Había introducido la llave con los ojos cerrados, rogando internamente para que funcionara. Candy no estaba en casa, así que podría entrar libremente.
Cuando la llave encajó, Rick sonrió.
Recién caía la tarde, el sol que se marchaba ya daba la bienvenida a la noche.
Allí de pie, Rick encendió las luces de la entrada, tomó una respiración profundo como si aquel fuera un aire especial, su sonrisa era amplia, al igual que la agradable sensación que sentía por estar allí otra vez.
—Candy…Candy—sabía que ella no estaba allí porque su preciado Cadillac no estaba aparcado al frente, recorrió lentamente los espacios de la casa que lo condujeron hasta la habitación de Candy, donde tantas noches la hizo aferrarse a las sábanas con sus dedos clavados en él—, mi dulce Candy— miró detenidamente
