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Casada con Damián

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Blurb

El padre de la hermosa Marta amenaza con meterla a la cárcel o que se case para que deje de meterse en problemas con un completo desconocido que ella ni ha visto.

Los matrimonios arreglados no deberían suceder, pero en la politica a su padre le interesa solamente mantener las apariencias, así que ella se ve obligada a hacerlo con Damia Geld, tan serio como guapo, y con un caracter que logra que cualquiera se intimide, no tiene la menor intención de hacer el papel de esposo ni mucho menos de amante.

Pero no pasará demasiado tiempo hasta que la pasión y el deseo los haga arriesgarlo todo por amor o destruirlos para siempre.

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Capítulo 1: Casada con Damian
Capítulo 1: Casada con Damian He olvidado el nombre de mi novio. Bueno, novio no, prometido. —Yo, Marta Field, te tomo a ti... —me quedo en blanco, joder que no me acuerdo. Mi padre apenas nos había presentado unos días antes, aquella terrible mañana cuando los tres habíamos ido a la licencia matrimonial. Después él se había esfumado y no lo había vuelto a ver hasta hacía sólo unos minutos, cuando había bajado a la sala donde ese mediodía estaba celebrándose este apresurada boda. Casi podía sentir la enérgica desaprobación de mi padre, que se encontraba a mis espaldas, pero eso no era nada nuevo para mí. Lo había decepcionado incluso antes de nacer y no importaba cuánto lo hubiera intentado, nunca había conseguido que cambiara de opinión sobre mí. Error tras error, yo solo era un error. Mire a mi novio, ¿lo peor? Que mi padre le había dado dinero para que él se casara conmigo. Era todo músculos, muy atractivo, de estatura imponente, algo delgado pero ejercitado y ojos color ámbar. A mi madre de seguro que le habría encantado, pero ella había muerto hacía unos años, en el incendio de un yate cuando dormía en brazos de una estrella de rock de veinticuatro años. Hasta ahora solo podía pensar en mi madre sin sentir dolor y me di cuenta de que el hombre que estaba junto a mí hubiera sido demasiado mayor para mi madre. Debía rondar los treinta y cinco años y mi madre solía fijar el límite en veintinueve. Tenía el pelo tan oscuro como un cuervo y unos rasgos cincelados que harían que su cara pareciera demasiado bella si no fuera por la mandíbula firme y el ceño amenazador como si estuviera molesto todo el tiempo. Los hombres que poseían ese brutal atractivo de molestia y como si odiaran el mundo me habían atraído antes, pero ahora que era forzado, sentía que lo despreciaba. Por primera vez desde que la ceremonia había comenzado, quise que mi padre hubiera escogido a alguien menos intimidante pero todo era para darme una lección... o tal vez porque me odiaba, no estaba segura. Intenté tranquilizarme recordándome que no iba a tener que pasar más que unas pocas horas con mi nuevo marido. Todo acabaría en cuanto tuviera oportunidad de exponerle el plan que se me había ocurrido. Por desgracia, el plan conllevaba romper unos votos matrimoniales que yo consideraba sagrados y, vaya que sí creía mucho en esto, nunca me tomaba mis promesas a la ligera —en especial los votos matrimoniales— pero estas eran situaciones diferentes. Empecé de nuevo, esperando que el nombre le viniera a la mente. —Yo, Marta, te tomo ti... —Mi voz se apagó. El novio en cuestión no le dirigió ni una simple mirada y, por supuesto, tampoco intentó ayudarla. Permaneció con la vista al frente, y las inflexibles líneas de su duro perfil me hicieron bufar. —Ya, que no me acuerdo el nombre —susurré muy bajo aclarando mi evidente olvido. —Damian —masculló mi padre detrás de mí. Ah, ahora sí lo recordaba. Deduje por el tono de voz de mi padre que sin dudas estaba muy molesto. Para haber sido uno de los más populares políticos no se podía decir que tuviera paciencia, en especial conmigo. Tomé una profunda respiración y dije: —Yo, Marta... —suspiré— te tomo a ti, Damian... como mi patético esposo. Hasta que no escuché la exclamación de mi madrastra, ni me di cuenta de que eso lo había dicho en voz alta. El guapote volteó la cabeza y me miró. Arqueaba una ceja oscura con leve curiosidad, como si no estuviera seguro de haber oído correctamente. «Mi patético esposo» Oh joder, ¿pero qué dije? Apreté los labios evitando reirme, vaya que eso me causaba gracia porque ni lo había pensado. Él alzó las cejas, y esos ojos profundos me miraron sin una pizca de diversión. Resultaba evidente que el guapote no compartía humor. Al menos una parte de esos votos había sido honesta, sin duda, sería un esposo patético para ella. La gran mano de mi novio tomó la mía, mucho más pequeña, y ella sintió la fuerza que poseía cuando me puso la sencilla alianza de oro en el dedo. —Con este anillo, yo te desposo —dijo él con voz molesta e inflexible. Contemplé el sencillo aro con momentánea confusión. —... por el poder que me otorga el estado, los declaro marido y mujer. Ahora sí, estaba metida en este gran problema. Realmente, ahora era una mujer casada con un desconocido. Me tensé mientras esperaba que el juez invitara al novio a besar a la novia. Cuando no lo hizo, supo que había sido una sugerencia de mi padre para ahorrarle la vergüenza de verse forzada a besar esa hosca y recia boca. No entendía cómo su padre había pensado en ese detalle, que sin duda se les había pasado por alto a todos los demás. Aunque no lo admitiría por nada del mundo, yo desearía haberse parecido más a él en ese aspecto, pero si no era capaz de encargarse ella sola de los acontecimientos más importantes de su vida, ¿cómo iba a ocuparse de unos simples detalles? me sentía inutil, como una muñeca que manipulan para poder deshacerse de ella. Sin embargo, detestaba sentir lástima de sí misma, de modo que dejé de pensar en eso, dejé a un lado ese pensamiento mientras mi padre se acercaba a mí para besarme fríamente la mejilla. Esperaba alguna palabra de afecto, pero tampoco me sorprendió al no recibirla, él era así, sonrisas falsas, siempre cuidando las apariencias, nunca siendo real o amable con su entorno, lograba ganarse el temor de la mayoría de las personas que no eran importantes a nivel profesional para él. Incluso conseguí no sentirme dolida cuando él se apartó y dijo: —Espero que esta vez hagas las cosas bien. Casada con Damian sabía realmente que todo sería un desastre.

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