A la mañana siguiente me despierto con dolor de cuerpo, como si un enorme camión hubiera pasado sobre mí. Tener sexo con Elian era agotador, pero al mismo tiempo lo más placentero que había conocido en la vida. Sonrío al recordar la noche de ayer. Giro mi cabeza para verlo y ahí está observándome con una mirada divertida, le sonrío hundiendo la mitad de mi rostro en la almohada mientras me acurruco en sus brazos. Lo beso en los labios, reposo mi cabeza en su pecho y cierro los ojos. El sonido perturbador de su móvil hace ruido en mi cabeza, ¡me duele! Él ni si quiera se mueve. Dos, tres, cuatro veces más. Hasta que lo asesino con la mirada. —¿Cuántas veces tiene que llamar tu madre para que le contestes Elian? —le pregunto de manera acusadora sentándome sobre la cama a un lado de él abra