Lucrecia.
—Crei que veníamos a acampar, —lo empujo avergonzada porque no tengo como para pagar una casa alquilada—. No dijiste nada cuando cargué las frazadas.
—Es que no sé si hay mantas aca, mi hermana no me dijo nada.
—¿Hermana? ¿Es casa de tu hermana?.
—De los dos, —miro toda la casa preciosa y que no tiene casi nada de muebles, creí que la había alquilado—. Le avisé ayer que venia, menos mal que mandó a que la limpien. —golpea el sillón donde no sale polvo, todo esta limpio—. ¿Qué pasa que me miras?.
—Nada, que me sorprende cada cosa que voy sabiendo de ti.
—Esta casa la dejaron mis papás, eran de mucho dinero y junto con la chacra fue una de las cosas que me quise dejar, —me agarra de la mano yendo a las escaleras—. Esta la quise porque a Ki le encanta venir, y como a Dal tambi
