La luz de la mañana entraba con sutileza por la ventana del lujoso apartamento de Samara. Meticulosamente, se vestía y maquillaba, eligiendo cuidadosamente cada pieza, como si fuera a encontrarse con un viejo amor. No había detalles que escaparan a su escrutinio: su vestido, sus tacones, el perfume que eligió para la ocasión. Era un día muy especial. Su mente estaba inundada de recuerdos. Recordaba aquellos días en que Edward, con su sonrisa amable y ojos llenos de sabiduría, le enseñó sobre el mundo de los negocios y le inculcó valores y principios. También recordaba las noches en que, siendo apenas una niña, Edward la consolaba después de un mal sueño o una pesadilla. Era el único que había estado allí para ella, y ahora, después de años, iba a reencontrarse con él. Estaba muy nerviosa