Prólogo

1070 Words
Estimada Lectora: Agradezco que desees darle una oportunidad a ésta historia; sin embargo, tengo ésta sensación de querer advertirte antes de que la comiences: la temática y la descripción, son diferentes a lo que hayas leído de mi autoría. Ésta obra contiene un alto porcentaje de narrativa sexuaI explícita (80% del relato). A pesar de ello, cuenta con romance. Si consideras que el lenguaje erótico no está en tus preferencias, te sugiero que te brinques ésta historia. Aunque admito que me encantaría que te aventuraras a leerla, entenderé si no lo haces. . . . . . ¡Ey! ¡Sigues leyendo! ¡Es grandioso! Entonces, ponte cómoda, y te deseo una lectura placentera ;) ❥❥❥❥❥❥❥❥❥❥❥❥❥❥❥❥❥❥❥❥❥❥❥❥❥❥❥❥❥❥❥ Salí de mi habitación hacia el comedor, en bata y sin siquiera cepillarme el cabello. Hacía poco más de un año, que dejaba a Lara preparar el desayuno por su cuenta, prácticamente desde que Vladimir dejó la casa para irse a estudiar la universidad a Ciudad Eta, y Vincent se había ido tan solo dos años antes a Ciudad Épsilon, por los mismos motivos. Sebastián, estaba sentado ya en la cabecera del comedor, leyendo su periódico. -¡Buenos días, cariño! -Me acerqué para besarlo en la mejilla. Él sólo inclinó su rostro para permitirme dárselo, sin despegar su mirada del papel. -¡Buenos días querida! – Me quedé observándolo todo el tiempo mientras yo desayunaba, no había perdido de vista el periódico, y ese era el motivo por el que ya ni me esmeraba por bajar arreglada, ni siquiera me prestaba atención. Por las mañanas nuestras conversaciones se basaban en 10 palabras, las tres del saludo y su despedida. -Me voy al trabajo, regreso más tarde - se puso de pie, caminó en mi dirección para darme un beso en mi coronilla, y salió del comedor. Suspiré, ¿cuánto tiempo más podía seguir con eso? La puerta de la entrada se escuchó y supe que se había ido. -¡Lara! -Llamé a la chica. Y digo que era chica porque rondaba los 30´s, y yo ya estaba más cerca de los 50. Me puse de pie cuando la vi llegar al comedor. -Puedes recoger la mesa por favor. – -Sí, señora - respondió y comenzó con su labor. Subí tan rápido como pude a mi habitación, y comencé a pensar qué hacer en el día. Los cuales, se basaban en salir a comer con amigas, de compras con quien estuviera disponible, o buscar en qué gastar mi tiempo. Ya había pasado por clases, cursos y uno que otro pasatiempo; pero había llegado un punto de mi vida, en que ya nada llamaba mi atención. Era jueves, y no había nadie disponible para salir, por lo que simplemente me quedé en casa para aburrirme. A la hora de la comida, comí sola en mi recámara y cuando llegó la cena, bajé para esperar a Sebastián, con el mismo atuendo de la mañana. -¡Buenas noches querida! -Se acercó hasta mi asiento para besar mi coronilla, y después dirigirse a su lugar. -¡Buenas noches amor! ¿Cómo estuvo tu día? -Acomodó su servilleta en el regazo, y levantó su mirada dulce hacia mí. ¿Habrá notado que no me he cambiado en todo el día? -¡Bien cariño! Tuve una reunión aburrida con unos inversionistas, pero es de suma importancia su participación en el siguiente proyecto, sólo por eso soporté. Por cierto, el domingo iré al club a jugar golf con Rodolfo - no me sorprendía. No había día en el que pasáramos más de 30 minutos juntos. -Está bien, yo iré a un almuerzo con... Renata - tenía que mentir, no tenía a ninguna amiga disponible ese día; pero era mejor salir, que quedarse de nuevo en casa, viendo cómo el segundero parecía detenerse infinitamente en cada segundo. La cena se tornó silenciosa de nuevo. -¡Buenas noches! -Sebastián, se levantó para darme su acostumbrado e insípido beso, subió las escaleras y escuché la puerta de su habitación cerrarse. ¡Ah! Sí, olvidé mencionar que dormíamos en habitaciones separadas; no me pregunten desde cuándo, la verdad no lo recuerdo. Tal vez fue poco después de que Vladimir nació, porque incluso no recuerdo desde cuándo no intimábamos. El domingo, salí sólo a caminar por el centro comercial; no tenía ganas ni siquiera de mirar por los aparadores a ver qué podía adquirir, así que salí incluso de ahí caminando sin rumbo fijo. Fue cuando vi la tienda de juguetes para adultos, irónicamente, al lado de un consultorio psicológico, me reí ante ese hecho. Anoté el número del consultorio y me fui a casa. El lunes a primera hora llamé e hice una cita, a partir de ese día y sin saberlo, se volvió una parte importante de mi vida el tener terapia. Y no porque haya durado toda mi vida con la chica que era mi psicóloga, sino que me encausó para tener introspecciones, que con el tiempo, también llame terapia. No les hablaré de las consultas, les hablaré de los cambios que hice en mi vida. Comencé por teñirme el cabello totalmente de blanco, había muy pocos mechones de mi tono natural, y no quería hacer el ridículo haciendo un cambio drástico en ese momento. Mi cabello natural era castaño claro, pero ya tenía más de una década permitiendo a las canas invadir mi cabeza, así que eso les da una explicación de mi razonamiento. Lo segundo, fue bajar a desayunar con un cambio, el cual debía ser diario: baje peinada, cambiada, bañada. Según para rehacer una rutina, y para ser honesta, me agradó. Sólo como dato curioso, Sebastián no lo notó. Les daré un poco de contexto: mi matrimonio había sido normal. Conocí a Sebastián en la universidad, aun cuando él iba un par de años adelante de mí, no nos impidió ser amigos. Cuando ambos culminamos la licenciatura, trabajamos juntos como colegas, y terminamos saliendo. Sólo un año más tarde nos casamos, luego tuvimos a Vincent, años después llegó Vladimir, y formamos una familia. Creo que fue eso, toda esa “normalidad” nos hizo sumergirnos en una monotonía, que ya no era sostenible para mí. Y el cambio llegó insólito e irreverente.
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