Nate
La casa, ahora nuestra prisión definitiva, se sentía más opresiva que nunca y el tiempo se arrastraba con una lentitud agonizante. No teníamos otra opción que preocuparnos, cada minuto alargándose hasta convertirse en una eternidad.
—Esto no está bien, —susurraba Marco, sentado en el sofá, inclinado hacia adelante con la cabeza entre sus manos. La desesperación se reflejaba en cada línea de su cuerpo. —Seraphina no puede tener magia oscura, eso es...
—Iremos a por ella, por todos, —dije intentando darle algo de fuerza a mis palabras, aunque la duda me comía por dentro.
—Yo no iré, no voy a volver a sacrificar mi libertad por nada en el mundo, —respondió con firmeza la profesora Moon, su voz quebrada por el miedo y la resolución.
La miré con un fastidio creciente en mis ojos, ella había pasado toda la noche quejándose de la situación. Su actitud no hacía más que aumentar la tensión en el ambiente ya cargado.
—La verdad, es que su Arcano debe estar pateándose a sí mismo por haberse vinculado con usted... —le respondió Marco entre dientes, su frustración claramente llegando a un punto de ebullición.
—¿Hablas de esta... cosa? —dijo ella con desdén, mostrando la carta de su Arcano. La indiferencia y el resentimiento eran palpables en su voz. —Pues ya no me interesa, no quiero su vínculo, todo esto me pasó por su culpa.
La carta de la Estrella brillaba ligeramente en la penumbra de la habitación, su luz suave contrastando con la dureza de las palabras de la profesora.
Con un gesto abrupto, avanzó hacia mí y me golpeó el pecho con la carta, soltándola en el último momento. La atrapé al vuelo, apenas evitando que cayera al suelo.
—No puede simplemente entregarla, no sabe qué puede hacerle el corte de vínculo, —advertí, sosteniendo la carta entre mis manos.
La seriedad de la situación se imponía sobre cualquier conflicto anterior.
La profesora bufó y se dejó caer en una de las sillas del comedor, su expresión era una mezcla de resignación y desdén.
—Ella ya ha cortado conmigo hace mucho tiempo, muchacho, —susurró, su voz baja, cargada de un dolor que quizás no quería admitir completamente.
La tensión en la habitación estaba en su punto máximo, un grueso manto de incertidumbre y desesperación que cada uno de nosotros intentaba disipar a su manera. Me puse de pie, sintiendo la energía de mis Arcanos fluyendo a través de mí, una corriente cálida y vigorizante que me llenaba de un nuevo propósito.
—Escuchen, —comencé, mi voz firme y clara, cortando el aire cargado de pesimismo. —Ahora que tenemos el poder de nuestros Arcanos, tenemos que encontrar la forma de escapar y buscar a los demás. No podemos quedarnos aquí sentados esperando a que algo cambie.
Jack y Marco asintieron, la necesidad de hacer algo, de luchar por los nuestros se reflejaba en sus rostros. Se levantaron, uniéndose a mí en un frente unido de resolución.
—Estoy contigo, muchacho, —dijo Jack, su tono estaba lleno de una convicción férrea.
—Y yo también, —añadió Marco, aunque su mirada aún destilaba preocupación por su pareja.
Sin embargo, no todos compartían nuestro entusiasmo.
El profesor Thornwood, que había permanecido en silencio hasta ahora, dio un paso adelante, su expresión dura y fría.
—Yo no tengo vínculo con un Arcano, —declaró, su voz baja pero firme. —Y honestamente, no tengo cómo ayudarlos... ni tampoco el deseo de hacerlo.
Su declaración cayó como un balde de agua fría, pero antes de que el desánimo pudiera tomarnos, la profesora DuLac intervino. Se levantó con una serenidad que parecía inquebrantable, sus ojos brillaban con un fuego interno.
—Yo sí iré con ustedes, —dijo con determinación. —Mi Arcano no me permitiría hacer otra cosa. Debemos hacer lo correcto.
Justo cuando terminaba de decir esas palabras, un fuerte golpe en la puerta capturó nuestra atención.
Todos los ojos se volvieron hacia mí mientras me dirigía a abrir. Al deslizar el cerrojo y tirar de la puerta, mi corazón dio un vuelco al ver a Lena de pie en el umbral, un brillo extraño en sus ojos que no recordaba haber visto antes.
—La rectora quiere verlos, a Nate y a Jack, —dijo Lena, su voz llevaba un tono nervioso que no podía ignorar.
Jack y yo intercambiamos una mirada rápida, una mezcla de sorpresa y cautela fluyendo entre nosotros. Sabíamos que este podría ser un momento para recabar información importante, uno que podría definir nuestro próximo curso de acción.
Cuando ambos seguimos a Lena a través de los sinuosos pasillos de la academia, el ambiente cargado de anticipación me mantenía alerta a cada paso que dábamos.
Finalmente, llegamos a una sala que nunca antes habíamos visitado, una habitación decorada con una elegancia sobria pero confortante. La luz suave inundaba el espacio, donde una mesa estaba preparada con un desayuno que parecía sacado de un cuento romántico: velas, flores, y una variedad de platos finamente dispuestos.
La rectora nos recibió con una sonrisa, pero su expresión cambió de inmediato cuando vio que yo acompañaba a Jack. Se podía leer la sorpresa en su rostro, una mezcla de confusión y ligera decepción, como si sus planes no incluyeran mi presencia.
—Oh, Nate, no esperaba verte aquí. Pensé que estaría sola con Jack, —dijo, recuperando rápidamente su compostura, aunque el tono de su voz delataba un rastro de frustración.
Ella se movió con una gracia que parecía ensayada, dirigida principalmente hacia Jack. Sus movimientos eran suaves, casi seductores, y su sonrisa contenía una promesa no dicha mientras servía el té y distribuía delicadamente los platos en la mesa.
—¿Qué hacemos aquí? —preguntó Jack un poco incómodo por la actitud de esa mujer.
—Querido, debes entender, cuando me quedé embarazada de Lena, antes del ritual de luz y oscuridad, no sabía que el Jack de mi dimensión era un mago de oscuridad, —confesó, su voz temblaba ligeramente con la carga emocional de sus palabras. —Todo cambió después de descubrirlo en el ritual... fue devastador.
—¿Qué tiene que ver eso conmigo? —insistió en saber más, aunque ambos ya sabíamos a dónde quería llegar ella.
La rectora bajó la vista momentáneamente, como recolectando sus pensamientos antes de continuar.
—Creo que se me está dando otra oportunidad ahora, con tu presencia aquí, —dijo, levantando la mirada hacia Jack con una vulnerabilidad que no había mostrado antes. —Una oportunidad para hacer las cosas bien esta vez. Tú... tú eres diferente al Jack que conocí, y eso me da esperanza.
Jack se quedó en silencio, procesando la información y las emociones que la rectora compartía. La situación era compleja, ella pretendía que Jack ocupara el lugar que el padre de Lena había dejado hace mucho tiempo. La oferta que ella le hacía no era solo un juego de poder o manipulación; estaba cargada de su deseo personal de corrección y quizás de reconciliación con su propio pasado.
—Si decides... estar conmigo, Jack, podría asegurarme de que todos tengan la oportunidad de tener sus vidas de vuelta, como si nada de esto hubiera sucedido, —terminó ella, su tono dulce pero el chantaje no tan inocente.
Jack miró la mano extendida, luego a la rectora, y después al resto de nosotros. Podía sentir la tensión en él, la lucha interna entre la responsabilidad y el deseo de proteger a los demás, y su propia moralidad.
Luego, algo en su expresión cambió; sus ojos se endurecieron, como si hubiera llegado a una resolución interna o como si algo dentro de él hiciera clic.
Mientras esto sucedía, sentí una presión suave pero fría sobre mi mano. Miré hacia abajo y vi que Lena, quien estaba sentada a mi lado, había tomado mi mano por debajo de la mesa.
El contacto era frío y distante, carecía de la calidez y las chispas eléctricas que siempre había sentido cuando mi Lena estaba conmigo. La sensación era desconcertante, un recordatorio de que, aunque físicamente parecida, esta Lena no era la mujer con la que había compartido tantos momentos, de la que me había enamorado.
Separé mi mano de la suya demasiado rápido y brusco, su tacto solo me daba náuseas.
Intenté concentrarme en la conversación, pero el contacto gélido de Lena me desconcertaba. ¿Qué estaba pasando aquí? ¿Por qué la rectora quería que Jack tomara el lugar de su esposo? ¿Y qué quería realmente ese gesto de Lena?
—Lo consideraré, —dijo finalmente, su voz firme pero cautelosa.
La rectora sonrió, aliviada y quizás un poco sorprendida por la condición de Jack. Asintió en acuerdo, dispuesta a negociar, y por el brillo en sus ojos, sabía que pondría límites en unas cuantas cosas, o mejor dicho, personas.