Capítulo 19

1401 Words
Lena Mientras el cerbero comenzaba a cerrar las puertas con una de sus cabezas, sentí cómo la desesperación me invadía. Estaba atrapada, con mi tobillo firmemente sujeto por una mano que parecía querer arrastrarme hacia una oscuridad sin fin. En un esfuerzo frenético, pateé con todas mis fuerzas, sintiendo el frío y la dureza de los dedos que me apresaban. Con cada golpe, lancé conjuros de agua, tratando de convertir el líquido en hielo, esperando que el frío extremo obligara a mi captor a soltarme. La energía del miedo y la adrenalina corría por mis venas, intensificando mis hechizos y dándome la fuerza para seguir luchando. El hielo comenzó a formarse, cristalizando alrededor de la mano que me sujetaba, y con un último esfuerzo desesperado, logré romper el agarre, en el mismo momento que la criatura emitió un gruñido bajo. Me arrastré hacia adelante, mis manos buscando cualquier apoyo en el suelo rugoso para ayudarme a levantarme. Mi cuerpo temblaba, tanto por el esfuerzo como por el miedo, pero aún no estaba a salvo. Con un impulso tembloroso, logré ponerme de pie y retomé mi carrera, mis piernas aún débiles y temblorosas. Justo cuando las puertas estaban a punto de cerrarse por completo, con el cerbero gruñendo por la frustración de no haberme atrapado, hice un último salto desesperado. Escuché el clic sonoro de la puerta cerrándose justo detrás de mí, casi rozándome. Aterricé del otro lado, mi corazón latiendo a mil por hora, cada latido resonando en mis oídos como un tambor de guerra. Miré hacia atrás, a través de las estrechas rendijas de la puerta cerrada, y por un momento, los ojos del cerbero se encontraron con los míos, una promesa silenciosa de que esto no había terminado. Pero por ahora, estaba a salvo, y eso era todo lo que importaba. Me dejé caer al suelo, agotada y aliviada, intentando recuperar el aliento y calmar el temblor de mis manos. Ravenna estuvo a mi lado en un instante, su rostro pálido reflejaba la misma adrenalina y miedo que yo sentía. —¿Estás bien? —preguntó, ayudándome a sentarme contra la fría piedra de la puerta que acabábamos de cruzar. Asentí, aún sin aliento, tratando de recomponerme. —Sí, solo... dame un segundo. Eso estuvo demasiado cerca, —murmuré, pasando una mano por mi cabello, sacudiendo algunas hojas y ramas que se habían enredado en la fuga. Ravenna se sentó a mi lado, mirando la puerta con desconfianza. —Nunca había visto nada como eso. Ese... guardián, era como algo sacado de una pesadilla. —Lo sé, —dije, intentando forzar una sonrisa. —Pero lo logramos. Estamos del otro lado. —Sí, pero... ¿a qué costo? —dijo ella frunciendo el ceño, una arruga de preocupación marcándose entre sus ojos mientras echaba un vistazo alrededor. Nos encontrábamos en un lugar completamente nuevo, y lo único que podíamos ver era una niebla espesa que se cernía a unos pocos pasos de nosotras, tan densa que ocultaba casi todo a la vista, dejando apenas visible el suelo bajo nuestros pies. —¿Te apetece un recorrido por... el pasaje de la niebla? —bromeé torciendo mis labios en un intento de sonreír. A pesar de la tensión, ambas compartimos una sonrisa tonta y breve que apenas iluminó el momento. —Solo quiero llegar a mi cuerpo de una vez por todas... —susurró ella, su voz cargada de un cansancio profundo. De pronto, una luz tenue comenzó a brillar a través de la niebla, débil pero persistente, como una luciérnaga perdida en la noche. Su brillo era sutil, casi etéreo, pero en ese entorno oscurecido por la niebla, parecía un faro llamándonos. —Creo que debemos seguirla... —murmuré, sin poder apartar los ojos de esa pequeña chispa de luz que se movía ligeramente, como si supiera que la estábamos mirando y nos invitara a seguir. —Bien, —dijo ella, levantándose con un suspiro de determinación y extendiendo su mano hacia mí. —Vamos, no quiero estar ni medio segundo más aquí. Tomé su mano, sintiendo la firmeza de su agarre, y juntas nos adentramos en el pasaje nebuloso. Cada paso que dábamos parecía resonar extrañamente en este lugar, como si cada sonido fuera absorbido por la bruma, devolviéndonos un eco sordo y distorsionado. A medida que avanzábamos, la luz se hacía más brillante, pero no más grande. Era extraño, el cómo algo tan pequeño y delicado podía perforar una niebla tan espesa y llevarnos adelante. —¿Realmente crees que esto es una buena idea? —preguntó Ravenna, su voz baja pero cargada de tensión. —No lo sé, —admití, sintiendo la incertidumbre y el cansancio pesar sobre mis hombros. —Pero, ¿qué otra opción tenemos? No teníamos mapa ni brújula, y este pequeño orbe de luz era lo único que parecía querer ayudarnos. O eso pensaba. Avancé con cuidado, pero uno de mis pies encontró el vacío donde esperaba tierra firme. Un grito escapó de mi garganta, nacido de lo más profundo de mí ser, mientras me encontraba cayendo hacia la nada. Con un movimiento de puro reflejo, Ravenna extendió su brazo y me atrapó, tirando de mí hacia atrás con una fuerza que no sabía que tenía. Ambas caímos al suelo con un golpe sordo, y justo cuando nuestro aliento se calmaba, la niebla que nos había envuelto desapareció de golpe. Lo que se reveló ante nosotras no tenía ningún sentido. Estábamos paradas en un puente, bajo un cielo teñido de tonos violetas, con rasgaduras que parecían expandirse con cada segundo que pasaba. Pero lo más impactante era el puente en sí mismo: terminaba abruptamente frente a nosotras, no porque hubiéramos alcanzado el otro lado, sino porque simplemente estaba roto, cortado limpiamente como si una mano gigante lo hubiera partido en dos. Ravenna, recuperándose más rápido, se puso de pie y caminó cautelosamente hasta el borde, asomándose hacia el abismo. —No sé qué profundidad tiene esto, no logro ver el fondo... —su voz se perdía en el eco que se creaba con la inmensidad del vacío que se abría ante nosotras. —Tal vez podríamos intentar cruzar usando magia, —sugerí, mirando el espacio oscuro y sin fondo que se extendía más allá del abrupto final del puente. Ravenna se volvió hacia mí con una ceja arqueada, su expresión mezcla de incredulidad y sarcasmo. —¿Cruzar al otro lado volando? ¿Tú y yo? No me hagas reír, Lena. Ni siquiera sabemos si hay "otro lado". —Bueno, no podemos simplemente quedarnos aquí esperando a que algo cambie, —respondí, frustrada por su actitud pero también impulsada por la necesidad de encontrar una solución. "Oh, vamos, Lena, piensa. Esa luz las trajo hasta aquí, debe haber una razón..." escuché la voz de la Muerte en mi mente. —Preferiría el destino de Elías antes que intentar cruzar eso. Al menos él no tiene que tomar decisiones imposibles —Ravenna se cruzó de brazos, su tono de voz exasperado reflejaba su ansiedad ante la situación. Las palabras de Elías se repitieron en mi cabeza una y otra vez. "Lena... Loco... Mago... Ermitaño... Colgado." Había algo en esas palabras, algo que debía descifrar. ¿Eran solo delirios o un mensaje cifrado? —¿Y si Elías no estaba simplemente divagando? ¿Y si estaba diciendo algo importante, algo que quizás necesitemos entender? —expliqué, sintiendo una conexión repentina entre las palabras sueltas y este momento en específico. —¿Estás sugiriendo que esas palabras son una pista? ¿Qué podrían significar? —preguntó Ravenna, su escepticismo evidente, pero su curiosidad igualmente picada. Reflexioné un momento. "Lena... Loco... Mago... Ermitaño... Colgado." Cinco palabras. Cuarto Arcanos. Tal vez era una guía, un mapa hacia lo que necesitábamos hacer. Quizás cada palabra representaba una característica de los Arcanos, una que podríamos usar ahora mismo. —Cada uno de esos nombres es un Arcano, Ravenna. Podrían estar relacionados con sus capacidades o con lo que debemos hacer para pasar. "Loco" podría significar tomar un riesgo, "Mago" el uso de nuestra magia de manera creativa, "Ermitaño" la búsqueda interna de respuestas, y "Colgado"... tal vez necesitamos sacrificar algo para avanzar. Ravenna me miró, su rostro era un mapa de dudas y posibilidades. —Suena a un montón de suposiciones. Pero, sinceramente, no tengo nada mejor —admitió finalmente, sus hombros cayendo en una resignación tensa.
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