Francesca Con la inseguridad bailando dentro mío, camino hasta el gimnasio de la nueva casa, la puerta está entreabierta y miro adentro para ver a Marko trabajando en un saco de boxeo. Mi boca se seca cuando lo veo. Lleva un par de joggers negros y sin camisa, mientras se mueve alrededor de la bolsa y lanza golpes, los músculos de su espalda se flexionan, resaltando su físico esculpido. Un suspiro silencioso escapa de mis labios. Dios, es sexy, demasiado para mi propio bien. Podría verlo moverse todo el día, y durante unos minutos, eso es exactamente lo que hago. Él parece ajeno a mí, así que me vuelvo más audaz con mi mirada, dejándola pasar por su espalda y hasta su trasero. Tan firme. Tan redondo. Duro como una roca, porque, ya lo he comprobado en varias ocasiones estos último