CAPÍTULO 11

992 Words
Un disparo resonó en todo el lugar. La bala se estampó en el pecho del chico que estaba al frente mío. Él calló al suelo casi al instante y todos los que ahí se encontraban comenzaron a correr y gritar. Yo solo mire de cerca como la sangre salía. Me quede estático ahí, tratando de procesar el asunto, tratando de entender ¿Por que nos habían llevado ahí? Estaba claro qué todos moriríamos, así que sería mejor hacerlo ahora. No estaba dispuesto a luchar para sobrevivir, no valía la pena hacerlo, de todos modos mi vida ya era una mierda y sobrevivir a esto no me cambiaría nada. Cerré los ojos y espere a que me dieran el toro de gracia, pero mis planes se vieron arruinados cuando alguien me derribó justo antes de escuchar el disparo. —Corre, Andy— susurró la persona. La voz de Simón, él había sido la persona que me había salvado, pero ¿Cómo él si no estaba junto al resto de chicos? Aún me encontraba en estado de shock, el recuerdo de la muerte de mi padre iba y venía. Solo sentí las frías manos de él enrollar mi cuerpo, me levantó del suelo y me llevó en sus brazos selva adentro, así impediría que los depredadores lograran matarnos. Entonces ¿Solo estaba rogando para que alguien me salvara? Desde cierto punto temía morir, ese sentimiento de supervivencia aún se encontraba ahí, muy en el fondo. Cuando volví a mi forcejee para que me liberara, pero cuando me libere de él ambos caímos al suelo. —¿Te encuentras bien?— preguntó en susurros —¿Te pasó algo? ¿Ellos te hicieron algo?— comenzó a revisarme. Yo lo alejé —No— dije —Solo quiero saber ¿Qué mierda hacemos aquí? —Ni yo lo sé— se puso de pie y me ayudó a levantarme —Lo último que recuerdo fue la cena de ayer, luego todo es borroso y hoy por la mañana desperté aquí. —Lo mismo me paso a mi— susurré. Los disparos se escucharon más cerca, así que Simon se puso alerta —Ven— me tomo de la mano y me llevó aún más adentro de la selva. —Estaremos bien, solo debemos encontrar la forma de salir de aquí— los pasos que daba eran rápidos y largos, casi imposible de seguirlos para mi. —Yo… quería morir— susurré. Él detuvo su paso y se giró —Perdón por ponerte en esta situación— rápidamente se acercó a mi y me dio un abrazo —En verdad lo lamento. Su abrazo era cálido, o al menos yo lo sentí de esa forma. No tarde en corresponderlo —Ya no importa— susurré. Nos separamos y una sonrisa se formó en sus labios —Sigamos— volvió a girarse y a tomarme de la mano, después retomo su paso, esta vez caminó más lento que al principio. —¿Qué es este lugar?— pregunte una vez llegamos. —Es nuestro refugio— Simón se detuvo y me miró —Aquí estaremos a salvo, los depredadores tienen prohibido entrar aquí. El lugar era una pequeña habitación ubicada en el medio de la selva, seguro para nosotros, aunque solo era una habitación podríamos estar seguros de ellos. Cuando entramos al lugar me di cuenta de que había más chicos ahí, este era el escondite perfecto. Dentro de la habitación había una pantalla enorme, que ni siquiera podíamos encender, también había mochilas con equipamiento. Aquí podríamos permanecer hasta que alguien viniera por nosotros y nos llevara a salvo a casa. Sabía que eso no ocurriría pronto, así que teníamos que hacer lo que fuera necesario para sobrevivir y no morir aquí. (…) Así como un día comenzaba, terminaba. Teníamos que salir a volcar comida, pero siempre había pérdidas. Al principio éramos alrededor de veinticinco chicos y chicas, pero al paso de una semana solo quedaban quince incluyendo a Simón y yo. Aunque no quisiéramos salir de la guarida teníamos que hacerlo. Los depredadores siempre estaban al acecho, pero nos las arreglábamos para poder salir sin que ellos nos miraran. Conseguíamos lo que necesitábamos y volvíamos. Decidimos que nos tornaríamos para salir, salíamos en equipos de cincos, uno por día, así tendríamos menos bajas y sobreviviríamos por más tiempo. A cada uno de nosotros nos tocó una mochila. Dentro de esta había una soga, cuchillos de caza, un bidón, fósforos, linternas, y una bitácora. Siempre que terminaba el día me ponía a escribir lo que había pasado durante el día, así, cuando estemos de regreso en casa mostrársela a mi mamá, para que ella se sienta orgullosa de que su hijo no se rindió estando aquí. Por un momento nos confiamos, creímos que alguien vendría a rescatarnos, pero ya había pasado mucho tiempo y nadie había venido. Creímos, también, que la habitación iba a durar por siempre, pero nos equivocamos. Esa mañana era el primer día de la semana. El televisor se encendió y comenzó a reproducir algo, diferente a lo que había mostrado cuando estuvimos en las habitaciones cuando llegamos aquí. —Felicidades a los sobrevivientes, ustedes han completado la primera fase, la más sencilla de todas. Ahora daremos inicio a la segunda fase— la persona que mostraba la pantalla era el mismo hombre de la máscara. —En esta fase todos ustedes quedarán desprotegidos, las bases seguras desaparecerán y el verdadero juego comenzará. Recuerden, para poder ganar el juego deberán vencer a sus depredadores. La pantalla se apagó y seguido de eso comenzó a temblar, la habitación se caía a pedazos. Era real, las bases dejarían de existir y ahora si ellos nos matarían. Eso no iba a ser posible, nosotros teníamos las ganas de vivir y eso era nuestra fortaleza, estando juntos ellos no nos harían nada. No íbamos a morir, no aquí.
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