El doctor revolvió los papeles y se quedo mirando un rato los resultados, hizo una media mueca con la boca mientras descartaba las hojas y tecleaba en su computadora para que aparecieran las gráficas. Se tomó su tiempo y luego de un suspiro me miró.
—En efecto —comenzó a hablar el doctor—, señor Robinson, usted tiene un tumor, localizado entre la amígdala y el hipotálamo, es una zona en extremo delicada para operar, podríamos dañarte de manera irreversible o podríamos dejarte incapacitado para sentir.
Guardo silencio y nosotros en respuesta le imitamos, parecía que estaba pensando, no le interrumpí, quería escuchar todo lo que tenía que decirme, antes de realizar alguna pregunta, sin embargo, esos no eran los planes de Mert, en cuanto pudo ella alzó la voz.
—¿Pero, existe un tratamie
