13 años Despues. Por favor, que no sea Tom –Janine Anderson metió una mano en el bolso mientras con la otra, hábilmente, giraba el volante para dar la vuelta a la esquina. Lo que le faltaba era otra llamada de Tom Dermont, el cliente infernal. Llevaba todo el día lidiando con él y estaba hasta la coronilla de el. Cuando encontró un sitio para estacionar el coche, miró la pantalla. Si era Tom otra vez, se pondría a gritar. O mejor, dimitiría de su trabajo. Pero el teléfono dejó de sonar en cuanto lo abrió. Genial. Janine volvió a cerrarlo, irritada, y lo soltó sobre el asiento. Pero su conciencia no se lo permitía. Ni su profesionalidad. Ni el posible ascenso por el que tanto había trabajado. Aunque estaba más que harta de Tom Dermont, una persona a la que, en un día normal, detestaba