Capitulo20

2066 Words
Marko —Jesús Dominik, acaso no tienes una casa a la que ir, gente a la que molestar o una vida que vivir— salgo de mi despacho, apenas son las doce del mediodía y mi cabeza está a punto de estallar—. Realmente estas acabando con mi paciencia. —No es mi culpa que seas un idiota— replica, siguiéndome y se detiene en seco cuando llegamos a la sala y vemos a Francesca y Bianca a punto de salir. No hemos vuelto a hablar de lo que paso la otra noche, pero la tensión entre ambos está en el aire, densa, caliente, a punto de estallar. No puedo entenderme, no puedo entenderlo, pero es inútil luchar contra esta atracción que siento por ella, no importa cuanto lo intente. Está en mi cabeza, aturdiéndome, atormentándome, persiguiéndome, aun en mis sueños. —Oh hola— dice tímidamente, mirándonos a los dos. Francesca no ha convivido con Dominik a pesar de que sabe que es mi amigo más cercano—. No sabía que estaba aquí señor Novikov. —Solo Dominik encanto— frunzo en ceño ante ese patético apodo que le acaba de poner y antes de que pueda protestar él sonríe, pero no a mí—. ¿Quién es esta belleza y porque aún no es mi esposa? —Quizás porque eres un mujeriego que no cree en el matrimonio? — me da una mala cara, pero enseguida vuelve a mirar fijamente a la amiga de Francesca que se sonrojo tanto que temo que le dé un ataque de algo—. Ella es Bianca Moretti, la mejor amiga de Francesca y alguien a quien no te vas a acercar. Eso no es broma, es una clara advertencia que sé que va a entrarle por un oído y salirle por el otro, mi esposa mira toda la escena incrédula. —Un placer señor Novikov— Bianca sonrió y le dio un aleteo de pestañas casi sutil que lo dejo más atontado de lo que estaba. —Dominik hermosura— se acercó a ella y le tomo la mano, besándole el dorso—. ¿Tienes planes para almorzar? ¿Qué? ¿Se volvió loco? —Oh lo siento, si, iremos al centro comercial, hay unas tiendas que queremos recorrer y luego almorzaremos— miro a mi esposa, no me había contado tales planes, agacha la mirada enseguida. No me gusta eso, quiero que tome confianza, que sea más segura de ella misma. Me acerco a Francesca mientras los otros dos siguen con ese absurdo coqueteo, la aparto un poco y le susurró al oído: —Acompáñame a mi despacho— asiente y me sigue, cuando llegamos abro la puerta y le cedo el paso, cerrando detrás de mí. Es la primera vez que alguien que no son mis hombres de confianza o Dominik entra a mi despacho, ni siquiera Vittoria lo hizo y me sorprendo dándome cuenta de aquello, niego con la cabeza y vuelvo a la mujer frente a mí que me mira expectante. —¿Qué sucede? — pregunta, visiblemente nerviosa, acorto la distancia y estampo mis labios sobre los de ella. He querido hacerlo desde esa bendita noche en que Boris nos interrumpió, estuve tan tentado de despedirlo por eso. Francesca emite un jadeo bajito que me eriza la piel, no está lista, me repito una y otra vez, me sigue el beso, feroz, demandante y me asombro de lo rápido que aprendió a besar, esa boca suya siendo el mismo paraíso que no quiero dejar de probar. —Marko…— su respiración agitada, sus mejillas sonrojadas y sus labios hinchados son una imagen perfecta a mis ojos. —Buenos días, mía cara— Acaricio su mejilla, y ella me sonríe, pura y genuinamente, no nos hemos visto hasta ahora, ya que ella desayuno más tarde en el jardín con su amiga. —Buenos días. —No sabía que saldrías— digo, ella se tensa, pero yo vuelvo a acariciar su mejilla calmándola—. Tranquila, solo es por tu seguridad, eres libre de ir a donde quieras, pero iras con una dotación de cinco guardaespaldas. —¿Que? No, Marko no es necesario— se acerca a mi cuando voy a mi escritorio—. Nunca fui la llamativa ¿Quién gastaría tiempo en querer hacerme daño a mí? La miro, fijamente sin entender nada de lo que dice, pero viendo el significado tras sus palabras. —Francesca, ya no estás en tu casa, aquí eres la esposa del Boss de la Bratva, todo es un potencial peligro para ti. Suspira, pero cede. —De acuerdo, pero pienso que exageras— no respondo a eso, está por demás equivocada. —Donde van a ir? — en cambio pregunto, parpadea y se muerde el labio inferior mientras piensa, es adorable. —Bianca quería ir a tiendas como Dior, Channel y algunas más, renovación de guardarropas según ella. —¿Y tú? ¿En cuál quieres comprar? — me llama la atención cuando baja la mirada y se retuerce los dedos de la mano, está nerviosa y no sé porque—. Francesca... —Yo no iré a ninguna. —Y eso por qué? ¿No te gusta comprar ropa? —No es eso si me gusta es que … no... yo... — la miro tratando de seguir su línea de pensamiento pero es algo imposible, titubea y tartamudea trabándose con sus propias palabras. —Francesca— me mira, confundida—. Dime que sucede. —No tengo dinero para comprar nada— la sorpresa bailando por todo mi rostro ante lo que acaba de decir, segundos después me siento un idiota con ella, solo porque está casada conmigo asumí que gastaría mi dinero sin dárselo realmente. Esta mujer nunca va a dejar de asombrarme y de hacerme dar cuenta que tengo un montón de cosas que aprender con ella. No digo nada mientras abro el cajón del escritorio y saco mi billetera, busco la tarjeta de crédito y se la doy, abre bien grande los ojos al darse cuenta que es la Black Centurión de American Express. Esta codiciada tarjeta está reservada únicamente para las mayores fortunas del mundo, lo que se reduce a un selecto grupo de personas que poseemos descomunales cifras de dinero. —Úsala, autorizare cualquier compra que hagas de ahora en adelante— no la acepta, niega con la cabeza. —No, no, claro que no Marko es un montón y realmente no necesito nada de todos modos. —Es una orden ángel, y no me gusta repetirme— me sonríe tímidamente con sus ojos color oro más resplandecientes y brillantes, es increíble lo que solo eso provoca en mí. —De acuerdo, pero dime cual es el límite, no quiero gastar de más. —No hay límite— me mira atónita, rodeo el escritorio y me acerco a ella, mi brazo rodea su cintura y la acerco a mí, rozo sus labios con los míos y suspira—. Cómprate todo lo que quieras, mía cara. —Pero Marko... — Pongo mi dedo índice sobre sus labios, callándola, se queda quieta. —No hay límite para ti Francesca, renueva tu guardarropa si quieres, compra todo lo que te guste— vuelvo a rozar sus labios, adictivos como el infierno mientras mi mano va a su nuca sosteniéndola ahí, exponiéndola para mí—. Compra el maldito centro comercial si así lo quieres. Jadea cuando mi mano va directo a su pelo y tira del broche dejando caer sus indomables rulos, sostengo un puñado en mi mano y me apodero de su boca, reclamándola con un hambre sin límites, como nunca antes había besado a nadie, antes de ella, cualquier cosa empieza a parecer insignificante. Ella y su aroma embriagador. Ella y cómo se derrite en mis brazos cuando la beso. Le doy un tirón en los labios y ella gime, le devoro la lengua, y ella se muestra flexible contra mí, su mano tiembla en mi pecho, y su cuerpo se hace uno con el mío. —Dios…— le doy un último mordisco a su labio antes de soltarla por completo. —Vete mía cara— digo con la voz ronca—. Porque no confió en mí mismo contigo a solas en una habitación cerrada. Ella asiente aun tan aturdida como yo y sale de mi despacho, dos segundos después la sigo, como si fuera una imperiosa necesidad cerciorarme de donde está, aun cuando acaba de salir. Cuando llegamos a la sala, Dominik y su amiga siguen conversando en un claro coqueteo que voy a cortarle de raíz, esto tiene escrito problemas por todos lados y es lo que menos necesito. —Pensé que se habían quedado encerrados— dice el idiota de mi amigo con una estúpida sonrisa dibujada en toda su cara—. Estábamos a punto de llamar a los bomberos para que tiren abajo la puerta. —Cállate. —Que amargado eres Marko, pero no te preocupes esta noche tendrás la oportunidad de alegrar un poco tu vida— dice y le sonríe a Bianca—. Porque saldremos los cuatro, iremos a pasar un buen rato a el mejor club de la ciudad que da la casualidad que es uno mío. —No— en el mismo instante en que mis palabras salen de mi boca, Bianca la mira a Francesca y en algún lenguaje secreto que yo soy incapaz de comprender se hablan con la mirada porque puedo sentir los ojos de mi esposa sobre mí, suplicantes, deseosos de que acepte, pero me niego, cuando digo algo eso se cumple. —Marko... — se acerca a mí, tímida, pero a la vez decidida a convencerme y que cambie de opinión, no lo hare—. Yo creo que sería una buena idea— se muerde el labio inferior y mueve sus pestañas de una forma hipnótica que se vuelve aun peor cuando sus ojos, dorados y brillantes, resplandecen aún más cuando me mira. —Una hora— digo, rendido, consciente de que me acaba de tener en la palma de su mano sin el menos esfuerzo. Es aterrador darme cuenta de eso y más aterrador es saber que en el momento en que vuelva a hacer aquello, volveré a caer. —El menos domado— susurra mi amigo y a él le doy una mirada de muerte. —Adiós— dice Francesca, dándome un casto beso en los labios—. En unas horas volvemos. Después saludar a Dominik ambas mujeres salen de la mansión, me quedo unos segundos contemplando el lugar por donde se fue antes de girarme y querer matar a mi amigo. —Una cita doble? ¿Qué tienes quince? —No, tengo ganas de ver como se mueve esa belleza italiana que se acaba de ir— se ríe, yo no—. No hablaba de tu esposa. —Estarías muerto si lo hubieras hecho— paso por su lado directo a mi despacho, tengo mucho que hacer como para estar perdiendo el tiempo con él, por supuesto me sigue. —¿No que no eras celoso? — lo miro fijo mientras me siento en mi sillón, prendo el computador, pero antes de ignorarlo hay algunas cosas que tiene que saber. —¿Qué estas intentando hacer al invitar a esa chica? —Nada— se encoge de hombros—. Pasar un buen rato. —Busca otra— lo señalo—. Bianca Moretti está fuera de los limites, su familia es tradicionalista y no necesito a los italianos jodiendome la paciencia porque te follaste a la princesita. —¿Qué tan princesita? —Es la hija del consigliere de Salvatore y como veras la mejor amiga de mi esposa, hazme un favor, mantén tu cosa en tus pantalones y evítame una guerra innecesaria. —Hieres mis sentimientos— se levanta y me mira. —No los tienes— me concentro en el computador, espero que haya entendido lo poco que puede acercarse a esa chica. —Me comportare— se aleja, pero se detiene antes de salir—. Esta noche los espero a las diez en el club. Suspiro cuando se va, apenas es el mediodía y la cabeza está a punto de estallarme del dolor ¿Por qué estoy seguro que hoy será un día y una noche eterna?
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