Capitulo 24

1639 Words
Marko Joder. Francesca se desvanece en mis brazos, no puedo ver más que su ropa manchada, intento pensar fríamente pero nunca antes me había sentido tan paralizado en mi vida, el corazon me late de forma errática y casi al punto de la taquicardia. Puede que sufra un infarto. —Francesca— ella me mira, sus ojos más oscuros de lo normal, su pecho sube y baja de forma rápida y esta pálida—. Mírame, no es nada, no te pasara nada. —Quema— no sé si susurra o el ruido de la balacera es demasiado fuerte—. Yo no… no... —Lo sé, te sacare de aquí— pienso en todas las opciones, ninguna es buena—. Dominik— grito, mi amigo me mira rápido, y abre grande los ojos cuando ve la escena. Trato de que el auto nos resguarde lo mejor posible mientras levanto la ropa de Francesca para ver su herida, jadea de dolor y algo de alivio me invade cuando veo que solo es un roce profundo, aun así, sangra demasiado. Necesito sacarla de aquí de forma rápida y ponerla en un lugar seguro. —Que paso? — Dominik se acerca cubierto por uno de sus hombres. —Roce de bala, le abrió el costado, pero no penetro— un auto explota detrás nuestro y la sostengo más fuerte—. La mansión también está siendo atacada, hay muchas bajas. —Joder ¿Quiénes son? —Los rumanos. —Hijos de puta— grita—. Voy a acabar con todos. —Tengo que sacarla de aquí Dominik. —Están llegando refuerzos— informa—. Mis hombres están rodeando el hangar, es cuestión de segundos para que aniquilen a los que quedan. —Necesito sacarla ya, usare este auto. —¿Acaso te quieres morir? Han roto todos los vidrios y está en la jodida línea de fuego. —Dominik, me la tengo que llevar, tiene una anemia severa y está perdiendo mucha sangre— digo—. Cúbreme con un par de hombre, solo necesito hacer marcha atrás y salir. —¿Y matarse en el proceso? — la forma en que lo miro hace que entienda que no es una orden a discusión, ya no, no pienso perder un segundo más de tiempo.—. Estás loco. Dominik hace señas a varios de sus hombres que aún siguen en pie y forman una especie de barrera, en el momento en que subo a Francesca al auto, más disparo desde afuera se escuchan, sus hombres han llegado. —Vamos— grita mi amigo subiéndose al auto y encendiéndolo—. Yo manejo, tu ve atrás con tu esposa. No replico, apenas y podemos salir de ese maldito hangar antes que nos vuelen la cabeza a los dos, ese lugar era una maldita trampa mortal. Mi mente no deja de pensar como mierda orquestaron todo tan perfectamente, ¿Cómo sabían todos nuestros movimientos si durante el último mes me encargue de casi exterminar a todo ese maldito clan? —¿Dónde vamos? — Dominik pregunta mientras teclea algo en el teléfono. —A la clínica privada de Clark. Cinco minutos después estamos ingresando, lo llame de camino asique nos estaba esperando, Francesca se desmayó en el trayecto y no se despertó, algo muy parecido al pánico empezó a extenderse por cada parte de mi cuerpo. Nunca jamás había sentido tal cosa, no sabía cómo manejarlo. Una hora después Dominik se había ido a ver el daño del hangar y manejar la baja de sus hombres, yo no tenía noticias de ella y estaba empezando a considerar cada vez más fuerte la idea de entrar y ver que carajos había pasado ¿Por qué mierda tardaban tanto tiempo? —Jefe— Boris entra a la sala, junto con Valey y Maxim, sus rostros sombríos me daban una idea de que la cosa es peor de lo que podía imaginar. —Habla. —Perdimos cincuenta hombres en total, la mitad de la mansión quedo destruida. —¿Qué? —La prendieron fuego, pudimos controlarlo, pero la mitad no sobrevivió. —¿Cómo mierda paso esto? Tenemos el mejor maldito sistema de seguridad. —Creemos que había un infiltrado. —¿Lo ubicaron? ¿Está muerto? —Esta en el sótano— dice—. ¿Qué quiere que hagamos con él? —Llévalo a la bodega— ordeno—. Tengo demasiadas ganas de hacerle conocer el infierno. —¿Cómo está la señora? — pregunta. —No lo sé, aun no me dicen nada— asiente—. Ve, en cuanto sepa que Francesca está a salvo iré a ocuparme de aquello. —Tome jefe— me pasa una bolsa con ropa dentro, la mía esta manchada de sangre—. Nos ocuparemos de todo. —Boris... —Sí, jefe —No quiero que tenga ni un rasguño— asiente—. Cada gota de dolor y sangre de Francesca derramada va a pagarla el doble con la suya. Se van después de darle las ultimas indicaciones. Media hora después George sale, su cara no es la mejor y eso no me gusta, se acerca a mi despacio hasta que esta frente a mí. —¿Cómo está? — pregunto con la impaciencia brotándome de los poros—. ¿Puedo verla? —Está estable, la herida no es profunda, pero debimos suturar— explica—. Sin embargo, perdió mucha sangre y con su condición eso es una complicación, necesita una transfusión de sangre para empezar. —Háganlo entonces. —Hay un problema señor Petrovich, uno que no detectamos en los estudios anteriores y me disculpo por eso, ya cambiamos al personal del laboratorio. —¿Qué sucede? ¿Qué tiene? —La señora Petrovich presenta un tipo de sangre muy raro, se lo llama “sangre dorada” es un tipo de sangre que no tiene el factor Rh, una proteína que se encuentra en los glóbulos rojos y que sirve para detectar el tipo de sangre, solo la poseen menos del uno por ciento de la población mundial y hasta el momento se conocen nada más que 40 casos. —¿Qué significa eso? — pregunto sin entender. —Que su tipo de sangre es rara y difícil de encontrar, pero es hereditaria asique le recomendaría que llame a sus padres para que el portador pueda donarle. —De acuerdo. —Tiene que ser ya señor Petrovich, avísenme cuando este todo listo para iniciar el procedimiento. Cuando se va, saco mi teléfono y llamo a Franco Salvatore, me atiende al tercer timbre. —Petrovich, ¿Que necesitas? —Necesito que tú y tu esposa vuelen a New York, alguno de ustedes dos tiene lo que se llama sangre dorada y la necesito, enviare mi jet y te daré las indicaciones. —¿De qué etas hablando? Ni mi esposa ni yo tenemos eso que tú dices. —¿Cómo que no? — mi confusión y frustración comenzando a ebullir—. Francesca la tiene y es hereditaria, asique si no eres tu es tu jodida esposa la que la tiene y la necesito para tu hija, de forma urgente. De repente la línea se quedó en completo silencio, tuve que mirar la pantalla para comprobar que el maldito no me haya cortado ¿Acaso no escucho lo que le acababa de decir? Un suspiro después volvió a hablar. —Marko, ni mi esposa ni yo somos compatibles con su tipo de sangre, Francesca es tu problema ahora, asique ocúpate tú mismo de ello. —¿De que estas hablando? Es tu jodida hija... Me colgó después de decir aquello ¿Qué mierda había sido todo eso? ¿Cómo carajos no eran compatibles si el medico acababa de decirme que era hereditario? Era imposible que ninguno de los dos la tenga a no ser que… No, imposible. Cerré los ojos y suspiré con la adrenalina fluyendo por mi cuerpo, antes de ocuparme de Franco Salvatore, tenía que conseguir esa maldita sangre. Busqué a George, su cara cuando le dije que no era posible con sus familiares me indico que esto era complicado. Iba a llamar al banco de sangre. El problema de esto era que no podía recibir sangre de nadie más, porque yo le hubiera dado cada maldita gota de la mía. Finalmente pude entrar a verla, estaba dormida, demasiado pálida, aun así, de alguna forma parecía un jodido ángel, me acerqué despacio, sintiendo que si respiraba muy fuerte podía dañarla. Todas las tensiones y sensaciones que sufrí todo el día, me cayeron encima como un muro desplomándose, me pasé las manos por la cara, sintiéndome completamente agotado. Nunca había sentido el pánico, la ansiedad y el miedo que sentí hoy, no hasta ella. Francesca se remueve incomoda, le corro un mechón de pelo de la cara y acaricio su mejilla, todavía no puedo entender cómo logra que me convierta en la persona que soy con ella, pero lo reconozco, no puedo parar, y ahora que la probé, que la tuve en mis brazos, que la escuche deshacerse por mí, no creo que sea capaz de volver a mantenerla alejada. Delineo el contorno de su rostro, de sus ojos, de sus labios ¿Cómo puede ser tan hermosa? La conversación con Salvatore vuelve a repetirse en mi mente, no solo por lo que me revelo sino por escuchar en primera persona la frialdad y el destrato para con ella, nunca vi un gesto así con Vittoria en más de tres años ¿Qué paso con Francesca? —Te juro mía cara, los culpables de que estés así, va a conocer el infierno— le susurro bajito, en una promesa que va a ser una realidad—. Nadie se mete con mi mujer y sale vivo, nadie.
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