un principio ella no quiso aceptarlo.
—¿Por qué? ¿De cuánto era?
—Dejé el monto en blanco para que ella lo colocara —explicó el guardaespaldas. Ethan lo miró con el ceño fruncido.
—¿No quería el dinero?
—Al parecer no. Me dijo que no consideraba que fuese correcto porque ella no lo había hecho por dinero —explicó. Ethan seguía observándolo con confusión.
—Pero al final sí tomó el cheque ¿no?
—Sí señor, pero fue solo porque le insistí y no dejé que me lo devolviera. Ella no parecía muy convencida de aceptarlo… y ¿sabe que es lo más extraño?
—¿Qué?
—Pues la chica lucía bastante humilde. Realmente parecía que necesitaba el dinero. No comprendí porque no quería aceptarlo —Ethan asintió aun con el rostro serio.
—Muy bien. Puedes irte. Pasa por administración a retirar tu liquidación. Hasta hoy trabajas con nosotros.
El guardaespaldas solo asintió ante aquellas frías palabras, se dio media vuelta y salió de la oficina en silencio. Emma lo vio partir sin decir nada, pero en cuanto cerró la puerta, se volteó hacia su padre.
—¿Por qué siempre haces eso papá? ¡Me agradaba Jason! —exclamó la niña haciendo un puchero.
—Pues Jason no ha hecho bien su trabajo.
—Te estás portando mal otra vez papi —lo regañó poniéndose las manos en la cintura como jarras. Ethan sonrió. Ella era la única que lograba acabar con su malhumor.
—No me porto mal, al contrario, me porto bien porque me preocupo por ti. Te estoy cuidando.
—¡Pero fue un accidente!
—No debió pasar.
—Fue mi culpa.
—No me salgas con eso. Su trabajo es cuidarte y no lo hizo.
—Sí lo hizo, pero yo cometí una imprudencia —Ethan la miró achicando los ojos.
—Tú eres la niña, él es el adulto y su trabajo es cuidarte.
—Pues no creo que estés tomando las medidas correctas papá.
—¿Por qué estoy discutiendo con una niña de 6 años? —exclamó Ethan contrariado.
—Porque no eres capaz de evadir mis argumentos —repuso la pequeña con voz tranquila. Ethan se echó a reír.
—¿Por qué no eres como las otras niñas de tu edad?
—A ti no te gustaría eso. Tú estás muy orgulloso de que sea como soy —dijo pomposa arqueando una ceja.
—Por supuesto.
—Una digna sucesora de ti —exclamó con picardía. Ethan volvió a reír
—Te pareces tanto a tu madre —soltó con una sonrisa para luego callar al darse cuenta de sus palabras.
Ambos permanecieron en silencio un momento. Los recuerdos invadían sus mentes. Ethan suspiró forzándose a mostrar una sonrisa, pero al ver a su hija aún pensativa, abrió los brazos hacia ella y ésta corrió a acurrucarse en su regazo. Él podía ver la tristeza que atacaban esos ojos tan azules como los suyos. No le gustaba verla así, pero era algo que no sabía cómo evitar.
—Quiero ir a verla —le pidió la niña con voz triste mientras lo miraba a los ojos.
—Ya la vimos el domingo pasado.
—Lo sé, pero quiero verla otra vez —Ethan calló. Sentía que su corazón se arrugaba cada vez que su hija y él hablaban de ella.
—Iremos nuevamente el domingo.
—No. Falta mucho. Quiero contarle lo que pasó hoy. Quiero mostrarle mi collar —explicó tomando la cadena que colgaba de su cuello.
Ethan observó con cuidado aquella medalla. Era un corazón de oro y por detrás estaba grabado un nombre, Oli. Ethan tragó duro, aquel nombre revolvió todos los sentimientos dentro de él. Oli era la manera cariñosa en la que él solía llamar a su esposa, pocas veces le decía su nombre completo, pocas veces como aquel día. Suspiró mientras negaba con la cabeza intentando borrar las imágenes que llegaron a su mente.
—¿De dónde lo sacaste? —preguntó con un nudo en la garganta.
—Me lo regaló la chica —Ethan la miró con el ceño fruncido.
—¿La chica? ¿cuál chica?
—La que me salvó papá. Hoy estás muy lento —dijo entre risas negando con la cabeza. Ethan también rió—. Me gusta mucho. Ella me dijo que era de la buena suerte. Quiero mostrársela a mamá —Ethan suspiró.
—Está bien —aceptó finalmente con una ligera sonrisa. Amaba a su niña y nada le dolía más que verla crecer sin su madre—. Está bien. Iremos a verla al salir de aquí, pero mientras tanto ve a hacer tu tarea ¿sí?
La pequeña le dio un fuerte abrazo para luego bajar de su regazo y dirigirse a su pequeño escritorio. Ethan había mandado a colocar una réplica exacta del suyo, pero en menor tamaño para que su hija se sentara junto a él durante las tardes. Suspiró una vez más al ver a su pequeña sacar los libros y colores de su bolso, sabía que necesitaba una madre que la cuidara y le enseñara todo lo que él no podía, pero lamentablemente en su vida solo existían arpías en busca de dinero, nadie parecía querer brindarles, ni a él ni a su pequeña, el verdadero amor que requerían. Pero una idea de pronto surgió en su cabeza.
—¿Quién eres? —se preguntó en voz baja observando el collar que guindaba del cuello de su hija.
Se le hacía muy extraño todo aquel suceso. No era tanto el hecho que alguien se arriesgara para salvar a su pequeña. Sabía que había cientos de personas capaces de hacerlo a cambio de una buena suma de dinero y sin embargo, esta misteriosa chica no quiso ni un centavo. Además, le había regalado aquel bonito con la que su hija se había encariñado. Lucía un poco antiguo y desgastado, por lo que estaba seguro que no era de cualquier almacén de la ciudad, de hecho, por alguna razón creía que había visto ese collar en alguna parte, pero no estaba seguro. Las interrogantes se arremolinaban en su cabeza. Se le hacía una situación tan poco común que ni siquiera creía que podía ser completamente cierta.
—Mejor llamo a Mike —se dijo aún pensativo.
Mike era el abogado y amigo de confianza de Ethan. Uno de los pocos amigos que tenía. Se habían conocido durante los años de la universidad y desde entonces, Mike se había encargado de dirigir el departamento legal de sus empresas. De hecho, gran parte de su imperio lo debía a las habilidades de Mike, él era un lince para las leyes y sobre todo, para los negocios. Los contactos que había amansado en los últimos años le permitían además, averiguar fácilmente toda la información que necesitara y ahora mismo necesitaba saber quién era esa chica, pero sobre todo, que quería realmente. Ethan no creía que nadie pudiese ser tan bueno y honesto. Nadie se resiste a una enorme suma de dinero. Nadie que él conociera podría decir que no a un cheque en blanco. Algo andaba buscando esa chica y él debía estar preparado para cuando apareciera porque sabía que en algún momento lo haría, ya tenía suficiente experiencia con mujeres que querían embaucarlo como para saber que así era, pero esta vez, él no se dejaría engañar.