Capítulo 1

1789 Words
Merian  ¿Dónde las habré puesto? Recuerdo haberlas dejado en el bol que había comprado con la intención de que, esta situación volviera a repetirse. Malditas llaves. A medida que avanzo con mi búsqueda, me topo con mi reflejo a través del espejo que hay cerca del armario. No sé si reír o llorar ante mi aspecto. Tengo el pelo revuelto, la ropa arrugada y ni hablar de la rojez que cubre mis mejillas. Todo el arreglo al que me había sometido se ha echado a perder. Genial.  —¡¿Por qué estás tardando tanto?!   —¡Estoy buscando las llaves!   —Será mejor que te des prisa, no quiero llegar tarde por culpa de tu despiste. —es inevitable no exasperarme ante su poca paciencia.  —Deja de dar órdenes y ayúdame a buscarlas. — Vale. Aquí no están. ¿Cómo se pueden perder las cosas con tanta facilidad en una casa tamaño pitufo?  Coloco las sábanas, que había desarreglado debido a mi ansiosa búsqueda, antes de abandonar la habitación. Soy un desastre, un completo...Me muerdo el interior de la mejilla al ver a mi mejor amiga, recorrer el pequeño espacio en busca de algo que sostiene en su mano. Yo la mato.  —Deja de buscar, burra. Anoche te llevaste mis llaves sin querer, ¿no lo ves? — señalo.  — No me llames burra, cabeza zanahoria. Estás son mis llaves de repuesto, las...— se calla en cuanto el peluche rosa que tengo como llavero, aparece en su campo de visión.  —Deja de mirarme así—suelta, mientras lanza las llaves en mi dirección—y ¿quieres hacerle un favor al mundo de deshacerte de ese...bicho rosa? Es horrendo.  —No me jodas Alexis. —espeto con mal humor. Lo que menos me apetecía era, tener una tonta discusión un lunes a primera hora de la mañana.  No es tonta, sabe que mi humor no es el adecuado y toma la sabía decisión de no volver a hablarme. Gracias a ello logramos salir del apartamento y bajar los tres pisos en pleno silencio. El chirrido de la puerta principal es insoportable, y nadie parece tener intención de ponerle fin. No es que me sorprenda, el encargado del edificio es una persona lo demasiado mayor como para si quiera seguir trabajando y si a eso le sumamos sus pocas ganas de trabajar...Vamos, es un completo desastre. Pero, quien soy yo para juzgar al pobre hombre. El barrio en el que vivimos es un peligro, hay que rezar a todo Dios antes de salir a la calle y santiguarse seguido mientras una vuelve a casa siendo de noche. ¿Cuántas veces me han intentado atacar este mes? ¿Dos, tres?  —...le habría gustado acompañarnos —hago un pequeño movimiento de cabeza al escucharla, me había perdido tanto en mis pensamientos que por un segundo la presencia de Alexis quedó en el olvido. Al menos, tengo la suerte de saber sobre quien está hablando.  —Es mejor que no haya venido. ¿Para qué? —no quería ser borde, pero vamos, el chico eligió dejarlo todo de lado para poder estar con la chica de "sus sueños" ... ¿Quién hace algo así? Sí, el amor es importante, pero primero se debe pensar en uno mismo antes de tomar decisiones tan importantes. —La culpa no me deja vivir tranquila, ha tenido que dejarlo todo para estar conmigo. —efectivamente. La chica que tengo pegada a mi costado, mi mejor amiga, es la razón por la cual Henry, tuvo que renunciar a muchas cosas para conseguir estar junto a ella.  — Deja de culparte. A estas alturas debes haber visto que la vida no es fácil y a pesar de ello, Henry, ha elegido escuchar a su corazón y lo que hagáis con vuestra vida solo os incumbe a vosotros dos. Tus padres lo acabaran aceptando, es lo que deberían hacer si no quieren perderte. —¿Qué más podría decirle? Se supone que mi deber como amiga es ser sincera, hacerles ver que la vida consiste en muchas más cosas, que no todas las decisiones deben ser tomadas con el corazón...pero, no tengo la fuerza suficiente.  —¿Crees que no lo sé? Pero, todo sería más fácil si no tardaran tanto en aceptar que Henry lo es todo para mí, su consentimiento nos cambiaría la vida. —murmura con frustración—Él tendría la oportunidad de retomar sus estudiar y de dejar ese estúpido taller y yo, dejaría de sentirme tan culpable. —termina razonando mientras se cruza de brazos.  —Dales algo más te tiempo, llegará el día en el que dejarán de lado el orgullo y harán todo lo posible por recuperarte. —digo con la intención de infundirle ánimos. —En ocasiones, me sorprende la fe que tienes en los demás teniendo en cuenta todo lo que has vivido. —me encojo de hombros de manera despreocupada y sonrío algo más animada al ver el autobús acercándose. —Ya sabes el dicho...>.  Tras un trayecto que dura menos que la última vez, el vehículo nos deja cerca de nuestro destino. Es todo un alivio saber que no tendremos que atravesar todo el campus para llegar a nuestras clases, lo que una menos quiere es ir sudando a todas partes. Parpadeo unas cuantas veces seguidas al tomar consciencia de donde estoy en estos precisos momentos y tal parece que Alexi ha tenido los mismos pensamientos, dado que las dos hemos parado casi al mismo tempo. Desconozco cuáles serán sus sentimientos, pero los míos están a flor de piel. Estoy entusiasmada, pero también hay miedo y dudas. Estudiar medicina será sin duda el mayor reto de mi vida. —¿Lista? — miro a la hermana que la vida me ha regalado y asiento.  —Lista. ...  —...solo me queda daros la bienvenida a la Wayne StateUniversity —todos los presentes aplauden una vez el Decano da por terminado su discurso. Me alegra saber que este sitio se toma en serio la enseñanza y que las novatadas han dejado de estar permitidas. Humillarse voluntariamente ante cientos de estudiantes hasta el culo de alcohol, no era una buena forma de empezar la etapa de madurez y aquello estaba totalmente fuera de mis planes. Tenía cosas más importantes que requerían toda mi atención. Trabajo, pagar facturas y lo más importante, mantener la beca. —Apuesto a que ni siquiera te has planteado la idea de permanecer a alguna de las hermandades que hay en el campus, ¿verdad? —la miro con una ceja arqueada. Como si no me conociera lo suficiente.  —No quiero escuchar nada acerca del tema, tengo una beca por mantener y no me puedo permitir ni un solo desliz.  —Divertirte de vez en cuando no te haría daño...cuarentona –murmura por lo bajo. Tomo la sensata decisión de no responder, dando así la conversación por terminada. No tiene ni idea de lo difícil que es intentar salir adelante sin tener a alguien que te respalde. El que sus padres estén en contra de la relación que mantiene con Henry, no quiere decir que hayan dejado de preocuparse por ella y por sus estudios. Seguimos nuestro camino evitando tropezar con todos los que van y viene con pasos apresurados. Creo que estoy empezando a sentir la desesperación de algunos y la despreocupación de otros. No es difícil de averiguar en cuál de los dos bandos perteneceré. —Ahí está — señalo la puerta que tiene el número 48 pegada en la parte superior. Una vez dentro, es inevitable no sorprenderse al ver el tamaño del aula. Deben haber alrededor de sesenta personas de diferentes edades y lo que sí puedo decir con exactitud es que, claramente hay más mujeres que hombres. Alexis y yo tenemos la suerte de vislumbrar dos asientos libres en segunda fila, y nos acercamos con pasos apresurados para ocuparlos. Dejo el bolso a un lado antes de volver a mirar a mi alrededor. La realidad de lo que me espera a partir de mañana logra asustarme un poco. Espero no haberme equivocado.   —Buenos días...   ...   —¿Alguien me puede recordar la razón por la cual he elegido seguir estudiando unos...diez años más? Desconozco lo que se me pasó por la cabeza, alguien me tendría que haber dado una buena bofetada. —bueno, esas lamentaciones me aseguran que todo este tiempo hemos tenido pensamientos diferentes...más o menos.   —Será mejor que mantengas esa negatividad lejos de mi Jones—suelto apuntándola con el dedo. Creo demasiado en todas esas cosas de la energía, el karma y la buena vibra, no hay cosa que me tome más enserio y siempre tomo distancia con la gente negativa. Independientemente de si son amigos o no.  —Ya habló la budista. Déjate de energía negativa cabeza zanahoria, esto es la vida real y estoy cagada por lo que se avecina. — la mirada de Henry se cruza con la mía a través del espejo retrovisor, para su mala suerte tiene que aguantar toda la diversión que sé, que está sintiendo, evitando que su novia pueda enfadarse. Lo que menos queremos es ver a Alexis en pleno ataque de furia.  —Todo saldrá bien cariño, para eso me tienes a tu lado— lo que me faltaba. Cuando se ponen en plan pareja amorosa, dan un...repelús. No hay quien los aguante.  —Gracias cariño, no sé qué haría sin ti. —Dios, solo te pido que lleguemos antes de que estos dos acaben conmigo.   —Creo que me ha subido el azúcar—comento en voz baja.   —Habla de cosas negativas y luego va y suelta eso—se burla mientras se gira para mirarme— Siento decirte que al niño gordito al que todos los budistas adornan, no le caes muy bien. —¿Niño gordito? ¿Enserio?  —Son cosas del amor gruñona, cuando te toque, serás incluso peor que nosotros. —desvío la mirada hacía Henry. Él siempre consigue que haya un equilibrio entre su novia y yo, y para que mentir, su perfecta sonrisa siempre consigue hacerme sentir mejor. Y aunque las promesas que nos hemos hecho en el pasado han quedado en el olvido desde la llegada de su novia, no le guardo rencor alguno y el amor fraternal que siento por él, sigue intacto.   —Lo dudo. —sentencio con seguridad. La coraza que había creado contra el mundo, difícilmente será derribada. He recibido demasiados golpes por parte de la vida y no permitiré que me sigan haciendo daño. No descarto la posibilidad de la llegada de un buen hombre a mi vida, pero no guardo muchas esperanzas. La vida no es fácil y el amor no hace más que complicarla más. No creo estar dispuesta de perder la cabeza por nadie, bastante tengo con lo mío.  —¿Te apetece comer con nosotros? — la pregunta de Henry hace que vuelva a la realidad. —Me encantaría, pero en una hora tengo que estar en la cafetería.   —Está bien, avísame cuando termines y ni se te ocurra intentar volver andando. Recuerda lo que pasó la última vez. —las palabras de Henry no consiguen hacer ningún efecto en mí. Conocía al atracador y al final me dejó ir con todas las pertenencias en el bolso. No sé a qué viene tanto drama.   —Te lo prometo—le aseguro una vez fuera del coche— Nos vemos luego par de tórtolos. 
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